Resonancias del Mensaje del Grial 2

de Abdrushin


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-40. La Palabra viva (Pentecostés 1935)

¡Pentecostés! ¡Hace pocos días apenas celebramos la solemnidad que es el verdadero Pentecostés, la solemnidad de la Paloma sagrada, de la efusión de la sagrada fuerza de Dios en esta Creación! ¡Es renovación, conservación y saneamiento!

Que esta fiesta podrá permanecer para vosotros en la Tierra también en el futuro, que esta Tierra, junto con tantos otros astros no habrá que desaparecer, eso agradeceréis solamente al grande amor de Dios, que os ayudó incluso en el ultimo momento, después que por vuestro querer errado todo ya fue conducido al encuentro del fin.

Todavía vendrá el tiempo en que vosotros, seres humanos, comprenderéis qué sacrificio era necesario para eso, a fin de os arrancar de la destrucción segura. Hoy todavía no lo podéis. Todavía no podéis comprender, lo qué en la verdad fue hecho para vosotros por la Luz. Está muy encima de toda la comprensión humana.

¡Podéis, sin embargo, agradecer a Dios, el Señor, por Su inconcebible bondad, que puede ser reconocida a diario, a cada hora, en todo vuestro ser, apenas lo deseéis con sinceridad! ¡Y por eso toda vuestra vida debe tornarse gratitud!

¡Gratitud, vuestra vida entera! Si toméis estas palabras en el sentido común, así como los seres humanos las interpretan, el proferir agradecimiento, ininterrumpidamente, habría que tornarse fatigoso, pues el ser humano imagina con esto un rosario de oraciones de agradecimiento.

De esta forma, sin embargo, no es deseado. ¡La más bella gratitud es pura alegría! ¡Si los seres humanos viviesen en acuerdo a la voluntad de Dios en sus peregrinaciones por la materialidad, no podrían encontrar otra cosa sino alegría! Que ahí también exista tristeza es culpa exclusiva de los seres humanos, pues la tristeza es extraña a la Luz.

Los seres humanos crearon para si las tinieblas y con eso la tristeza, enmarañándose en eso con porfiada obstinación, de tal forma, que por fin siquiera les fue más posible encontrar los caminos que podrían conducirlos hacia fuera.

La materialidad, bajo la influencia errada de la voluntad de los seres humanos, se tornó, no un paraíso, sino en lugar de eso un laberinto, de lo cual ninguna alma humana logró salir. Ahí se multiplicaran los errores, cuyas consecuencias trajeron un inaudito aumento de la mala voluntad, y todos los intentos de buena voluntad fueron fuertemente agarrados en el enmarañado de conceptos torcidos, siendo así impedidos de desenvolverse, terminando por fenecer a la brevedad.

Éste era el aspecto, cuando la voluntad de Dios bajó hacia las materialidades, a fin de proporcionar un último auxilio a aquellos quienes traían anhelo por eso.

Sin embargo, imaginasteis todo esto de modo demasiado superficial, pues los seres humanos son muy raros a este respecto. O están pronto listos para condenar todo cuanto es enviado por Dios, en su pretensión vanidosa de saber mejor, o caen en el extremo opuesto, esperando muchas veces, como aquellos quienes creen ciegamente, imposibilidades fantásticas, que se hallan afuera de las leyes divinas de la Creación.

Por esa razón quedan muy decepcionados, vuelven incluso fácilmente a caer en la incredulidad cuando muchas cosas se desenrollan de forma distinta de lo que ellos suponían. Incluso en sus decepciones, de las cuales son los propios culpados, son capaces de tornarse igualmente exagerados como anteriormente en su creencia ciega y, por esa razón, en los enemigos más feroces de todo aquello que, conforme su opinión, los ha decepcionado. En eso son capaces de actos inconcebibles, aunque enteramente destituidos de fundamento y pueris, ni siquiera dignos de un ser humano.

No quieren tener comprensión de un bien coordinado y bien construido actuar en la Creación, según la voluntad de Dios, que es inflexible; presumen, al contrario, que Dios pueda anular o modificar ahí, arbitrariamente, a cualquier momento, Sus propias leyes. No reflexionan que de esa forma confiesan muy claramente sus dudas en relación a la eterna perfección de Dios o su propia estrechez inconcebible, que sólo puede ser denominada indolencia criminosa del espíritu o estupidez, oriunda de la pereza.

