Resonancias del Mensaje del Grial 2

de Abdrushin


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24. La llama del discípulo

Tanto en cuadros antiguos como en modernos se hallan los discípulos del Hijo de Dios, Jesús, frecuentemente representados con lenguas de fuego por sobre la cabeza, de modo que tal figura en el cuadro se asemeja a una vela prendida, ardiendo de manera inquieta.

Esa presentación proviene, en su origen, de artistas quienes, o fueron ellos propios clarividentes y retransmitieron, de esa forma, imágenes mostradas espiritualmente, o entonces aprovecharon descripciones hechas por personas clarividentes.

Entre ellos, sin embargo, todavía existen otros que se basaron en la narración de la efusión de la fuerza del Espíritu Santo por sobre los discípulos, donde son hechas alusiones a lenguas de fuego.

Sin embargo, la mayoría de los seres humanos terrenos presume que solamente la fantasía del artista escogió esa forma de representación. En este caso, sin embargo, la representación llega muy cerca de la verdad, hasta el punto en que ella se deja componer en imágenes.

De todos los artistas, sin embargo, que criaron tales cuadros, así como de todos los seres humanos que tomaron conocimiento de ellos o que por si mismos formaron una idea parecida al respecto, ninguno sabe la verdadera conexión y el origen de ese aparecimiento de la lengua de fuego por sobre la cabeza. Personas clarividentes la ven, sí, pero no saben valerse de eso, pues jamás surgió una explicación entre los seres humanos a ese respecto, que solamente puede ser dada desde el alto.

Por esa razón quiero hoy hablar al respecto, porqué los actuales discípulos traen la misma llama por sobre la cabeza, lo que puede tornarse claramente visible en ciertos momentos para muchas personas clarividentes. No para todas, pues el don de la videncia es distribuido de modo distinto.

La consagración de discípulo liga los seres humanos elegidos para tal, desde la Creación posterior a la Creación primordial. Esto ocurre por el hecho de ser donada a los espíritus humanos desenvueltos una centella del puro espiritual.

Esa centella se presenta entonces cual lengua de fuego por sobre la cabeza, sin embargo apenas cuando él utiliza esa centella y no es demasiado indolente para tal. En la utilización, ella brilla y actúa en acuerdo a su especie. Ella continuará, sin embargo, siempre por si, pudiendo ser asociada o adjuntada al espiritual, pero nunca absorbida por él.

Así como el puro espiritual en la Creación vibra, según las leyes, en acuerdo a su especie, encima del espiritual, de la misma forma está encima del espíritu del discípulo de la Creación posterior, y así permanece, sin en él penetrar, pues el puro espiritual no es acaso un espiritual más refinado o apenas más fuerte, pero sí es de una especie completamente diferente, autónoma, teniendo por consiguiente una constitución completamente diversa del espiritual.

Una anexión de esas dos especies se torna posible cuando existen las transiciones en acuerdo a las leyes de la Creación, nunca sin embargo una fusión.

Esa es la razón por la cual la centella puro espiritual se presenta encima del espíritu humano, como lengua de fuego.

Yo no quiero contentarme, sin embargo, con explicar solamente el acontecimiento reproducido por los pintores en los cuadros, pero sí, prosiguiendo, mencionar también por qué los discípulos reciben una centella desde la Creación primordial, por qué de ella necesitan, pues sin absoluta necesidad tampoco la recibirían.

Los discípulos deben tornarse mediadores entre el Hijo de Dios encarnado en la Tierra y los seres humanos terrenos. Ellos deben divulgar la Palabra divina, vivir la voluntad divina como ejemplo, realizar terrenalmente como primeros.

Para ello necesitan de una capacidad de comprensión más amplia, apta a asimilar el elevado sentido de la Palabra de Dios, es decir, comprender el Hijo de Dios.

