Resonancias del Mensaje del Grial 2

de Abdrushin


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Contenido


20. El poder del idioma

Cuán importante y significativa también es la palabra humana en el tejer de esta Creación, en el reino de los planes de materia gruesa, ya lo di a conocer.

Sin embargo, no fue comprendido cuán lejos va la influencia en el formar y cuán nociva puede tornarse la negligencia. No es solamente la palabra aislada en si que actúa fuertemente, influenciando y formando en vuestro ambiente, sino también la manera por la cual colocáis y ligáis las palabras y cómo os esforzáis en pronunciarlas.

Por lo tanto, la propia manera de hablar actúa fuertemente por sobre vuestro ambiente. ¡Vosotros sabéis que todo emana de la Palabra! ¡En el principio era el Verbo! Eso ya indiqué. Y aunque en esa sentencia se haya hecho referencia a la Palabra de Dios, que encierra sacrosantas fuerzas criadoras, aun así vibra en la palabra humana, que propiamente sólo surgió con el ser humano por intermedio de la Palabra de Dios, una fuerza, aunque no criadora, pero de cierta capacidad formadora, que alcanza incluso la parte fina de la materia gruesa, y desde allá, entonces actúa retroactivamente por sobre la gruesa materialidad.

¡Por esa razón, aprended a observar más cuidadosamente vuestra manera de hablar! Colocad vuestras palabras de tal modo, que vibren correctamente en la ley de la Creación, permaneciendo, por lo tanto, en armonía. ¡El ritmo uniforme de todo el circular de la Creación tiene que sonar en vuestras sentencias, si queráis desenvolver el hablar incluso aquél poder que de esa manera os fue dado por Dios!

Os quiero ayudar a reconocer el peligro de la negligencia, a fin de que podáis cumplir fielmente conmigo el mandamiento del Señor, que vale para los días del Juicio y que hace mucho ya es conocido de vosotros en estas palabras: “¡Todo tiene que tornarse nuevo!”

¡Todo, no solo alguna cosa! Y como solo el errado necesita tornarse nuevo, señalan estas palabras, de modo claro y nítido, que actualmente todo, sin excepción, está errado pues de lo contrario no necesitaría tornarse nuevo. ¡Todo! Esta no es una palabra que, en este caso, deba ser considerada como palabra cotidiana, pero si es un mandamiento de Dios, que necesita ser acogido en su sentido integral, sin restricciones; al contrario no habría sido utilizado para eso.

Y es esto lo que todavía no quisisteis comprender derecho en toda su seriedad, sobre lo que todavía reflexionáis de modo demasiado superficial. De esto, sin excepción, sufre vuestra grande voluntad, y apenas solamente esto os impide de dar aquél paso imprescindible, sin lo cual vosotros nunca podríais cumplir ni siquiera una parte de la misión terrena futura, sin la cual vuestro desenvolvimiento no puede ser completado.

Este paso, tan decisivo para todo, es: ¡abandonar todo, pero simplemente todo, y no intentar llevar algo de eso para lo nuevo o mezclarlo con lo que es nuevo! Cada intento de absorber el nuevo y de tornarlo vivo dentro de vosotros es, desde el inicio, inútil y en vano, si todavía queréis dejar adherido a vosotros una partícula de polvo de lo viejo. Sea en vuestros conceptos o en vuestra capacidad, en vuestra adquisición de conocimientos o en vuestras opiniones. El nuevo solamente se acercará de vosotros cuando todo lo que es viejo esté rechazado.

¡Ajustaros con toda fuerza a ese nuevo, eso es vuestro próximo, más necesario deber! ¡Preguntaréis lo qué es el nuevo, con la observación de que vosotros, de buen agrado, estaríais dispuestos a ajustaros, si antes al menos pudieseis reconocerlo claramente!

¡Yo, sin embargo, os digo: vosotros sabéis mucha cosa nueva, a pesar de eso, insistís obstinadamente en agarrarse al viejo y, en muchos casos, ofrecéis la mano al nuevo apenas de modo reluctante! O expresémonos de modo más blando: vosotros os acercáis del nuevo con resistencia interior. Mucha, mucha cosa a vosotros os podría enumerar. Sea ahora el concepto de familia en su forma antigua, sea la inclinación por la moda, que en ninguna circunstancia queréis dejar totalmente hacia el lado, o... bien, es prácticamente todo en que todavía mantenéis ligado algo del viejo con el nuevo, también en la mejor voluntad para la aceptación del nuevo.