Quieren, con palabras grandilocuentes, basarse en la aserción de que, por fin, todo en la Creación está sujeto a constantes transformaciones. Esto es dicho con acierto, sin embargo las transformaciones se muestran en el desenvolvimiento y desabrochar lógicos de lo ya existente, con base en las leyes de la Creación, las cuales, sin embargo, permanecen inmutables y actúan de modo impulsador, sin, sin embargo, que jamás se modifiquen. Las palabras grandilocuentes son, pues, solamente un charlar vacío, totalmente impensadas y empleadas en liviana superficialidad.

Los seres humanos, cuales niños agitados, diseminan con sus palabras valores inmensos, sin que ellos propios se hayan compenetrado de esos valores. Por eso también emplean las palabras de modo errado, dándoles falsas interpretaciones.

No perciben la verdad contenida en ellas, pues distinguen y oyen solamente aquello que ellos quieren. En su indolente presunción ni siquiera están preparados para una profunda investigación y esfuerzo, a fin de que comprendan aquello que las palabras deben decir y que también dicen de manera bastante nítida.

La comprensión cierta para tanto hace falta también a muchos entre vosotros, porque efectivamente todavía no penetrasteis con suficiente profundidad en mi Mensaje, a fin de que forméis una imagen de la perfección del Criador omnipotente en Su intangibilidad e inmutabilidad desde la base, donde se encuentra la inconmensurable grandeza en una clara simplicidad, que el espíritu humano no quiere imaginar.

Sin embargo, en todo vuestro pensar, en la investigación y en la aclaración de cualquier acontecimiento, tenéis que colocar siempre como base, rigurosamente, la inmutabilidad de la perfección de las leyes divinas y automáticas de esta Creación. ¡Al contrario jamás lograréis progresar y tendréis que recorrer caminos errados!

Por esa razón es conveniente que yo, justamente hoy, levante un poco el velo que todavía os oculta la grandeza de aquél sacrificio realizado por Parsival para vuestra liberación y salvación. Juzgáis, tal vez, que lo más difícil haya sido la lucha con Lucifer, que terminó con el maniatamiento de Lucifer. ¡Sin embargo, no es así, pues lo más difícil fue abrir a vosotros los caminos de salida del laberinto que criasteis ante vuestros errores!

Esta es, además, apenas una parte de su obra de salvación, pero si busquéis comprender eso, aunque un poco, así como realmente se pasó, entonces nada más podréis hacer sino agradecer continuamente a Dios, por la permisión de que podéis existir.

Imaginad, pues: saliendo desde la Luz, tomando nuevamente sobre si todos los sacrificios de un camino hacia las densas materialidades, que ya una vez recorrió antaño para la humanidad, ha bajado Parsival para el globo terrestre, tan profundamente caído, por culpa humana.

Él, venido desde la Luz, no conocía errores tampoco tristezas, aunque ya hubiese tenido una vez oportunidad de conocer el odio de los seres humanos, pues la Luz no conoce tristeza tampoco errores. No sabedor de ello, se hallaba en principio en el medio de esos seres humanos y sus conceptos totalmente torcidos y falsos. Todo alrededor de él estaba errado, bajo el dominio de Lucifer, desviado de la Luz y, por lo tanto, todo para él extraño y frío, incluso hostil y feo.

Tal vez volvéis a pensar que él solamente habría que indicar el camino hacia las alturas luminosas, a fin de dar a los seres humanos, de esa manera, aquello de que necesitaban para su salvación. ¡Imagináis que él, simplemente, necesitaría anunciar la Palabra de Dios, tal cual ella es!

Los seres humanos nada podrían hacer con eso, pues estaban enteramente envueltos por sus errores y no más podían dirigir la mirada hacia el alto, si no les fuese abierto, primeramente, el camino para tanto, desobstruyendo la salida por la cual nuevamente pudiesen ver la prometedora Luz.

¡Todo dependía, por lo tanto, del modo por lo cual Parsival acercase la Palabra a los seres humanos! Había que dar a la Palabra Sagrada una forma que fuese adecuada a los seres humanos en sus aflicciones, pues la Palabra en si ya habían recibido a través de Jesús, al menos en parte, pero no más podían tornarla viva en su intimo, pues no encontraban ningún camino para tanto, y las interpretaciones de las iglesias eran demasiado débiles y configuradas solamente para el objetivo del propio poder terreno, para que además constituyesen realmente una ayuda.