Sólo para ese fin todos los discípulos reciben una centella desde el reino puro espiritual, que los capacita a asimilar el Mensaje proveniente de la Luz de manera más elevada de lo que el espíritu del ser humano terreno desenvuelto, porque ellos, ante la centella, pueden acercarse un pequeño paso al divino, son elevados espiritualmente desde la Creación posterior hacia un reconocimiento mejor.

De otra forma, demasiado grande es el abismo entre un Hijo de Dios y los seres humanos terrenos, demasiado profunda la caída ya ocurrida hasta ahora de la humanidad en la Tierra, de modo que la asimilación de la fuerza de la Palabra proveniente desde la Luz se tornaría totalmente imposible para la humanidad, sin la mediación de los discípulos.

La centella del puro espiritual, que los discípulos reciben como dádiva por la gracia proveniente de la Luz, los capacita no apenas para una comprensión más fácil y más amplia, sino también para una recepción de fuerza superior.

Esa fuerza que los discípulos se tornan capaces de absorber, tendría que pasar inaprovechada por los seres humanos terrenos, porque éstos no están en condiciones de abrirse para tal, si antes ella no sea tornada accesible a su especie espiritual.

¡Realizar eso es incumbencia de los discípulos!

Una transformación de la fuerza por los discípulos, para la retransmisión, siquiera entra en consideración, visto que una transformación de la fuerza, en si, es absolutamente imposible. La fuerza permanece siempre exactamente la misma, solamente la irradiación de la especie correspondiente, encandecida por la fuerza, es también diferente en la diversidad de especies, pudiendo, por eso, apartarse en muchas divisiones.

¡La fuerza produce solamente la presión! El efecto de la presión, sin embargo, es determinado por la diversidad de resistencia que las especies ofrecen en la Creación. Apenas las diferenciaciones de resistencia provocan calor o frío, colores y sonidos, atracciones o repulsas, bajo forma de movimientos, y también gravedad o ligereza. Idénticamente todas las variaciones en ello. ¡Sólo la resistencia, por lo tanto, provoca la “expresión” de todas las particularidades! Esa palabra “expresión” muestra de hecho el acontecimiento bajo el aspecto cierto, pues es por la fuerza que las propiedades de todas las especies son realmente expresadas, alcanzando, por lo tanto, la expresión por la presión de la fuerza, son forzadas a manifestarse.

Mientras más o menos acentuada sea la resistencia de las especies, de modo correspondiente se presentan, producidos y expresados por la presión, las irradiaciones y sus efectos, en sus características bien definidas que ahí se desenvuelven.

Imaginadlo así: ¡la fuerza viva es! Solamente, sin embargo, por la resistencia es que ella se torna sentida y perceptible, la cual también provoca y produce la presión, así como hace con que ésta se torne más fuerte o más débil.

Y en la presión nace todo lo que se ve, ella es la base de cada formación en la Creación, que tiene que colocarse alrededor de la Cruz isósceles y vibrar en la misma, visto que esa es la fuerza viva que siempre permanece en una vibración equilibrada, positiva y negativa. La vibración positiva vertical, la vibración negativa en sentido horizontal.

Esto, hoy, sin embargo, sólo de pasaje. Volvamos a observar los discípulos, que traen una lengua de fuego del puro espiritual por sobre la cabeza.

Esa lengua de fuego actúa de dos maneras, una vez como un embudo para el espíritu humano, por debajo de ella, y otra vez como una antena. Yo describo así dos especies de recepción. El embudo representa la imagen de la recepción pasiva, negativa, mientras la antena refleja la recepción activa o positiva. En el embudo hay la necesidad de derramar dentro, en cuanto la antena, por si sola, asegura firme aquello por lo cual, de una manera muy determinada, es alcanzada.

El embudo recibe la Palabra como forma y la antena la recibe como irradiación de fuerza.

El efecto por sobre el discípulo ahora es el siguiente:

A pesar de ser ligada, la llama conserva su especie individual, así como también el espíritu humano terreno mantiene, sin modificaciones, la especie propia que le corresponde.

