En la Luz de la Verdad

Mensaje del Grial de Abdrushin


1.LIBRO ◄ ► 2.LIBRO
Deutsch
English
Francais
Português
Русский
Український
Italiano
Magyar
Česky
Slovensky
Contenido


40. La muerte

Algo en lo que, sin excepción, todos los hombres creen es la muerte. Toda persona está convencida de que algún día le llegará. La muerte es una de las pocas realidades sobre las que no reina controversia ni ignorancia. Pese a que desde la niñez ya todo el mundo cuenta con que tendrá que morir algún día, la mayoría trata de evitar el pensar en ello. Muchos incluso se alteran si se llega a hablar del tema en su presencia. Otros, por su parte, evitan concienzudamente el ir a cementerios, les huyen a los entierros y si, pese a todos sus esfuerzos, alguna vez se encuentran con una marcha fúnebre, tratan entonces de borrar lo más pronto posible toda impresión de su mente dejada por aquella. En tales casos son siempre presas del miedo opresor y latente de que algún día sean repentinamente sorprendidos por la muerte. Un temor indefinido les impide afrontar con pensamientos serios esa irrefutable realidad.

Difícilmente haya un suceso que pese a su inevitabilidad sea tan frecuentemente echado a un lado en los pensamientos como la muerte. Sin embargo, difícilmente haya un suceso tan importante en la vida terrenal, aparte del nacimiento. Sí que es llamativo que el hombre se ocupe tan poco del comienzo y del fin de su existencia terrenal, mientras que a otros acaecimientos –puede tratarse incluso de cosas completamente irrelevantes– les trata de atribuir un profundo significado. El hombre investiga y cavila sobre todas las cosas incidentales más que sobre aquello que le traería esclarecimiento respecto a todo: el comienzo y el fin de su trayectoria terrenal. Al fin y al cabo, la muerte y el nacimiento están tan estrechamente ligados porque el uno es consecuencia del otro.

Sin embargo, ¡qué poca seriedad se pone en la procreación!; si bien es cierto que se dan los casos ‒raros, eso sí‒ en que uno puede uno encontrar algo digno de seres humanos. Justo en este suceso los hombres se ponen preferiblemente al nivel de los animales y, no obstante, no consiguen mantener la inocencia de éstos en el referido acto. Ello resulta en una posición por debajo del animal. Ya que éste actúa de conformidad con el escalón que ocupa en la Creación. El hombre, en cambio, no logra, o no quiere, mantenerse en el escalón que le corresponde. Lo que hace es ir mucho más abajo, y entonces se maravilla cuando, en diferentes aspectos, la humanidad entera va paulatinamente en declive. Ya de por sí todas las costumbres de los casamientos están orientadas a que uno vea la unión conyugal como una cuestión meramente terrenal. En muchos casos las cosas llegan a tal punto que a la persona seria le dan ganas de volverse, asqueada ante los detalles que hacen inequívoca alusión al contacto sexual. En muchos casos las fiestas de bodas, tanto en los círculos bajos como en los mejorcitos, han degenerado en puros festines de la alcahuetería, y los padres conscientes de su alta responsabilidad deberían prohibirles terminantemente a sus hijos asistir a semejantes bacanales. Ahora, las mozas y los jovenzuelos que no sientan aborrecimiento ante esas costumbres e insinuaciones que se dan en semejantes celebraciones y que, bajo la responsabilidad de sus propios actos, no dejen de asistir pueden en todo caso ser considerados como individuos que ya se encuentran en el mismo bajo nivel y, por lo tanto, no pueden ser tomados en consideración a la hora de analizar la cuestión. Es como si aquí también la gente, con la ayuda de una embriaguez ponzoñosa, tratara de olvidarse de la existencia de algo en lo que no quieren pensar.

Cuando, como ya es costumbre y usanza, la vida terrenal es levantada sobre bases tan frívolas, uno puede entender que la gente trate de pasar por alto la existencia de la muerte esforzándose desesperadamente en no pensar en ella. Esta relegación de todo pensamiento serio por parte del hombre guarda una estrecha conexión con la postura inferior que éste asume en la procreación. Ese miedo indefinido que le acompaña durante toda su vida terrenal dimana mayormente de la plena conciencia de todo lo injusto de sus frívolas acciones, acciones estas que son indignas de un ser humano. Y cuando no consiguen obtener sosiego de ninguna forma, acaban entonces aferrándose desesperada y artificiosamente o bien al autoengaño de que con la muerte todo se acaba –con lo cual manifiestan alto y claro el convencimiento de su inferioridad y su cobardía ante una posible responsabilidad–, o bien a la esperanza de que a fin de cuentas no son mucho peores que los demás.