¡La Palabra! También vosotros todavía no sabéis pensar bien en el sentido de ella, pues, como todos los demás, olvidáis lo qué la Palabra, de la cual siempre hablo, realmente es. Sabéis, sí, que se trata de la Palabra viva, pero aún así no formáis un concepto enteramente cierto.

Igual como, antaño, Jesús dijo en relación a la Palabra: ¡Yo soy la Palabra! Igual, hoy os digo yo nuevamente: ¡Yo propio me entrego a vosotros, en mi Palabra! ¡Pues también yo soy en verdad la propia Palabra! Ya hace mucho tiempo os fue dicho antaño: ¡En el principio era la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y Dios era la Palabra!

Sin embargo, debe deciros lo suficiente, cuando Jesús hablo entonces para sus discípulos: ¡Yo soy la Palabra y en la Palabra yo me doy a vosotros! Y hoy yo repito: ¡Yo soy la propia Palabra, la cual yo os doy!

Reflexionad sobre eso con toda calma y profundidad, vosotros debéis encontrar aquello que en eso se halla.

¡Si yo quisiese dar la Palabra a los seres humanos, sin a ellos haberla moldado, no me comprenderían! Grabadlo a fuego en vosotros, pues la Palabra es viva, ella propia es la vida y, en su estado original, ella es, para vosotros, de una forma no visible y no reconocible. ¡Ella es!

Apenas, sin embargo, yo quiera tornarla accesible a los seres humanos, es decir, hacerla comprensible a ellos, tengo que transformarla, en su esencia, de modo a que los seres humanos logren entenderla. La forma tiene que ser dada de tal manera, que les sea provechosa. ¡Y nadie más podría formar la Palabra Sagrada, que es Dios, de lo que ella misma!

¡Y nadie más puede revelarla para vosotros en toda su fuerza! Es decir, no soportaréis toda su fuerza. Por ese motivo recibís la Palabra de una forma preparada exclusivamente para vosotros, seres humanos, forma esta que contiene justamente tanta fuerza cuanto necesitáis y cuanto podéis soportar, si estéis abiertos para eso, pues, sin que os abrís para tanto, nada podéis recibir de la fuerza, visto que para el recibimiento se torna necesario vuestro querer, que corresponde a una suplica para tal.

Cuan frecuentemente todavía jugáis en pensamiento con la Palabra Sagrada, sin que realmente sepáis lo qué con eso hacéis.

¡Cuántas veces, también, ya fue clamado a esta humanidad, que ellos clavaron en la cruz la Palabra, cuando han crucificado a Jesús, pero sin embargo todavía siguen crucificando la Palabra, a cada dia de nuevo, cuando osan torcerla o interpretarla solamente según su voluntad, a fin de tornarla utilizable para muchos de sus deseos, utilizable en sus efectos con relación a los seres humanos!

Sin embargo, quien alcanza pensar que esas transgresiones tienen que vengarse amargamente en los transgresores que osaran tales males; ¡que no puede haber absolución para eso! Y cuando está escrito: “¡La venganza es mía! ¡Yo quiero vengar!”, luego eso se realizará en ese caso con total intensidad; ¡pues la Palabra, por mil maneras ya abusivamente utilizada por los seres humanos terrenos, fue la Palabra Viva, es el propio Dios!

¡Nunca olvidéis lo qué la Palabra es, la cual yo os doy en aquella forma que os es necesaria, y asimiladla como nutrición de vuestro espíritu, pues ella es el alimento de que él necesita, la bebida de la cual él siente sed y sin la cual él no puede existir! ¡No intentáis devaluarla una vez más a través de vuestro raciocinio terreno! Ella luego nunca más sería ofrecida a vosotros. ¡Conservadla, a fin de que ella no pueda perderse para vosotros!

La Palabra viva de mi Mensaje no consiste en las expresiones y sentencias humanas que utilizo para tal fin; es, sin embargo, en si, algo de intangible para vosotros, que yo coloco en ella y que a través de esas formas se torna capaz de penetrar en vuestro intimo, si os abráis para tanto.

