Los esfuerzos de la escuela ocultista, así como los de la llamada reforma del estilo de vida, se han puesto una elevada meta cuyo logro supone una nueva época en el desarrollo de la humanidad. La hora del cumplimiento de estos valiosos objetivos llegará algún día también. Sin embargo, los empeños que hoy día brotan con ese propósito forman parte meramente del proceso de fermentación de estos nuevos tiempos.
Mientras que, si bien con las mejores intenciones, los líderes de los empeños ocultistas han tomado un camino completamente falso en ese campo del ocultismo que ellos mismos no conocen, un camino por el que no se consigue otra cosa que dejarle la vía libre a las tinieblas y exponer a la humanidad a peligros etéreos intensificados, los llamados reformistas del estilo de vida, con el fin de alcanzar sus loables metas, van mucho más allá en sus empeños, tomando en cuenta el tiempo en que vivimos. Las actividades de ambas partes tienen que tomar otra forma. Las prácticas espirituales requieren de una naturaleza más excelsa que la mostrada hasta ahora, y ello desde su base misma. En esta cuestión hay que tomar un derrotero completamente diferente para poder llegar a la cima. El camino actual conduce meramente a la maleza de las regiones bajas del más allá, donde la mayor parte de los que lo siguen quedan completamente atrapados y son arrastrados a las profundidades.
El camino correcto tiene obligadamente que, desde el principio mismo, conducir a las alturas, y no debe perderse primero en un entorno inferior o, a lo sumo, del mismo nivel. Estos dos caminos no se parecen en nada y son completamente diferentes incluso en su esencia más básica. El camino correcto encumbra interiormente apenas es tomado, o sea, desde el comienzo mismo lleva a las alturas, sin primero tener que tocar el entorno etéreo del mismo nivel, mucho menos el de un nivel inferior; ya que eso no es necesario, toda vez que lo único normal es que desde la Tierra el camino conduzca únicamente hacia arriba. Así que una vez más se os advierte seriamente que tengáis cuidado con todo tipo de malabarismo espiritual.
Para cumplir plenamente con el objetivo de su existencia, el espíritu, obligadamente, necesita, durante su existencia terrenal, de un cuerpo fuerte y sano, de un cuerpo que se encuentre en un estado terrenal normal. Si este estado del cuerpo es alterado, semejante alteración perturba entonces la armonía entre el cuerpo y el espíritu, la cual es de imperiosa necesidad. Sólo semejante armonía trae un desarrollo sano y fuerte del espíritu, desarrollo este que no permite enfermizas excrecencias.
Debido a su estado natural, el cuerpo sano y no oprimido siempre armonizará de manera completamente natural con el espíritu, ofreciéndole así una base firme en la materia física, en la cual el espíritu no se encuentra de balde, y proporcionándole de ese modo la mejor ayuda para que cumpla cabalmente con su objetivo de desarrollarse y de, al mismo tiempo, fomentar el desarrollo de la Creación.
Todo cuerpo genera determinadas irradiaciones que el espíritu necesita sin falta para su actividad en la materia. La más importante de todas estas irradiaciones es la tan enigmática fuerza sexual, la cual es independiente del instinto sexual. Cuando se da una alteración de la armonía entre cuerpo y espíritu, esta fuerza de radiación e irradiación es desviada en otra dirección y, de ese modo, pierde intensidad para su verdadero objetivo. Esto trae un impedimento o paralización del cumplimiento en la existencia del espíritu en la materia. La consecuencia de ello es que el espíritu tampoco consigue alcanzar un desarrollo normal y, por consiguiente, queda con toda seguridad condenado a, en algún momento de su posterior ascensión, hundirse, exhausto, para, por ley natural, verse obligado entonces a repetir una gran parte de su desarrollo. Ya que lo que ha dejado escapar en la materia física no puede recuperarlo en la materia etérea, dado que ahí le faltan las irradiaciones del cuerpo físico-material, que son necesarias al efecto. Y se ve obligado a regresar para remediar la deficiencia.
En estos sucesos también hay presente una objetividad tan clara y un acaecer tan natural y tan simple que es imposible que pueda ser de otra forma. Todo niño habrá de estar claro al respecto y encontrarlo como algo lógico una vez que las leyes básicas sean asimiladas debidamente. A mí todavía me falta dar toda una serie de disertaciones a fin de detallarle a la humanidad la formidable Creación hasta tal punto que, gracias al incomparable y magnífico orden imperante en Ella, a los hombres les sea posible obtener por sí mismos una visión de conjunto, tanto hacia delante como hacia atrás, de las consecuencias sumamente naturales de todo acaecer en esta Creación.