Mas todas esas ilusiones no cambian ni una pizca el hecho de que la muerte terrenal se les está acercando. Con cada día, con cada hora que pasa se les aproxima más y más. Muchas veces resulta lastimoso ver cómo la mayoría de esos que con obstinación trataron de negar una responsabilidad en una vida después de la muerte, llegadas sus últimas horas, se hacen, temerosos, esa gran pregunta, la cual demuestra que de repente ya no están tan seguros de su convicción. Mas ello no les puede servir de mucho; puesto que una vez más es la cobardía la que, poco antes del gran paso que es el abandono de la vida terrenal, les hace ver de repente la posibilidad de una vida después de la muerte y, con ello, de una responsabilidad. Sin embargo, el miedo, el temor y la cobardía son igual de poco eficaces en aminorar o redimir el incondicional efecto recíproco de todos los actos que la terquedad. De esa forma no puede producirse tampoco una comprensión, o sea, no puede tener lugar un esclarecimiento. El temor sentido por las personas moribundas hace que su sagacidad intelectual, tan probada en la vida terrenal, les juegue en sus últimas horas de vida una mala pasada, al hacer que tales personas, con su acostumbrada precaución y llevadas por una volición intelectual, se vuelvan beatas de golpe tan pronto ese proceso en que el hombre etéreo, el cual continúa viviendo, se desprende del cuerpo físico-material, haya llegado a tal punto que con dicho desprendimiento la vida intuitiva se ponga a la par de la fuerza del intelecto, al cual aquélla, hasta ese momento, había estado subordinada violentamente.

Nada ganan con ello, y habrán de cosechar lo que han sembrado con sus pensamientos y sus acciones en la vida terrenal. Ni lo más mínimo cambia o mejora con esa actitud asumida en la postrimería. De forma irresistible serán arrastrados hacia las ruedas de las leyes de riguroso operar del efecto recíproco para, por medio de éstas, vivir en el mundo etéreo todo aquello que hicieron mal, o sea, todo aquello que pensaron e hicieron movidos por una convicción errónea. Tienen toda razón para temerle a la hora del desprendimiento del cuerpo físico-terrenal, el cual, por un tiempo, constituyó una barrera de protección contra muchos sucesos etéreos. Dicha barrera de protección les fue confiada como escudo y cobijo durante un tiempo para que, parapetados tras ella y sin ser molestados, pudieran cambiar muchas cosas para bien e incluso redimirlas por completo, cosas que, sin esta protección, hubieran tenido que alcanzarlos con todo el peso de su gravedad.

Es el doble de triste... no, es diez veces más triste en el caso de aquel que pasa este período de gracia que es la existencia terrenal dando tumbos, como embriagado, y engañándose a sí mismo frívolamente. De modo que en el caso de muchos ese miedo y temor está justificado.

Todo lo contrario sucede en el caso de aquellos que no han desperdiciado su existencia terrenal y que han tomado el camino espiritual a tiempo, así sea en las últimas horas, pero no llevados por el miedo o el temor. El ánimo de buscar con seriedad se lo llevan consigo como faro y báculo al pasar al mundo etéreo. Sin temor ni zozobra pueden dar el paso que los lleva de la materia física a la materia etérea, paso que es inevitable para todos, puesto que todo lo perecedero, como es el caso del cuerpo físico-material, ha de fenecer algún día. La hora de tal desprendimiento la pueden acoger con beneplácito, ya que la misma representa un progreso comoquiera que se le mire, independientemente de lo que tengan que vivir en la vida etérea. En tal caso, lo bueno les causará alegría y lo difícil les resultará sorprendentemente fácil; ya que en lo etéreo la buena voluntad ayuda de manera más poderosa de lo que jamás han sospechado.

El suceso que es la muerte no es otra cosa que el nacimiento en el mundo etéreo. Parecido al suceso del nacimiento en el mundo físico-material. Después de consumado el proceso de desprendimiento, el cuerpo etéreo se mantiene durante un tiempo ligado al cuerpo físico como por un cordón umbilical, el cual será menos fuerte cuanto más ese individuo que nace en el mundo etéreo haya desarrollado su alma durante su existencia terrenal con miras a la posterior existencia de ésta en el mundo etéreo, como transición al reino de Dios. Cuanto más dicho individuo, en el ejercicio de su voluntad, se haya encadenado a la Tierra, o sea, a la materia física, y no haya querido saber nada de una continuación de la vida en el mundo etéreo, más sólido será asimismo este cordón que lo ata al cuerpo físico-material y más sólido será, por tanto, su cuerpo etéreo también, el cual le es necesario en el mundo etéreo como vestidura del espíritu. Ahora, cuanto más denso sea su cuerpo etéreo, más pesado será éste, de conformidad con las consabidas leyes, y más oscura será su apariencia. Debido a esta gran similitud y a este cercano parentesco con todo lo físico-material, le costará mucho desprenderse del cuerpo físico-material, de modo que se da el caso en que semejante individuo por fuerza ha de sentir incluso los últimos dolores físicomateriales, así como la descomposición del cuerpo al corromperse éste. En caso de que el cuerpo sea cremado, no permanecerá insensible a esta cremación tampoco. Ahora, tras la disolución final de este cordón de conexión, se hundirá hasta la región del mundo etéreo donde su entorno tenga la misma densidad y peso que él. En esa región de la misma densidad que él, encontrará entonces a quienes son sus congéneres en el más fiel sentido de la palabra. Está claro, empero, que ahí va a ser peor que en la Tierra, donde contaba con su cuerpo físico-material, ya que en el mundo etéreo todos los sentimientos intuitivos son vividos a plenitud y sin trabas, hasta que se extingan.