Utilizo vuestras formas verbales y sentencias solamente como una especie de canales, a través de los cuales conduzco la Palabra viva al vuestro espíritu, único capacitado a asimilarla, a fin de que, así fortalecido pueda romper todas las cadenas de las tinieblas rastreras.

¡Y esa vida, no palpable para vosotros, que vuestro espíritu debe tomar con esas formas de palabras y sentencias, es una parte de mi mismo, que con eso os doy, para que vosotros podáis seguir viviendo en la gracia de Dios!

Ahora, seguramente, se os tornará también más familiar la necesidad, básicamente exigida, de que Parsival tuviese una larga vida terrena, entre los seres humanos, enteramente incógnito, si debiese, además, una vez más ser proporcionado auxilio a la humanidad por la Palabra. Y solamente la Palabra podría proporcionar el auxilio, pues que la salvación reside, únicamente, en el despertar del espíritu humano, a lo cual tiene que seguirse el reconocimiento. ¡La ley de Dios no previó otro camino, sino este único, de intocable justicia!

Por ese motivo ya habló Jesús: ¡Nadie llega al Padre sino a través de mi! Por lo tanto, a través de la Palabra, pues Él vino de Dios y, por eso, también tenia que ser la Palabra. ¡Y, por eso, la Palabra para la salvación vino nuevamente hasta la Tierra en la voluntad de Dios que, también como el amor de Dios, es la Palabra!

Si Parsival, que es una parte de la voluntad de Dios, pues, quisiese encontrar una forma adecuada para la Palabra, que fuese capaz de ayudar los seres humanos terrenos, tenia, primero, que comprender personalmente la manera de ser de los seres humanos, con todos sus errores y conceptos torcidos; tenia que buscar, primeramente, la raíz de todos los males en los seres humanos, a fin de investigar y abrir los caminos ante la forma que dio a la Palabra, los cuales realmente tenían que ayudar, si los seres humanos quisiesen recorrer por esos caminos.

¡Esto, sin embargo, solamente seria posible a él, cuando se hubiese tornado sabedor de todos los errores y de todas las debilidades de ellos!

El tornarse sabedor, sin embargo, nunca puede ser alcanzado por un enviado de la Luz ante observaciones o preguntas, pero sí solamente a través de la propia vivencia, porque errores, debilidades, males y torsiones son y permanecerán completamente extraños para la Luz. Nunca un enviado de la Luz podrá tener comprensión para tal.

Esta fue, así, la parte más difícil del camino que Parsival tuvo que recorrer. Si él quisiese auxiliar, le restaba solamente una alternativa: ¡habría que vivir como ser humano, entre los seres humanos, temporalmente, sin conocer su origen o su misión, pues del contrario jamás podría advenir una vivencia! Sin embargo, no solamente eso, pero sí había que entrar en contacto directo con todos los errores de esta humanidad, tenia que sufrirlos en si, para, ante esa participación en el sufrimiento, alcanzar por lo menos un conocimiento al respecto, ya que nunca podría alcanzar una comprensión, una vez que las cosas torcidas de las opiniones y de los derechos humanos habrían siempre que permanecer extraños y falsos para la especie y origen de él. Por esa razón él tampoco podía pensar o actuar en acuerdo a los erróneos derechos humanos, pero sí, a pesar de la vida terrena, podía cumplir solamente las leyes de Dios, a las cuales muchas de las concepciones de derecho de la humanidad, tan profundamente caída y restricta, se oponían, frecuentemente, de forma hostil.

Eso resultó, naturalmente, en una lucha continua y ardua, en preocupaciones y sufrimientos en el sentido terreno para el extraño, venido desde la Luz, desconocedor de su misión, durante el período necesario de difícil aprendizaje, en el tablado de alboroto de todas las tinieblas.

Por esa razón fue él tirado, sin consideración alguna, en los torbellinos que lo condujeron a través de todo lo que existía de injusto entre los seres humanos; no fue apenas colocado en presencia de todo, esto no habría sido suficiente, pero sí él propio tenia que ser envuelto en todo, a fin de poder reconocer, en el medio de esa horrible trama, cada mal, aisladamente, y encontrar, a través del propio sufrimiento, un camino que proporcionase a los seres humanos una posibilidad de que se libertasen de las cadenas funestas. Él propio tuvo que recorrer primero el camino de la salvación, allanándolo así a los seres humanos, cada uno aisladamente, a fin de entonces mostrarles en la Palabra cómo podrían desvencijarse de todos esos males.

