Yo os conduzco con mi Palabra de vuelta hacia Dios, de lo Cuál os dejasteis desviar poco a poco, por todos aquellos que colocaron su querer saber humano por sobre la sabiduría de Dios.
¡Y aquellos, quienes todavía están compenetrados de la certeza de la omnisciencia de Dios, quienes humildemente quieren curvarse ante aquella gran, cariñosa conducción, que en eso reside debido a los efectos de las leyes inamovibles de esta Creación, imaginan esa omnisciencia de Dios de modo diferente de lo que es!
¡Imaginan la sabiduría de Dios demasiado humana y, por eso, demasiado diminuta, comprimida en limites demasiado estrechos! Con la mejor buena voluntad hacen de la omnisciencia solamente una obligatoriedad terrena de saber todo.
Sin embargo, todo su buen pensar a tal respecto es excesivamente humano; ¡cometen siempre de nuevo aquello uno gran error, porque buscan imaginar entre Dios y el divino un punto culminante del humano!
Ni alcanzan a salir de la especie humana, pero sí concluyen, pensando en dirección ascendiente, solamente a partir de la propia constitución, partiendo desde el suelo humano, perfeccionado hasta el punto más alto, más ideal de una misma especie. En su imaginación sobre Dios no abandonan, a pesar de todo, su propio suelo.
Aun cuando buscan aumentar la expectativa hasta lo que le es completamente inaprensible, aún así todo permanece siempre en el mismo pozo de pensamientos y no puede, por esa razón, incluso en el querer presentir, jamás encontrar una sombra siquiera del concepto de la verdadera grandeza de Dios.
¡No es diferente con relación al concepto de la omnisciencia divina! ¡En vuestro pensar más arrojado hacéis de eso solamente un saber global mezquino y terreno! Suponéis que la omnisciencia divina deba “conocer” vuestro pensar y sentir humano. ¡Ese concepto exige o espera, por lo tanto, de la sabiduría divina un ilimitado inserirse y sintonizarse en el personalísimo e ínfimo pensar de cada uno individualmente aquí en la Tierra y en todos los mundos! Un acompañamiento y una comprensión de cada pequeño espíritu humano, y aún más: ¡un preocuparse con él!
¡Tal obligatoriedad de saber no es sabiduría! Sabiduría es mucho mayor, situándose muy encima de eso.
¡En la sabiduría reside providencia!
Sin embargo, providencia no es sinónimo de previsión de la conducción, conforme los seres humanos tantas veces la entienden bajo “sabia providencia”, es decir, como ellos la imaginan. ¡También en eso ellos yerran, porque en su raciocinar humano, otra vez desde abajo, imaginan para cada grandeza una intensificación de todo aquello, que ellos propios, como criaturas humanas, llevan en si!
¡Tampoco en la mejor sintonización no se desvían del habito y no piensan en el hecho de que Dios y lo que es divino son de especie completamente extraña a ellos y que todo el raciocinar a ese respecto sólo tiene que resultar en engaños, siempre que toman por base para eso la especie humana!
Y en eso reside todo el falso de hasta ahora, cada error de los conceptos. ¡Se puede decir tranquilamente que ninguno de los conceptos de hasta ahora cuanto al pensar, cavilar e investigar a ese respecto han sido también realmente ciertos, en su pequeñez humana, nunca pudieron acercarse de la Verdad efectiva!
Providencia es actividad divina, ella yace anclada en la sabiduría divina, en la omnisciencia. ¡Y la omnisciencia se tornó acción dentro de las leyes divinas de esta Creación! Reside en ellas, y en ellas reside también la providencia y se efectiva ante las criaturas humanas.
Por lo tanto, no penséis que la omnisciencia de Dios deba conocer vuestros pensamientos y saber como pasáis terrenalmente. La actuación de Dios es muy diferente, mayor y más abarcadora. Dios alcanza con Su voluntad todo, mantiene todo, favorece todo a través de la ley viva, que proporciona a cada uno aquello, que merece, es decir, aquello, que él tejió para si.
¡Nadie puede escapar ahí de las consecuencias de su proceder, sea éste malo o bueno! ¡En eso se muestra la omnisciencia de Dios, que está ligada a la justicia y al amor! ¡En el actuar de esta Creación todo está sabiamente previsto para el ser humano! ¡Incluso, que él tiene que se juzgar!
¡Lo que el Juez de Dios trae en el Juicio de Dios es el rescate de las sentencias, que los seres humanos hubieron que pronunciar para si propios según la ley de Dios en sabia providencia!
El Juez trae para este Mundo la fuerza del rescate, que en él se encuentra, él es la Ley viva, es la Voluntad sacrosanta de Dios en persona: ¡Imanuel!
Extrañamente, la humanidad habla ya hace años de la transición universal, que deberá venir, y en eso ella tiene, una vez, excepcionalmente razón. ¡La transición, sin embargo, ya está ahí! La humanidad se halla en el medio del acontecimiento de alcance universal, que ella todavía espera, y no lo percibe, porque ella no lo quiere.