¡Sin embargo, lo que la llama por sobre la cabeza del discípulo es capaz de absorber, resuena vibrando en el espíritu humano y éste retransmite entonces a los seres humanos terrenos aquello que, en el co-vibrar, intuyó! ¡Transmite en acuerdo a la especie de los seres humanos terrenos, porque por la ley de la Creación no le es posible de otra forma y, por eso, los seres humanos terrenos también pueden comprenderlo debido a la igualdad de especie de su espíritu! Así, aparentemente es como una transformación de la fuerza de la Palabra y de la especie, porque el discípulo retransmite diferentemente de lo que es capaz de recibir. Su espíritu, sin embargo, nada recibió directamente, pero sí apenas pudo intuir en el vibrar de la recepción de la llama por sobre él, aquello que la llama captó.

Sin esa llama, de intuición más delicada, el espíritu humano del discípulo no podría percibir más de lo que otras criaturas humanas.

El espíritu humano del discípulo, sin embargo, sólo puede intuir conforme su propia especie peculiar; absorbe, por eso, ya en la intuición, en acuerdo a esa especie peculiar, la cual entonces retransmite de la forma como él mismo intuyó, dentro de su especie igual a la de los seres humanos terrenos.

No se trata, pues, en la realidad, de ninguna transformación de la fuerza, pero sí un discípulo puede, por intermedio de la llama que le fue proporcionada, intuir mucho más de lo que los seres humanos terrenos, ya que la llama se asemeja a una antena capaz de intermediar mayores distancias, concediéndole, parcialmente, la capacidad de recepción de las vibraciones del puro espiritual.

Supongo haberme expresado con suficiente clareza, a fin de despertar en vuestra capacidad de imaginación un cuadro que se asemeje lo más posible al acontecimiento.

Sin embargo, debéis imaginar siempre de nuevo que una especie determinada nunca puede, como tal, ser transformada. Ella puede recibir, por el poder superior, algo que le pueda ser adjuntado, sin embargo ese adjuntado siempre mantendrá su propia especie individual. Sólo puede resultar en una actuación conjunta, que tiene que mantener el camino exactamente en acuerdo a las leyes de la Creación, sin que pueda salir ni para arriba, tampoco para el lado.

Los discípulos reciben, por lo tanto, esa lengua de fuego puro espiritual para una mejor capacidad de absorción de las palabras del Hijo de Dios en la Tierra, cuyo sentido entonces retransmiten en acuerdo a las especie humano-terrenal, así como, también, la fuerza sagrada contenida en la Palabra.

Eso ocurre, por lo tanto, para facilitar el cumplimiento de la misión del Hijo de Dios en la Tierra, o, se puede decir también, para, de algun modo, posibilitar la actuación de un Hijo de Dios en la Tierra.

Con eso se puede reconocer la enorme importancia que los discípulos, en sus varias especies, tienen como puentes para la humanidad, que no deben ser interrumpidos, pero si plenamente cumplidos.

Son puentes de especies completamente diferentes, de los cuales la humanidad necesita en su composición, a fin de que pueda alcanzar la Palabra y la fuerza correspondiente. Por ese motivo también los discípulos no son elegidos uniformemente en sus características personales, pero sí son completamente diferentes entre si. Diferentes en educación y carácter, en el saber terreno y en la posición social, diferentes incluso en su madurez espiritual. Esas diferencias son necesarias, pues proporcionan los puentes para los variados grupos, en los cuales la masa de la humanidad de dividió.

Cada discípulo asimila la Palabra y la fuerza del Hijo de Dios en acuerdo a la propia especie y las retransmite correspondientemente, alcanzando con eso aquél grupo de la humanidad que tiene igual especie con él. ¡El discípulo, sin embargo, tiene que perfeccionar esa su especie a la máxima madurez, a fin de que constituya un ejemplo para los de su igual especie!