La desviación de esa fuerza sexual que le es necesaria al espíritu en la materia puede tener lugar de muchas formas. A través de la práctica exagerada de relaciones sexuales o incluso a través de la mera estimulación a ello. También a través de la formación en el ocultismo o de prácticas espirituales falsas, en las cuales el espíritu se apodera violentamente de esta fuerza del cuerpo maduro a fin de desperdiciarla en esa actividad innecesaria de falsa naturaleza. En ambos casos se trata de un empleo incorrecto que con el tiempo ha de traer consigo un debilitamiento del cuerpo. En tal caso, ese cuerpo debilitado ya no consigue entonces aportar irradiaciones tan intensas como el espíritu necesita que lo sean y, de esa manera, uno enferma cada vez más por causa del otro. Con ello tiene lugar una unilateralidad que siempre irá en detrimento del propósito correcto y que, por ende, redunda en daños. No quiero tocar otros extravíos en los cuales al espíritu le hace falta la misma gran cantidad de fuerza sexual para propósitos falsos y, de ese modo, le queda muy poco para el propósito principal, como sucede con la absurda lectura de libros que hacen surgir en la imaginación un mundo de fantasía, así como con otras cosas más.
En todos estos casos el espíritu entra inmaduro al mundo etéreo y se lleva consigo también un cuerpo etéreo débil. Las consecuencias de semejantes pecados tienen tal trascendencia en la existencia entera que todo ser humano se ve obligado a pagar bien caro por ello. Semejante negligencia, semejante mal empleo del tiempo terrenal lo lastrará entonces, dificultándole el avance, y se le hará cada vez más pesado, hasta que, como ya se ha dicho, el individuo en cuestión llega a un punto de su ascensión a partir del cual no podrá avanzar más y entonces se hundirá indeteniblemente hasta llegar al punto en el que empezó su erróneo proceder. Dicho punto se encuentra en el límite en el que él aún poseía su armonía.
La fortaleza de un espíritu que a expensas del cuerpo ha sido entrenado a través de una formación ocultista es solo aparente. Semejante espíritu no está fuerte, sino que es como una planta de invernadero, que apenas puede soportar el viento, mucho menos las tormentas. Un espíritu así no es un espíritu avanzado, sino enfermo. Semejante situación se asemeja a la que se da con una fiebre engendrada artificialmente. En tal caso, el enfermo también dispone por momentos de una fuerza extraordinaria, pero sólo para entonces volver a caer en un estado de debilidad más acentuado que el anterior. Ahora, lo que en el caso del enfermo de fiebre dura tan solo segundos o minutos, en el caso del espíritu dura décadas o siglos. Llega el momento en que todo eso pasa una factura bien cara. Por eso vuelvo a hacer un llamado de advertencia. –
En todas partes la armonía es lo único correcto. Y la armonía es lo único que proporciona el término medio en todo. ¡La belleza y la fuerza de la armonía es tan celebrada! ¿Por qué entonces la gente no hace que ésta prevalezca, sino que la destruyen a toda costa?
Todo tipo de formación ocultista de la manera que ha tenido lugar hasta ahora es falso, si bien la meta es excelsa y necesaria. –
La cuestión cambia por completo en el caso de los líderes y los adeptos de las llamadas reformas del estilo de vida. Aquí el camino es correcto, pero la gente quiere alcanzar ya hoy eso que viene a resultar apropiado en épocas venideras de la humanidad, y por esa razón, el efecto final de semejantes esfuerzos es igual de peligroso para la mayoría de las personas de hoy día. Falta la necesaria transición. La hora del comienzo ya ha llegado. Pero uno no debe lanzarse al otro lado de un salto, así sin más, sino que tiene que guiar a la humanidad paso a paso a través del proceso. Y para ello no bastan unas décadas. Tal como se está haciendo hoy día, lo que en realidad tiene lugar, incluso en el caso de un aparente bienestar del cuerpo, es un debilitamiento, por causa de la rapidez de la transición. Y al cuerpo que es debilitado de esa manera jamás le es posible fortalecerse de nuevo.
¡La alimentación vegetariana! Es muy cierto eso de que trae la refinación del cuerpo humano, que trae un ennoblecimiento, así como un fortalecimiento y un gran restablecimiento. Y con ello el espíritu es encumbrado aún más. Mas nada de eso es para la humanidad de hoy día así de inmediato. En medio de los esfuerzos y los conflictos uno echa en falta el juicioso liderato. Al cuerpo de hoy día no le basta, bajo ninguna circunstancia, con un régimen alimenticio vegetariano adoptado así sin más, como tan sobradas veces se intenta hacer. En caso de enfermedad está muy bien, y hasta resulta necesario, el usarlo de manera temporal y puede que incluso durante años, a fin de sanar alguna cosa o para ayudar fortaleciendo algo en particular, mas no se debe mantener de manera permanente. En tal caso, se debe regresar lentamente al tipo de alimentación al que las personas de hoy tan acostumbradas están, si se quiere que el cuerpo mantenga su plenitud de facultades. La apariencia de un bienestar engaña. Ciertamente, está muy bien que incluso las personas sanas hagan uso por un tiempo de un régimen alimenticio exclusivamente vegetariano. En caso de hacerlo, no hay dudas de que se van a sentir bien y de que también percibirán un despegue del espíritu. Mas eso es algo provocado por la variación, como sucede con toda variación, que siempre resulta vigorizante, también espiritualmente.