Como siempre, ella lo imagina de modo diferente y no quiere reconocer como él realmente es. A causa de eso, sin embargo, pierde, para si, el tiempo cierto de su propia posibilidad de madurez y falla. Falla como siempre; pues la humanidad nunca además cumplió aquello, que Dios puede esperar de ella, tiene que esperar, si Él quiera dejarla todavía por más tiempo en esta Creación.
Ahora, sin embargo, la condescendencia de Dios llegó al fin; pues en la actuación de los seres humanos reside una tan obstinada restricción, que se repite siempre de la misma manera en cada acontecimiento de la Luz, reside una tal obstinación pueril y presunción ridícula, que la incorregible pereza espiritual habla de eso demasiado claro y no deja sobrar ninguna esperanza para posibilidades de salvación.
Por ese motivo es de la voluntad de Dios que la Creación sea ahora purificada de todo ese tipo de mal. ¡Y esta voluntad sacrosanta trae la purificación a través del Juicio en el cerrar del ciclo de todos los acontecimientos, de todo el actuar!
El cerrar del ciclo es provocado por la fuerza de la Luz, que hora está anclada en la Tierra y todo tiene que se juzgar en ella, tiene que purificarse o sucumbir, hundir en la terrible desintegración.
¡Es natural, condicionado por las leyes de la Creación, que todas las malas calidades, ahora, en el fin, produzcan también la máxima florescencia, tienen que traer sus repugnantes frutos, para que así, mutua e intrínsecamente se agoten! ¡Todo tiene que llegar al punto de ebullición en la fuerza de la Luz! A partir del burbujear, sin embargo, podrá subir, de esta vez, solamente la humanidad madurada, que es capaz y también está dispuesta a aceptar, con agradecimiento y jubilo, las nuevas revelaciones provenientes de Dios y vivir según ellas, para que, actuando de modo cierto, peregrine a través de la Creación.
Por ocasión de cada transición, el Criador ofreció, a los espíritus humanos en maduración, nuevas revelaciones, hasta entonces a ellos desconocidas, que debían servir para la ampliación del saber, para que su espíritu, con el conocimiento ampliado, se tornase capaz de erguirse a las alturas luminosas, desde donde ellos antaño salieron inconcientes, como gérmenes espirituales.
Sin embargo, siempre fueron solamente pocos, que se mostraron dispuestos a recibir con gratitud las descripciones venidas desde el divino y, por medio de eso, también pudieron ganar tanto en valor y fuerza espiritual, cuanto era necesario para los seres humanos.
La mayoría de todos los seres humanos recusó esas altas dádivas de Dios en su limitación de comprensión espiritual siempre creciente.
Las épocas de tales transiciones universales estuvieron siempre ligadas al grado de las respectivas maduraciones de la Creación. ¡La madurez de la Creación, en el desenvolvimiento según la sagrada ley de Dios, fue siempre cumplido con toda la exactitud, sin embargo, los seres humanos en la Creación, en su indolencia espiritual, se colocaron tantas veces de manera obstructiva en el camino de los desenvolvimientos!
Durante la sembradura, distribuída en épocas universales, del progresivo reconocimiento de todo el actuar de Dios en la Creación para los seres humanos, éstos se cerraron casi todas las veces.
A la vez que los propios seres humanos se arrogaron ser el punto de partida de toda la existencia, no querían creer que hubiese algo, que ellos no pudiesen comprender con los sentidos terrenos. Solamente a eso limitaban su saber, y, por esa razón, tampoco querían admitir otras cosas, ellos, las menores ramificaciones de la Creación, que, distanciados al máximo del verdadero existir y de la vida real, malbarataban pecaminosamente su tiempo de gracia de que podían madurar en el progresivo reconocimiento.
¡Y ahora llega una nueva y grande transición, que también trae consigo nuevo saber! De esa transición ellos propios ya hablan, pero vuelven a imaginarla solamente como realización de vanidosos deseos humanos, de una forma concebida por ellos propios. ¡No, por acaso, que ellos tuviesen deberes con eso, no, solamente esperan nuevamente que desde la Luz les sea lanzada al regazo mejoría de las comodidades terrenas! Así deberá ser la transición; pues más allá no va su pensar.
La nueva obligatoriedad de saber, que se halla estrechamente ligada a esa transición, para que puedan ascender espiritualmente y, con eso, finalmente transformar también el ambiente en los planes materiales, no los interesa. Lo que hasta ahora no existía, recusan simplemente en la indolencia de su espíritu.
Cuán lejanamente distante se muestra el espíritu humano de lo querer ascender, cuando piensa que para él es totalmente indiferente saber de Imanuel o no, porque hasta ahora nunca se ha hablado de él. ¡Y un otro motivo para eso ellos no tienen para que, en la actual transición universal, se cierren ante la revelación de él y sobre él con la usual terquedad, en lugar de asimilar todo solamente con alegría y agradecimiento!