Y así como en eso, se pasa todavía en mil otras cosas consideradas secundarias y que, sin embargo, se mostrarán incisivas en severidad inimaginable. ¡Por eso, nunca consideréis algo demasiado insignificante, eso podría traer inesperadamente las peores decepciones como consecuencia!

Pero estas exterioridades, apenas en segundo plan, pues, por lo menos pueden ser fácilmente modificadas; aunque se dificultan ahora en muchos casos el alegre desenvolvimiento ascendiente. El perjudicial, sin embargo, son los viejos conceptos, que de mil maneras se hallan dentro de los seres humanos, también aún en vosotros que, como los primeros, os debéis tornar nuevos entre todos los seres humanos.

¡Y siempre de nuevo seguís en eso el camino errado, el camino que nunca podrá conducir al blanco!

Sí, vosotros sabéis mucha cosa nueva, que tal vez os parezca pequeña y que, a pesar de eso, es de importancia incisiva; ¡sin embargo, en ese nuevo, buscáis siempre de nuevo introducir algo viejo en auto ilusión deplorable y con lamentables auto excusas! ¡Eso, sin embargo, os obstruye el más importante de todos los pasos que os pueden llevar al éxito, el primer paso, desembarazarse bravamente del viejo, destrozar todas las viejas formas, sin piedad contra vosotros propios, para luego poder asimilar el nuevo!

¡Jamás lograréis introducir algo del nuevo, aunque en parte mínima, en una de las formas antiguas, en la ilusión de que con eso se torne nueva!

Vosotros no podéis, de modo alguno, reconocer derecho y mucho menos comprender el nuevo, antes de haber dejado primeramente todo el viejo completamente destrozado hacia tras. Esta es la condición básica para el tornarse nuevo para cada uno individualmente y condición básica para toda la humanidad.

¡Solamente después de la completa destrucción de viejos conceptos, los cuales todos estaban errados, puede surgir un verdadero reconocimiento y comprensión del nuevo y cierto, ofrecido por Dios!

Precisamente en eso no existen transiciones, ninguna conducción hacia afuera, sino tiene que ser un resucitar en la omnipotencia de la Creación de Dios, un revivir totalmente nuevo, pero que no puede ser transformado a partir de algo viejo, con lo que tanta cosa errada seria capaz de desenvolverse con nueva fuerza, como mala hierba.

Comprended, primeramente, esto como lo más importante para vosotros y buscad cumplirlo integralmente; ¡luego, y no antes, podrá el nuevo surgir en vosotros propios! Sólo entonces podréis comprenderlo, y no más correréis peligro de recaer en lo que es viejo.

Quiero intentar ayudar a vosotros, pues veo que aunque no os falte grande voluntad y ahínco para asimilar el nuevo, todavía no os podéis, sin embargo, decidirse a realmente abandonar de manera completa ese viejo, aunque corriendo el riesgo de que seáis considerados por el prójimo, inicialmente, como exquisitos en vuestras concepciones.

Y ese recelo, que no queréis confesar, existe en muchos casos. ¡Apenas solamente él os hace muchas veces hesitar en cumplir mi Palabra! ¡Podríais caer demasiado en la vista es lo que pensáis con relación a una u otra cosa, y encontráis toda suerte de objeciones ante vosotros mismos, como disculpa consoladora para el hecho que no cumplís tan integralmente mi Palabra y mi exigencia como seria necesario para la sagrada victoria de la Luz aquí en la Tierra!

¡Por consideración a personas y a otras contingencias molestas, restringís vuestros límites de cumplimiento, sin pensar que deja de ser cumplimiento, si falta una pequeña parte que sea en lo todo!

¡Jamás os tornaréis objeto de escarnio de los seres humanos, si cumpláis integralmente lo que es exigido por la Luz! Pero vosotros sucumbiréis con los seres humanos y con vuestros errores, si queráis tenerlos en consideración.