No así con las personas que han iniciado la ascensión hacia todo lo noble estando todavía en la Tierra. Dado que éstas llevan viva en su ser interior la convicción del paso al mundo etéreo, el desprendimiento se hace mucho más fácil también. El cuerpo etéreo de tales individuos no es denso, como, por ende, tampoco lo es el cordón de conexión, y esa diferencia que resulta de la mutua extrañeza entre el cuerpo etéreo y el cuerpo físico hace que el desprendimiento se efectúe bien rápido, de modo que el cuerpo etéreo hace ya mucho que se encuentra al lado del cuerpo físico-material mientras tiene lugar lo que la gente llama la agonía o las últimas contracciones musculares del cuerpo físico-material, si es que se puede hablar de agonía en esa muerte tan natural de semejante individuo. El estado flojo y poco compacto de la cuerda de conexión hace que ese hombre etéreo que se encuentra al lado de su cuerpo físico no sienta dolor alguno, ya que esa ligera cuerda de conexión, por razón de su estado poco compacto, no es capaz de transmitir ningún dolor de lo físico-material a lo etéreo. Debido a su mayor delgadez, dicha cuerda rompe más rápido la conexión, de modo que el cuerpo etéreo queda completamente libre en un tiempo mucho más corto, para entonces flotar hacia la región en las alturas que es de la misma naturaleza sutil y ligera. Allí sólo podrá encontrar a congéneres suyos y, en la acrecentada vida intuitiva de buena índole, experimentará paz y felicidad. Como es natural, ese cuerpo etéreo mas ligero y menos denso tiene también una apariencia más clara y más luminosa, hasta que por último llega a tal grado de sutileza que la esencia puramente espiritual latente en él comienza a abrirse paso, radiante, para entonces entrar al reino sustancial de lo puramente espiritual como flamante llama.

Pero hay que advertirles a las personas que le estén haciendo compañía a un moribundo que no pueden prorrumpir en gritos y lamentaciones. Ese dolor por la separación demostrado de manera tan manifiesta hace que ese hombre etéreo que está en pleno proceso de desprendimiento, o que quizás ya se encuentra al lado del cuerpo físico, se sienta conmovido. Si, por causa de ello, en él despierta la compasión o el deseo de decir algunas palabras de consuelo, este deseo lo ata de nuevo a la necesidad de hacérseles entender a esos que se quejan llenos de dolor. Como único uno puede hacerse entender terrenalmente es con la ayuda del cerebro. Este afán, sin embargo, trae consigo la estrecha conexión con el cuerpo físico-material, requiere de ella, y, por eso, la consecuencia es que no sólo un cuerpo etéreo que se halle aún en pleno proceso de desprendimiento volvería a establecer una estrecha unión con el cuerpo físico-material, sino que incluso un hombre etéreo que ya se haya separado del cuerpo físico y se encuentre junto a éste sería atraído de vuelta por este cuerpo físico suyo y tendría que entrar de nuevo en él. El resultado final es que vuelve a sentir todos los dolores de los que ya estaba librado. El nuevo proceso de desprendimiento se hace mucho más difícil y puede incluso durar varios días. Es entonces que se da lo que la gente llama agonía prolongada, la cual resulta bien difícil y dolorosa para ese individuo que busca desprenderse de su cuerpo físico. La culpa la tienen esos que con sus gritos y su dolor egoísta lo sacaron del proceso natural y lo llamaron de vuelta a su cuerpo físico. Por causa de semejante interrupción del curso normal de las cosas, tuvo lugar una nueva y violenta atadura, la cual incluso puede ser provocada por un débil intento de concentrarse a fin de hacerse entender. Y disolver semejante atadura antinatural no es tan fácil para el individuo poco versado en estas cuestiones. Y ayuda no puede ofrecérsele, ya que él mismo fue quien deseó la atadura. Que tenga lugar esta atadura no es nada difícil mientras el cuerpo físico-material aún no se haya enfriado del todo y la cuerda de conexión todavía exista, cuerda esta que muchas veces no viene a romperse hasta después de muchas semanas. O sea que se trata de un martirio innecesario para el finado y de un acto desconsiderado y bárbaro por parte de quienes rodean el lecho de muerte. Por eso, en la habitación de un difunto debe reinar un absoluto silencio y la seriedad digna que corresponde con un momento tan importante. Aquellos que no puedan controlarse deben ser retirados a la fuerza, así se trate de las personas más allegadas al difunto.

Mensaje del Grial de Abdrushin


Contenido

[Mensaje del Grial de Abdrushin]  [Resonancias del Mensaje del Grial] 

contacto