Yo, sin embargo, os digo: ¡los seres humanos serán ahora obligados por Dios a aceptación, ya que de otra forma no más podrán ascender espiritualmente, porque ellos tienen que saber de eso!
Está en el actuar de la omnisciencia que, en muy determinadas maduraciones de la Creación, siempre de nuevo, sean dadas a los espíritus humanos nuevas revelaciones del actuar de Dios.
Así, también ya fueron enviados a esta Tierra, antaño, en los primordios, espíritus criados, tras los gérmenes espirituales, en su lenta evolución, ya habían desenvuelto los cuerpos animales para eso elegidos, hasta las formas del cuerpo humano, lo que ocurrió simultáneamente con la concientización espiritual en el cuerpo terreno. ¡Eso ocurrió en una época indeciblemente remota, antes del conocido período glacial de esta Tierra!
Una vez que ya he dado conocimiento de los primordialmente criados, también hay que haber posteriormente criados o criados, porque además he dicho de desenvueltos, a los cuales, sólo entonces, pertenece la humanidad terrena.
Esos criados, de los cuales hasta ahora todavía no he hablado, pueblan planes de la Creación entre los primordialmente criados de la Creación primordial y los desenvueltos de la Creación posterior.
Para las tribus en maduración de los que se desenvolvieron a partir de los gérmenes espirituales, llegó, en los tiempos iniciales, aquí y allá, también una vez uno criado a la encarnación, para, liderando, proporcionar las ligazones hasta el prójimo escalón en el necesario esfuerzo ascensional de todo lo espiritual. Esas fueron, allá, las grandes transiciones en la época inicial.
Más tarde surgieron los profetas como agraciados. Así trabajó el amor universal proveniente desde la Luz, a fin de, auxiliando, asistir los espíritus humanos en las épocas de las respectivas maduraciones de la Creación, ante siempre nuevas revelaciones, hasta que, por fin, de Dios propio bajaron partes, para que a la humanidad también sea dada sagrada noticia sobre lo que es divino y su actuar, para que ella, en la estagnación de una supermaduración del respectivo punto alcanzado, no caiga en la desintegración, como debería ocurrir en acuerdo a las leyes naturales en la Creación, porque un continuo anhelar hacia el alto es condición fundamental para la subsistencia en la Creación.
¡De ese modo, en la grande transición universal ahora actuante, sobreviene también la absoluta necesidad de la ampliación del saber hasta la existencia de Imanuel, en lo cual ahora esa transición se cumple!
O el espíritu humano tiene que esforzarse hasta alcanzar el saber sobre eso o él permanece parado, lo que equivale para él al comienzo de la desintegración, debido a la inutilidad por superamaduración inactivo de un espíritu humano parado, que no más sabe usar bien la fuerza de la Luz que en él se acumula. Así aquello, que puede ayudar y que ayudaría, se tornará para él destrucción, como cualquier energía, que es erróneamente aplicada.
Por eso debéis saber ahora de Imanuel; ¡pues este tiempo para vosotros ha llegado!
Quién además quiera continuar a despreciar esas nuevas revelaciones de Dios tampoco podrá permanecer en la Creación, sino será borrado en el Libro de la Vida. ¡Así Dios lo quiere! Y Su sagrada voluntad se cumple ahora en los seres humanos a partir de esta hora con poder visible a todos por la fuerza de la Luz, a la cual nadie puede resistir.
¡En penoso sufrimiento, las almas humanas serán ahora aflojadas y preparadas para la recepción de la Palabra, que yo les traigo de Dios! Y solamente los de buena voluntad para eso saldrán de toda la aflicción para el nuevo existir.
¡Dios es el Señor, tan solo Él, y quien no quiera reconocerLo con humildad, así como Él realmente es, no como vosotros Lo imagináis, éste está juzgado!
¡Imanuel esta ligado a Dios-Padre tan inseparablemente firme como también Jesús, y eso se debe tornar saber para vosotros en la época de la actual transición universal!
Muchas millares de lenguas serán aflojadas ahora aquí en la Tierra para anunciar Imanuel entre todos los pueblos, como Él ya está siendo anunciado por multitudes de ángeles en toda la Creación; pues esa es la voluntad de Dios-Padre.
¡Permitido me fue desenrollar el cuadro del tejer en la Creación, a la cual pertenecéis, a fin de que quedéis aclarados y de que podéis, concientemente, usufructuar las bendiciones y utilizarlas para vuestro bien, las cuales se hallan en la Creación para vosotros! A fin de que, en el futuro, sólo os ayuden hacia arriba y no hayan que castigar dolorosamente o incluso condenar. Agradeced al Señor por Él acordarse de vosotros con tanto amor, que me fue permitido deciros con el Mensaje lo que os ayuda, y también lo que os es peligroso.
¡Con eso, vosotros sois ahora aclarados, seres humanos, sabedores, sin embargo doblemente culpados, si queráis seguir caminos errados!
Yo os mostré aquellos caminos, que conducen para la proximidad de Dios. ¡Ahora, seguid por ellos!