¡Debéis, pues, preceder, de manera modelar, a todos los seres humanos! No debéis esperar hasta que el viejo caiga por si, para luego os asociar, de buena voluntad, a todo lo que es nuevo; ¡al contrario, tenéis que iniciar ya ahora el proceso en vosotros!

Y para tanto debéis llamar la atención; ¡es deseado que todos hablen de vosotros!

Si no fuera eso, diferencia alguna existiría. ¡La ausencia de esa visible diferencia, sin embargo, sea en el modo de vestirse, en la forma de actuar o en vuestra manera de ser, os podría mostrar que, tal como los demás, permanecéis todavía en el viejo y errado, y que hasta ahora no lograsteis sobresalir de eso!

¡Sin embargo, si vosotros actuéis de esa forma, lo qué queréis esperar entonces de otros, que en la Tierra deben hallarse más alejados de la Luz y que tampoco recibieron la fuerza que fue dada a vosotros!

¡Con mi ayuda debéis empezar ahora! Para tanto quiero levantar velo tras velo de los misterios de la actuación de las leyes divinas en la Creación, las cuales, a pesar de las repetidas indicaciones, aparentemente todavía no son suficientemente comprensibles para vosotros, pues atribuís muy poco valor a eso. ¡Asimilad hoy mi indicación referente a la palabra humana, con la cual desenvolvisteis, poco a poco, vuestros idiomas!

La palabra se formó en la ley y por ese motivo posee en si mucho mayor significación de lo que oséis suponer. Por esa razón ya mostré los peligros del charlar liviano o de conversas injuriosas y os cité los frutos que tienen que crecer de tal proceder, en los efectos de las leyes primordiales de la Creación, tanto para la persona aisladamente como para los pueblos y las razas.

Pero esa influencia, de cada palabra, se extiende mucho más lejos, hasta en los detalles aparentemente ínfimos. ¡Por eso solamente alcanzará un punto culminante, duradero, aquél pueblo que vibre con su idioma en el ritmo de las leyes divinas de la Creación! Y también solo será duradero, si el idioma de ese pueblo permanezca siempre en esa situación, no se dejando desvirtuar por artificios o por artimañas del raciocinio.

Presentís, tal vez ya ahora, lo cuanto en ese sentido ya fue transgredido, cuantos obstáculos ya surgieron en el circulo evolutivo de muchos pueblos, únicamente por esa razón.

El desenvolvimiento progresivo de los sonidos de expresión hasta el idioma se ha procesado, en principio, de forma más o menos uniforme, vibrando en las leyes de la naturaleza.

Estaba y permaneció todo en orden, hasta que también ahí se entrometió el raciocinio, dislocando e impidiendo totalmente la vibración pura.

¡No debéis, sin embargo, pensar sobre eso de modo demasiado superficial! Los pueblos más primitivos, dotados de pocos sonidos de expresión, son capaces de vibrar de forma mucho mas armoniosa en las leyes, de lo que los más inteligentes pueblos, con su manera afectada de mantener conversación o de exprimir su opinión.

La cantidad de formas de expresión en si no importa, sino la manera de utilización y la composición; la secuencia de las palabras aisladas es que produce el vibrar cierto o errado, resultando sus consecuencias. Esto, sin embargo, está ahora igualmente torcido y por esa razón errado, como todo cuanto el espíritu humano formó para si en los últimos tiempos.

¡No podéis, sin embargo, aprender una diferenciación en esto, solamente podéis intuirla! ¡Solo podréis, pues, lograrlo, cuando habéis despierto nuevamente vuestra intuición, dejándola reinar libremente en vosotros mismos!

Os quiero dar, sin embargo, una indicación, que podéis usar como norma. Ya hace siglos fue preparada aquí en la Tierra por la Luz la venida del Hijo del Hombre, en todo cuanto era necesario para su misión de traer auxilio.

Así también el idioma, que Él necesitaba para el Mensaje proveniente de la Luz, para tornarla accesible, en clareza terrena, a esta humanidad terrena.

¡Había que ser preparado para eso un idioma en la Tierra, que vibrase del modo más puro posible en las leyes primordiales de la Creación, y cuyo modo de expresión no pudiese más tarde nuevamente ser torcido, a fin de que el Mensaje permaneciese puro para siempre!

