¡Aspirad a la convicción en todo lo que hacéis! ¡Al contrario, seréis muñecos sin vida o mercenarios! En el futuro Reino de Dios en la Tierra debe ser eliminado lo que es muerto e indolente y no más tener derecho a la existencia; pues sin valor ante las leyes divinas es un ser humano quien, de algun modo, permanece solamente mero seguidor. —
Mirad al rededor de vosotros, a fin de que podéis aprender con todo. Diariamente y a cada hora os es dada oportunidad para eso. Observad los acontecimientos en todos los países. Las masas que, durante años en los diversos partidos en principio se profanaban y se hostilizaban mutuamente, incluso en combate hasta el asesinato, pasan a veces, de la noche para el dia, a recorrer juntas las calles, cantando y agitando antorchas de alegrías, como si hace años hayan sido fieles amigas. De la noche para el dia. Y solamente, porque eventualmente sus lideres se dan las manos para un fin cualquier. ¡Dónde encontráis, en esas cosas, la convicción personal y realmente firme, dónde, no obstante, una convicción! Hace falta. Es un marchar en conjunto, sin intuición, de millares, que con eso son desproveídos de valor hacia lo que es grande. En tal suelo jamás podrá surgir un reino, que vibre las leyes divinas. Por eso, tampoco jamás podrá sanar de ese modo.
Cuando los partidos se combaten y tal combate reside en convicción, luego, es completamente imposible que se efectúe una alianza sin alteración de la convicción y de los caminos. Eso, sin embargo, no ocurre en solamente algunas horas. Donde, pese a eso, tal hecho se torna posible, allí seguramente no existía convicción, pero solamente un blanco común podría tener tal efecto decisivo: ¡el blanco por el poder! Únicamente eso se sobrepone de modo inescrupuloso sobre todo y pasa incluso por encima de cadáveres, si de otra manera no pueda ser. Eso, sin embargo, en alianzas tan forzadas, lleva también de antemano la desconfianza en su interior, que, sospechando, siempre vigila la otra parte y, luego, le queda sólo poco tiempo para el principal: el bien del pueblo, quien les mira, lleno de esperanza.
Tales seres humanos sin verdadera convicción pueden ser fácilmente desviados otra vez del rumbo que la alianza les trajo. ¡No puede haber en ellos aquella confianza, la cual reposa en la convicción propia! A ellos les basta una trama de palabras de discursos vacíos para que se arrebaten. En el éxtasis, sin embargo, no se encuentra ninguna acción saludable.
¡Con tales seres humanos no podrá resultar ninguna edificación capaz de resistir a las tormentas! No es diferente de lo que en el tiempo de Jesús, cuando las masas vociferaban “¡Hosanna!”, y ya pocas horas después el “¡Crucificad!”
Donde, sin embargo, la convicción forma la base de una acción, de una realización, allí eso no puede ocurrir; pues convicción resulta del saber, y el saber produce perseverancia y estabilidad, provee firmeza y coraje victoriosa, porque el verdadero saber proviene del vivenciar.
Portadores de la Cruz del Grial, sin embargo, poseen saber.
Desde ahí se deberá erguir una ola de fuerza y vertirse por sobre toda la humanidad en la Tierra. Con ímpetu irresistible, esa ola habrá que arrastrar con ella todas las escorias, que aún impiden los seres humanos de despertar para el reconocimiento. ¡Por eso, convertíos fuertes, para que sean capaces de, juntamente con la gran purificación, que ahora se efectúa bajo la presión de la Luz, proveer fuerzas a los seres humanos hacia el nuevo erguimiento! ¡Pues pesadas tormentas habrán que azotar las almas, para que se cambien en el dolor y en el infortunio, para que suban purificadas, o perezcan!
¡Sin embargo, aprended y madurad vosotros propios con eso, a fin de que surja convicción en vosotros! Y, conforme la especie de la convicción, será decidido quien podrá ser salvo, y quien habrá que quedarse excluido para siempre del futuro Reino de Dios; ¡pues la convicción es simultáneamente también el fruto del querer!
¡Solamente la fuerza de la convicción convierte el ser humano vivo en la Creación, por lo tanto, de pleno valor! Lo capacita a ejecutar obras, que tienen que ser tomadas en serio y que no son fácilmente efímeras.
¡Por eso, yo clame a los seres humanos, en la introducción de mi Mensaje, que la creencia tiene ahora de convertirse en convicción!
Es, para todos, ahora la ultima hora para eso. Y como la convicción del saber, a su vez, resulta solamente de la vivencia, el ser humano será ahora impulsado a la fuerza hacia el vivenciar exterior de todo aquello, que hasta ahora ha criado en formas, a fin de que reconozca claramente, en el dolor y en la alegría, lo que ha formado con acierto y lo que ha sido errado en el pensar y en el intuir de su existencia. —
Los portadores de la Cruz en todos los países irán, en los tiempos de mayor aflicción, servir a los seres humanos terrenos como directriz, a la cual ellos deberán seguir. Nada podréis alterar en eso; pues es determinación. ¡Pero ay de vosotros, entonces, si halléis defectos en vosotros! ¡Ay de vosotros, por causa de vosotros propios y de los seres humanos! Por eso, no desperdiciad el tiempo para la madurez necesaria. Los propios seres humanos vengarían su desilusión amargamente en vosotros. ¡Sed vigilantes y fuertes! — — —
¡Ha que surgir ahora el nuevo Reino aquí en la Tierra! ¡El Reino de Dios, como ha sido prometido a los seres humanos por la Luz! ¡No llegará, sin embargo, con blando murmullo como recompensa por el humanismo actual!