Con eso recibís ahora una idea de la sabiduría de Dios, que en amor incluye con la vista todo cuanto existe, sabiendo auxiliar de modo correspondiente. Esto también os aclara muchas cosas que os hacían romper la cabeza, porque no podíais explicar el motivo para tal o cual actuación.

En cada discípulo, individualmente, vedes personificado y representado un grupo muy definido de seres humanos terrenos. Ninguno de ellos se iguala al otro, tampoco se igualan completamente los grandes grupos de seres humanos terrenos de igual especie.

La totalidad del grupo de los discípulos, sin embargo, personificará también toda la humanidad terrena... ¡tras el Juicio! Pues sólo entonces los seres humanos podrán recibir el auxilio cierto a través de los discípulos. Sólo entonces serán bajados los puentes levadizos, que hoy todavía tienen que permanecer suspendidos.

Vale ahí, sin embargo, siempre solamente la criatura individual como tal, no acaso como raza, como miembro de una nación o incluso del producto luciferino de un raciocinio ávido de poder, que es llamado de “partido” y que es uno de los canales más funestos de la voluntad luciferina.

Ante Dios tal cosa no existe. ¡Allá existe solamente la criatura como tal! ¡Y como la criatura individual es dentro de uno misma, igual vale en la Creación y ante Dios, no diferente!

Tampoco entra en cogitación ahí, si una criatura humana es católica o protestante, o se pertenece a cualquier confesión especial; ella vale únicamente como ser humano por si. ¡El pensar, el querer y al actuar son determinantes ante las sagradas leyes de Dios!

Los disfraces multicolores, con los cuales el raciocinio buscó involucrar el alma en la Tierra, serán arrebatados con el Juicio de Dios, pues están colgados solamente débilmente. ¡Aquello, sin embargo, que buscó ocultarse abajo, eso será revelado ahora por la irradiación de la Luz!

A partir de la elección de los discípulos resulta el hecho de que, para cada ser humano en la Tierra, tras el Juicio, también habrá un discípulo, que, justamente en acuerdo a su especie, le puede transmitir la Palabra y la fuerza, siendo que nadie que busque y pida quedará sin ser atendido, bajo la condición que se esfuerce en encontrar realmente la Palabra. Él imprescindiblemente recibirá espiritualmente la ligazón con aquél discípulo quien, en su especie, le es más prójimo y puede, también terrenamente, encontrarse con él, si él sinceramente lo desee, para recibir de él también la última cosa: ¡el sellamiento!

Así fue providenciado por la Luz. Hoy ves apenas inicios de eso y por esa razón todavía no podéis formar un cuadro completo; vendrá, sin embargo, el tiempo en que quedaréis admirados y veréis que ya hoy estaba constituido precisamente toda la base para eso y que solamente hace falta colocar algunas piedras en los sitios todavía vacíos por aquellos discípulos, quienes todavía serán convocados, para terminar la magnífica obra de mosaico, por sobre la cual deberá fundamentarse el grande Reino de Paz del Milenio, que será prometido por Dios, y que sólo por Dios puede ser criado, nunca por la especie humana, aunque muchos seres humanos se consideren elegidos para tal.

¡En todos estos casos la ausencia del suceso, en el momento en que tal ser humano juzga haberlo alcanzado, probará que fue solamente un ser humano que intentó alcanzarlo!

Todo esto vivenciaréis ahora. ¡Por esa razón mirad alrededor de vosotros y despertad, oh seres humanos! Rogad a Dios, con humildad pura, por el auxilio tan ardientemente anhelado. No confiáis en el raciocinio humano, aunque si él os prometa, con palabras altisonantes, un paraíso. ¡Sólo Dios, únicamente, os podrá dar y nadie más en toda la Creación! ¡Dirigíos a Él, pues Su Sagrada Palabra quiere cumplirse en vosotros!

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