Para esta finalidad el idioma alemán fue conducido cuidadosamente, ya hace siglos, a una perfección, que se ligaba con el vibrar uniforme de esta Creación y, de ese modo, es capaz de acoger la fuerza de la luz con la mayor intensidad y también la retransmite sin turbación.

¡Es por este motivo que el Mensaje proveniente de la Luz fue establecido en el idioma alemán, pues otro idioma siquiera podría reproducirlo con esa clareza y nitidez, sin restricciones, hasta el punto en que es posible comprimir la Palabra viva en una forma de materia gruesa!

El idioma alemán, debido a los preparativos realizados durante siglos, por muchos especialmente elegidos y agraciados para tal finalidad, dio al menos la posibilidad para que ahora el portador de la Palabra viva de Dios pudiese utilizar ese idioma, a fin de cumplir también en eso su misión aquí en la Tierra.

¡Por esa razón, el idioma alemán de mi Mensaje es, en la colocación de las frases y de las palabras, el único modo de expresión ejemplar para todo el futuro, porque vibra de modo puro en las leyes de la Creación!

¡Él puede y debe servir un dia, en su forma y modo de expresión, como directriz al idioma alemán, en maduración para su punto culminante, que tendrá que ser empleado por el futuro pueblo-guía aquí sobre la Tierra, por encerrar apenas en esta, y en ninguna otra forma, la máxima capacidad constructiva y conservadora recibiendo todas las poderosas ayudas del tejer de la Creación!

Buscad, pues, comprender lo qué esto significa. El idioma en esta forma agota las mayores fuerzas y actúa de esa manera moldando y formando vuestro ambiente, y, antes de todo, forma de la manera cierta, como quiere el Creador, lo que es siempre y solamente para vuestro máximo provecho, para la paz y para la felicidad.

Si torzáis nuevamente esta forma del idioma, él no más agotará aquella intensidad de todas las fuerzas y forma, también, a su vez, solamente además las cosas igualmente torcidas.

Por eso, esforzaos por comprender derecho el idioma y emplearlo siguiendo vuestra intuición, vibrando de modo natural en todo lo que pensáis o formáis en el hablar. ¡Con esto actuaréis benéficamente en la materia, pues formas puras sólo pueden ser moldadas con idioma puro!

¡Esa forma pura en el vibrar de la Creación os es dada ejemplarmente por el Mensaje! Conservadla para la humanidad y guardadla fielmente, no permitid que se la retuerzan y buscad tornar su forma vuestra propiedad; ¡luego, a través de la vida ejemplar, actuaréis con suceso en la Tierra, para el bien de todos los pueblos!

Con esto ya se os torna claro que dialectos de un idioma son errados y solo podrán traer perjuicios, porque a él le hace falta la pureza de ese idioma, la cual, como en toda parte, sólo puede mostrarse en la perfección.

El motivo de cada dialecto o es negligencia que rebajó la pureza original del idioma debido a un descuido, o fue la estagnación en uno de los escalones naturales e imprescindibles del desenvolvimiento del idioma en cuestión, una falta de progreso, una oposición a la ley del continuo desenvolvimiento para el auge de la pureza en todo, por lo tanto también en el idioma.

Ambas las posibilidades son condenables y dirigidas contra la ley primordial de la Creación, así también la manutención y el cultivo de los dialectos, sea por aficionado aprecio, o... por habito indolente. ¡Todo en eso está errado, no importando cuales los motivos! Y como el errado nunca es capaz de algo constructivo, pudiendo, al contrario, traer solamente perjuicios o por lo menos obstrucciones, que en si también ya constituyen perjuicio, deberá, poco a poco, ser evitado, a fin de que el ser humano en el futuro sólo produzca cosas provechosas para la Creación, no más siendo nocivo.

Por lo tanto, también el cultivo de un dialecto constituye una manutención del imperfecto, que, por su parte, solamente puede moldar cosas imperfectas. Y él molda, forma en cualquier caso, no importando si os decidisteis a cultivar los dialectos impensadamente o concientemente, intencionalmente, él forma con o sin vuestra voluntad. ¡Y como sólo puede formar cosas imperfectas, en acuerdo a la propia especie, luego los dialectos son nocivos, jamás útiles!

