En la Luz de la Verdad

Mensaje del Grial de Abdrushin


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85. ¡Y mil años son como un día!

¿Dónde está el ser humano que ya haya entendido el significado de estas palabras? ¿Dónde está la iglesia en que dicho significado sea interpretado correctamente? En muchos casos éste es meramente tomado como un concepto de vida sin tiempo. En la Creación, empero, no hay nada que no conozca la dimensión de tiempo, como tampoco hay nada que no conozca la dimensión de espacio. De por sí, la idea de la palabra «Creación» ya contradice esto; puesto que lo que ha sido creado constituye una obra, y toda obra tiene un límite. Ahora, aquello que tiene límite no puede carecer de dimensión de espacio. Y lo que no carece de dimensión de espacio tampoco puede carecer de dimensión de tiempo.

Existen mundos de diferente naturaleza que constituyen lugar de residencia de espíritus humanos, lo cual está regido por la madurez espiritual de éstos. Dichos mundos tienen un grado mayor o menor de densidad, encontrándose así más lejos o más cerca del Paraíso. Cuanto más lejos se encuentren, más densos serán y, por ende, más pesados.

El concepto de tiempo y espacio se estrecha a medida que aumenta la densidad, a medida que la materia se hace más compacta y a medida que la separación del reino espiritual se hace mayor. Así, la Tierra forma parte de la región cósmica con la segunda mayor densidad. O sea, hay una región cósmica que es aún más densa y que, por consiguiente, se encuentra aún más estrechamente limitada en lo que es el concepto de tiempo y espacio.

La diferencia entre los conceptos de tiempo y espacio existentes tiene su origen en el mayor o menor grado de expansibilidad de la facultad para recibir vivencias del espíritu humano, lo cual, a su vez, está ajustado al grado del entorno de turno, o sea, a la naturaleza de la región cósmica en la que el cuerpo se encuentra. De ahí que estemos obligados a hablar de diferencia en los conceptos de tiempo y espacio en las diversas regiones cósmicas.

Hay regiones cósmicas que se encuentran mucho más cerca del Paraíso, o sea, de la región cósmica puramente espiritual, que la región a la que la Tierra pertenece. Dichas regiones son de un tipo diferente de materia, un tipo de materia que es más ligero y menos compacto. Ello trae como consecuencia una más amplia posibilidad de vivencias en plenitud de conciencia. Llamémosla aquí vivencias de conciencia diurna.

Estos planos materiales de naturaleza diferente pertenecen lo mismo a la materia física sutil que a la materia etérea densa, e incluso los hay que forman parte de la materia absolutamente etérea, mientras que nosotros en este momento nos encontramos en el mundo de la materia absolutamente física. Cuanto más sutilizada está la materia, más permeable resulta también. Ahora, cuanto más permeable es una materia, tanto más extenso y amplio es para el espíritu humano que habita el cuerpo en cuestión el campo de la posibilidad de vivencias de manera consciente o, digamos, la posibilidad de recibir impresiones.

En un cuerpo más basto y más denso, con un cerebro también más denso como estación de transición para los sucesos exteriores, el espíritu humano que lo habita está, naturalmente, más aislado del exterior o más amurallado que si se encontrara en un tipo de materia más permeable y menos denso. Por consiguiente, en el medio más denso, la posibilidad con que cuenta de dejarse impresionar por sucesos o percibirlos interiormente es más limitada.

Ahora, cuanto menos densa sea una materia, tanto más ligera resultará, lógicamente, y por consiguiente, tanto mayor habrá de ser la altura en la que se encuentra; del mismo modo, habrá de ser más permeable a la Luz y, por ende, más clara también. Cuanto más cerca se encuentre del Paraíso –en virtud de su ligereza–, más luminosa será, y más radiante también por esa razón, toda vez que las irradiaciones provenientes del Paraíso la recorren de punta a cabo.

Ahora bien, cuanto más un espíritu humano tenga la posibilidad de sentir de manera viva a través de su cuerpo, gracias a la mayor ligereza y menor densidad de su entorno, más le será posible experimentar en su interior, de modo que en el transcurso de un día terrenal le es posible recoger muchas más vivencias en su entorno que a un hombre terrenal, con su cerebro más denso y situado en un entorno más pesado y, por ende, más compacto. Según el tipo de permeabilidad, o sea, según cuán ligera y luminosa sea la naturaleza del entorno, un espíritu humano podrá vivir en el transcurso de un día terrenal tanto como en un año terrenal, gracias a una más ligera facultad receptiva, y si es en el reino espiritual, ahí puede vivir en el transcurso de un día terrenal tanto como en mil años terrenales.

De ahí que se diga: «Allí mil años son como un día». O sea, en la riqueza de las experiencias, cuyo incremento se rige por la creciente madurez del espíritu humano.

El hombre puede formarse una mejor idea de ello si piensa en sus sueños. Ahí muchas veces le resulta posible, en un sólo minuto de tiempo terrenal, vivir en la intuición toda una vida humana, vivir ésta verdaderamente en espíritu. En tales ocasiones vive tanto las cosas más felices como las más tristes, ríe y llora, vive su vejez, y, sin embargo, ha empleado un sólo minuto en ello. Si fuera en la vida terrenal como tal, hubiera necesitado muchas décadas para vivir lo mismo, ya que el concepto de tiempo y espacio de las vivencias terrenales es demasiado limitado y, por consiguiente, atraviesa cada nivel con mayor lentitud. Y así como al hombre que mora en la Tierra sólo le es posible tener tantas vivencias en tan poco tiempo cuando sueña, debido a que ahí, producto del sueño, al espíritu se le han quitado temporalmente las trabas del cerebro, del mismo modo el hombre que habita en las regiones cósmicas más luminosas, al ya no estar tan fuertemente encadenado y devenir más tarde en espíritu completamente libre, lleva todo el tiempo una existencia en la que las vivencias se suceden con esa misma rapidez y viveza. Ese, para vivir de verdad el cúmulo de vivencias de mil años terrenales, no necesita más que un día.

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