Ahora, si de repente mantienen ese régimen alimenticio unilateral de forma permanente, no se van a dar cuenta de que en realidad se vuelven más débiles y mucho más sensibles a muchas cosas. En la mayoría de los casos, esa serenidad y ese equilibrio que sienten no es fortaleza, sino una debilidad de un tipo bien específico. Esta se manifiesta de una manera agradable y no opresiva porque no tiene su origen en una enfermedad.
Ese equilibrio es parecido al equilibrio propio de la edad avanzada en la que, fuera del debilitamiento del cuerpo, se disfruta de un buen estado de salud. Aquél está por lo menos mucho más cerca de este tipo de debilidad que de la debilidad causada por una enfermedad. Por causa de la repentina falta de lo acostumbrado desde hace milenios, al cuerpo no le es posible entonces movilizar la fuerza sexual que el espíritu necesita para el pleno cumplimiento de su propósito en la materia. –
Muchos vegetarianos confesos lo notan en una ligera moderación del instinto sexual, moderación que acogen alegremente como señal de progreso. Ello, empero, no es en absoluto la señal del ennoblecimiento de su espíritu a través de la alimentación vegetariana, sino la merma de la fuerza sexual, merma que de la misma manera no puede menos que traer consigo la disminución de su progreso espiritual en la materia.
Aquí se da un error tras otro, ya que el hombre casi siempre sólo ve lo que está justo delante de él. Ciertamente, resulta positivo y un paso de avance que, por medio del ennoblecimiento del espíritu, el inferior instinto sexual se vuelva mucho más moderado de lo que es hoy día. También es correcto que el consumo de carne incrementa el inferior instinto sexual, pero aquí no debemos medir tomando como referente la humanidad actual, ya que, en el caso de ésta, el instinto sexual ha sido alimentado de una forma unilateral y enfermiza y hoy día es antinatural en todos los casos. Mas ello no le puede ser atribuido solamente al consumo de carne.
Asimismo, la moderación del instinto sexual no depende en modo alguno de la disminución de la fuerza sexual. Al contrario, a ésta le es posible apoyar y ayudar al espíritu humano a liberarse de la marcada dependencia actual de ese crudo instinto. De hecho, la fuerza sexual es el mejor medio para ello. –
Con sus esfuerzos, los líderes de las actuales reformas de estilo de vida han de ser vistos como pioneros de la próxima gran época de desarrollo de la humanidad, época esta que va a llegar bajo cualquier circunstancia y que avanza de manera indetenible y victoriosa, así todo lo viejo y encajonado se le oponga en desesperada lucha. ¡Mas estos pioneros tienen primero que convertirse en líderes! Y un líder no debe pasar por alto descuidadamente lo que existe en el presente. Al mismo tiempo, tiene que ver en el futuro, incluso más allá de toda la materia física. Y en tal caso se dará cuenta de que la manera en que se está procediendo hoy día siempre habrá de traer lagunas, las cuales se hacen cada vez más patentes y, por último, provocan inevitablemente el colapso de la mejor obra. ¡Y es que falta el puente! A fin de que el cuerpo pueda seguir a la humanidad de hoy día sin que ello vaya en detrimento de la actividad del espíritu.
El primer paso en la transición sería la limitación al consumo de carne blanca únicamente. O sea: carne de ave, carne de ternera, carne de carnero y otras, además de un aumento del consumo de verduras. Sólo así puede darse, lentamente, un paso tras otro. Hasta que, con esta pausada transición, el cuerpo, por último, haya sido entrenado de tal forma que, al adoptar la alimentación vegetariana, conserve la plenitud de sus facultades.
«¡No paséis por alto vuestro cuerpo!», me gustaría decirles a unos a manera de advertencia, y a los otros, en cambio: «¡Pensad en vuestro espíritu!». Y con ello basta para que de la confusión actual llegue a madurar lo correcto.
En cuanto a las opiniones que sostienen que uno no debe matar ningún animal, no tengo en absoluto pensado ponerme ahora a abordarlas; puesto que, a fin de cuentas, las plantas también tienen un alma. Quien piensa así no hace sino evidenciar una postura retrógrada y demostrar que no se ha adentrado en los secretos de la Creación. –