Lo cuánto se equivocan los presuntuosos fieles que, estremeciendo con placer, piensan en el Reino de Dios en la Tierra ya hace mucho tiempo, en la vanidosa autoconciencia de que puedan desfrutarlo como los hijos elegidos de Dios, porque, conforme su opinión creen en su Salvador, que por ellos murió y, en eso, ha tomado sobre si sus pecados. De la misma forma como un niño obediente, muchas veces, suele ser recompensado con un dulce, así también imaginan la venida de ese reino divino aquí en la Tierra. ¡Un dulce soñar se les ocurre vagamente en el pensamiento, un estarse protegido tranquilo bajo los fieles cuidados de Dios, que vierte sobre ellos Su amor por alegría, porque en Él creen! Que los recompensa así, por haber confesado públicamente su creencia en Él y de jamás haberse avergonzado de Él ante los seres humanos. ¡Cuánta arrogancia que ni siquiera puede ser nombrada reposa en esa convicción!
¡Examinad apenas precisamente y rigurosamente, oh seres humanos, y veréis que la mayoría de todos los cristianos es realmente así y no diferente! En esa confirmación no hay exagero alguno, por más triste que eso también suene.
¡Sin embargo, la ira divina alcanzará eses presuntuosos con grande rigor! ¡Son ellos como pantano viscoso que se evita con asco! Justamente todos aquellos, quienes llenos de arrogancia actualmente se vanaglorian de ser hijos elegidos y leales de Dios.
¡El Reino de Dios, sin embargo, impone grandes exigencias a la humanidad y lleva trabajo en riquísima abundancia! ¡Es lo contrario de aquello que el fiel de las iglesias sueña para si! ¡El trabajo más difícil, sin embargo, aguarda el ser humano en él mismo! Ahí mucho hay que repararse, si él, a propósito, quiera subsistir. Quiero sacaros la venda, a fin de que ahora reconocéis esos seres humanos terrenos en toda su perfidia, porque se acerca el fin de mi lucha e vosotros debéis cooperar en esta materialidad grosera, cooperar en la victoria de la Luz, que extinguirá eses vermes arrogantes, y por eso tan malévolos. ¡Pues sólo se puede aún denominarlos de vermes, no más de seres humanos!
¡La espada, sin embargo, que vosotros manejáis en nombre de Dios, a Quien vosotros os comprometisteis, debe ser afilada y resplandeciente!
¡Sin embargo, quién de vosotros está firme y quién está alerta para la lucha contra la humanidad entera y contra las tinieblas que la rodean!
Bien intencionados y de buena voluntad os aferreis todavía, de modo demasiado tenaz y rígido, a las niñerías cotidianas, con las cuales vosotros mismos ponéis obstáculos en los caminos, de modo que vosotros mal seréis capaces de realizar la mínima parte de aquello, que en la realidad debéis realizar y tenéis que realizar. ¡Cada uno de vosotros está todavía muy atrasado, porque, debido a todas esas niñerías, no puede vibrar con armonía en lo que es grande!
¡Tornadlos más flexibles y más libres en la actuación del dia-a-dia y mantened siempre y constantemente bajo la vista y el intuir solamente lo que es grande! No os aferréis demasiado en una perseverancia embarazosa. ¡No os debéis transformarse en piezas de una maquina humana, pero, sí, tenéis que convertiros vivos, grandes y libres! ¡Donde vuestro defectos quieran formar obstáculos, buscad pronto nuevos caminos, que os serán más fáciles, pues así muchas veces todavía alcanzaréis, finalmente, el lugar que tenéis que alcanzar!
Actuad de la misma forma con vuestros próximos igualmente convocados. ¡Veréis que la armonía, entonces, no podrá ser rompida tan fácilmente! ¡Dejad caer todo lo que es rígido en relación al vuestro próximo, en lugar de eso, os tornad vivos y móviles! ¡Ceded temporalmente, donde algo aparentemente no se deja realizar, sin embargo, jamás soltad las riendas de las manos! Aquello, que se opone, conseguiréis, con alguna habilidad, llevar finalmente hacia el lugar donde debe quedarse. Un bueno caballero jamás tendrá la necesidad de tirar las riendas, a punto de sangrar el caballo, para imponer su voluntad, si sepa lidiar con animales. ¡Él solamente tiene que aprender primeramente a comprender los animales, si quiere dominarlos! Su rigidez tendría como consecuencia solamente la terquedad, o aquella obediencia, que a cualquier momento podrá volver a fallar. ¡De ese modo, estará sentado sobre un barril de pólvora, en lugar de el caballo cargarlo con amor y cuidado!
Inflexible es, en la realidad, aquella voluntad, que conduce al blanco, aunque tenga que cambiar sus caminos, pero no aquella, que permite que su blanco se quiebre a causa de la propia rigidez. Solamente la perseverancia conduce a los blancos, y no la rigidez. Rigidez es siempre errada, por ser antinatural y también por no estar en armonía con las leyes primordiales de la Creación, que condicionan movimiento. ¡Toda la insistencia rígida representa falta de habilidad, que no reconoce otros caminos transitables y, por eso, impide los esfuerzos de avanzar de sus próximos! —
¡Vosotros, portadores de la Cruz, despertad para un nuevo modo de ser, dejad caer las costumbres antiguas y el aprendido, convertidos primeramente nuevos ante el mundo, también en el pensar y en el actuar cotidiano! ¡Nada existe, que no debiese convertirse nuevo, eso yo ya os clamé centenas de veces! ¡El principio tiene que ser en vosotros! ¡Sin principio, no hay proseguimiento! ¡Si vosotros falléis, caerá el mundo!