¡Por eso nada le pudo ser salvado a él, pues que nada le debería ser extraño de aquello que aflige, martiriza y arrastra los seres humanos de la Luz!

Así, a él le fueron colocados en el camino todos los males terrenos, para que los venciera primero a través del propio sufrimiento y, al vencerlos, extirpase al mismo tiempo las respectivas raíces, aplastándolas y allanando a los seres humanos los caminos que conducen hacia afuera, en dirección a la Luz.

Mientras, pues, sufría entre la humanidad y a causa de ella, tenía que luchar para libertar esta misma humanidad de todas aquellas cosas que ella utilizaba contra él, al mismo tiempo que reconocía en eso lo qué había de errado, recorriendo como primero el camino hacia la salvación. Con el reconocimiento de cada mal, por parte de Parsival, también el poder del mal ya quedaba siempre quebrado, y estaba colocada la base para el auxilio a la humanidad que en él se hallaba hundiendo.

¡Éste fue el mayor y más pesado sacrificio que él hizo en favor de los seres humanos, y, como que por escarnio, es justamente de ese período terreno que los seres humanos de las tinieblas se utilizaron para buscar establecer ataques injuriosos contra él! Quieren utilizar justamente esta parte más pesada de su misión, que él realizó para los seres humanos, a través del propio sufrimiento, para difamarlo y mancharlo del modo más repugnante.

Justamente todo aquello que él sufrió por ellos, para en la hora determinada, por experiencia propia, poder ayudarlos realmente con su consejo, lo cual tenia que haber nacido desde la vivencia, instrumentos servidores de las tinieblas, constantemente, de la forma más abyecta, buscaban utilizar para censurarlo, a fin de detener o desviar otros seres humanos de los caminos de la salvación, intentando estremecer la confianza y la fe en el Salvador y en su misión. Vosotros propios vivenciasteis esto en parte.

¡Ésta es, seguramente, la mayor de las culpas con que los seres humanos se sobrecargan, y que no podrá ser perdonada!

¡Buscad imaginar lo qué significa, lo que es, tener que aprender en pocos decenios, a través de vivencia propia, todos los errores y debilidades humanas existentes sobre la Tierra! Buscaos profundizarse en las situaciones que resultan, cuando todas las consecuencias de los conceptos errados y torcidos de los seres humanos necesitan ser experimentadas, para encontrar a posibilidad de la lucha libertadora y darla, entonces, a los seres humanos, en la forma adecuada de la Palabra, ya que a ellos propios sería imposible obtenerla una vez más.

Y qué intuiciones son despiertas a ese respecto, justamente cuando se es insultado por malévolos. ¡No es intuición diferente de aquella antaño ya experimentada por el Hijo de Dios, Jesús, cuando lo acusaron de blasfemador, crucificando justamente él, quien estaba en Dios y, también Dios en él! ¡Él, que incluso ya había sufrido bastante a causa de la humanidad y quien sólo había venido hacia ella, a fin de traerle, aún a tiempo, el auxilio en la Palabra!

¡No hubiese Parsival tomado sobre si este sufrimiento, a fin de, en auxilio a la humanidad desviada y decaída, encontrar la forma salvadora para la Palabra Sagrada, que los seres humanos necesitan en sus aflicciones, a fin de que puedan recorrer nuevamente el camino hacia las alturas luminosas, nunca más podrían celebrar, con gratitud, el verdadero Pentecostés, tras el sagrado Juicio que ahora irrumpirá sobre esta Tierra, para ajustar todo lo que es viejo, en la justicia del Señor!

¡Agradeced, por eso, al Creador, vuestro Dios, por la gracia de os haber extendido, una vez más, Su mano, para que no hubieseis que os perder eternamente! ¡Alegraos con Su fuerza, que Él nuevamente os concedió y vivid gratos, en acuerdo a la Palabra, en Su alabanza! ¡Pues en la Palabra yo os doy el camino, alimento y fuerza, y con eso tenéis todo lo que necesitáis para la existencia y para la ascensión! ¡La Palabra, sin embargo, yo propio la soy, y vosotros asimilasteis con eso una parte de mi en vuestro espíritu!

AMÉM.

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