Reflexionad, pues, lo qué hacéis con eso y orientaos en acuerdo. Los efectos pueden tornarse devastadores.

Se dice frecuentemente que los idiomas se coadunan estrechamente con la manera de ser de las personas, lo que es correcto. ¡Y eso no se constata solamente en naciones diferentes, sino también en el propio pueblo alemán en todos sus dialectos, en las diversas maneras de hablar de un idioma uniforme!

Sin embargo, no es bien así, que la manera de ser de las personas forme esa manera de hablar; ¡al contrario, es la manera de hablar que molda las personas! ¡El poder de formación y de molde reside solamente en la palabra, en el idioma o, más incisivamente expreso, en la respectiva manera de hablar de las personas! Las características tan marcadas y tan destacadas de diversos grupos humanos con dialectos distintos surgieron originariamente de los dialectos; por intermedio de estos, los grupos humanos se desenvolvieron con el tiempo, llegando a sus características, no, sin embargo, de manera contraria.

Un dialecto pesado moldará seres humanos pesados, un dialecto agradable, que además tampoco existe, visto que solamente un idioma perfecto puede ser realmente agradable, jamás podrá moldar seres humanos pesados y toscos, mientras una manera de hablar superficial también producirá seres humanos superficiales.

Así, cada ser humano que quiera aprender algo de eso, puede observar fácilmente y con exactitud, incluso las minucias. Reconoceréis rápidamente cuan imprevisible es, en su fuerza, cada efecto del empleo de vuestras palabras humanas por sobre toda la materia, principalmente en el efecto retroactivo sobre vuestro ambiente más cercano.

Sin embargo, no solamente en la gruesa materialidad podéis constatar las consecuencias, pero sí seréis capaces de reconocer pronto también corrientes terrenamente invisibles. Cuando vuestro hablar esté en entera armonía con el vibrar de la Creación, con el tiempo la armonía se hará valer alrededor de vosotros, belleza y gracia surgían y florecerán.

¡La mayor belleza y la más apurada gracia, sin embargo, serán inmediatamente heridas por el empleo de dialectos o por pronuncia imperfecta, en todo caso, faltará en eso la pureza y eso se torna perceptible!

Las explicaciones se tornarían sin fin, si yo quisiese hablar con más pormenor sobre eso, sin embargo las breves referencias seguramente bastan para vosotros, a fin de que ahora podéis continuar a progresar personalmente en la observación, en la investigación y en el reconocimiento. Encontraréis por toda parte confirmación en las vivencias.

¡Pero no existe casi nada en que no buscáis introducir nuevamente, con satisfacción, cosas viejas en todas las cosas nuevas que ya os di! Principalmente en los pequeños deseos, al respecto de los cuales tantas veces ya os aconsejé.

También en eso tornáis siempre a ignorar lo que ya dije tantas veces: ¡que en las cosas pequeñas y sencillas reside la verdadera grandeza!

Y como buscáis mantener con grande tenacidad muchas cosas pequeñas y sencillas en los viejos conceptos tal vez irreflexionadamente, dirigiendo la mirada solamente para lo que es grande y distante, jamás podréis efectuar el verdadero comienzo para lo que es grande o para lo que se os figura tan grande y que, sin embargo, es solamente la consecuencia de todas las cosas pequeñas.

¡Por esa razón, esforzaos ahora, primeramente, por encontrar los errores básicos de todo cuanto es torcido y alejarlos en primer lugar, derrumbarlos, destruir en ellos todo cuanto es viejo, a fin de que entonces podéis comprender plenamente el nuevo sin turbarlo con los restos provenientes del viejo, que no más puede existir, en acuerdo al sagrado mandamiento de Dios!

Muchas veces encontraréis en el apenas aparente secundario y pequeño las palancas para las cosas máximas lo que es la consecuencia de toda la simplicidad de las leyes de Dios. Tornaos, por eso, sencillos en las intuiciones, de esa forma pronto obtendréis clareza sobre todo y no mas podréis errar como hasta ahora. ¡Sin embargo, urge el tiempo para ello, si queráis cumplir en la sacrosanta fuerza de Dios pues sin simplicidad no podréis obtenerla y mucho menos aprovecharla!

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