Resonancias del Mensaje del Grial 1

de Abdrushin


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61. Cómo el Mensaje debe ser asimilado

El ser humano terreno comete un gran error, cuando busca por saber espiritual: desea avanzar a saltos, en lugar de caminar paso a paso, con calma y con certeza absoluta. Apenas perciba alguna iniciativa, que lo quiera conducir hacia la búsqueda de valores espirituales, luego también ya pregunta por las ultimas cosas, que están muy arriba de la capacidad de comprensión de un espíritu humano.

Con eso él, ya de antemano, se torna incapaz de asimilar algo. Desorientado, desanimado, pronto desiste de la búsqueda. No raramente incluso brota rencor en su alma, y él ríe, burla y escarnece de otros buscadores, contra quienes inviste hostilmente. Sin embargo, esta hostilidad tiene su verdadero motivo en el sentimiento de un reconocimiento opresivo de que él propio no ha sido capaz de encontrar valores en el espiritual. El saber de su impotencia lo torna enemigo, al que se asocian envidia y celo.

Quien escarnece no es superior, sino está solamente amargado. Reside en el escarnio y en la burla una confesión franca de la propia insuficiencia, de la propia debilidad, de la incapacidad en relación a una determinada cosa, para cuya asimilación hace falta a un escarnecedor la capacidad de comprensión. O es la envidia, que habla en su intimo. Envidia del hecho de un otro poder comprender algo, que a él propio permanece incomprensible.

También es peculiar al espíritu humano que le hace falta el escarnio y la burla allá, donde imagina ser más sabedor. Estando realmente convencido de su saber, le hace falta cualquier impulso para hostilidad y enemistad. —

Luego, sin embargo, puede también el miedo hacer además con que el espíritu humano se torne lleno de odio. Antes de todo, miedo de ser despreciado por la opinión publica, miedo de que se torne conocido que su propio saber, hasta entonces por él tan orgullosamente mostrado, reciba un golpe debido a una cosa, que él mismo no es capaz de seguir, o que no puede seguir, sin clasificar su querer saber de hasta entonces como siendo fallo, si no falso.

Ése seguramente es, entonces, para un espíritu humano terreno, el motivo más fuerte para ataques, para escarnio y burla, sí, para los más repugnantes métodos de combate, que no retroceden ante mentiras y calumnias y pasan también, por fin, para agresiones, caso de otra manera un éxito no pueda ser conseguido.

Así es en las cosas mínimas, también como, en las máximas. Mientras más un ser humano, con su querer saber, tenía influencia sobre los semejantes, mientra más éstos tienen conocimiento de ese querer saber, tanto más enérgicamente él se cerrará siempre ante nuevos conocimientos, cuando provenientes del lado de terceros, tanto más desesperadamente trabajará también contra los mismos.

A muchos seres humanos les gustarían abrirse a un nuevo saber, aun cuando éste se opusiese a su imaginario y falso querer saber de hasta ahora, en la condición que nadie conozca sus antigas opiniones.

Cuando, sin embargo, los prójimos tienen conocimiento de eso, entonces su vanidad no admite que él se asocie a un nuevo saber, lo cual cambie lo suyo, pues él mostraría con eso haber andado errado hasta ahora. ¡Él, luego, lo rechaza, a veces también contra su propia convicción intima, que frecuentemente lo hace pasar horas difíciles!

Cobardemente busca entonces por palabras muy sonantes, que deben encubrir su vanidad, y el intelecto sagaz lo ayuda en ese sentido. Hace con que declare, con ares de dignidad, que se considera responsable ante aquellos, quienes lo siguieron hasta ahora en sus caminos. Por “amor” a los demás rechaza nuevo saber, para que no sea diseminada inquietación en aquella paz, que las almas de sus fieles encontraban en pensar de hasta entonces.

Son hipócritas condenables, quienes así hablan; ¡pues su tan alabada paz es solamente sueño, que mantiene el espíritu humano aprisionado y lo impide de moverse según la ley de Dios del movimiento, de desenvolver el espíritu, para que le crezcan sus alas para el vuelo rumbo a las alturas luminosas, de las cuales ellos, en su sueño de paz, tienen que quedar alejados!

¡Sin embargo, muchas personas corren de buen grado tras tales individuos nocivos a las leyes de Dios, porque la comodidad, que ellos enseñan, es tan seductora para los espíritus humanos indolentes! Es el camino largo de toda comodidad rumbo a la condenación, a las regiones de la descomposición. ¡No sin motivo el Hijo de Dios, Jesús, se refirió tantas veces al camino estrecho, duro y pedregoso rumbo a las alturas y advirtió al respecto de la autopista larga de la comodidad! ¡Él conocía demasiado bien la perezosa indolencia de esos espíritus humanos y las tentaciones de los adeptos luciferinos, que aprovechan la debilidad!

El ser humano tiene que moverse, si quiera alcanzar las alturas luminosas. El Paraíso lo espera, pero no baja hasta él, si él no anhele por él. ¡Sin embargo, anhelar no significa únicamente el pensar, pedir, mendigar, que hacéis hoy, anhelar significa actuar, moverse, para llegar hasta allá!

¡Los seres humanos, sin embargo, solamente mendigan y suponen que además serán conducidos hacia el alto por aquellas manos, que ellos antaño, llenos de odio, perforaron con clavos! ¡A vosotros todos es y será mostrado solamente el camino, oh perezosos, vosotros propios debéis recorrerlo! Para ello, os tenéis que esforzar.

Cuántas veces Cristo dijo esto, y, sin embargo, creéis que los pecados os pueden ser perdonados sin más ni menos, directamente, bastando que roguéis por eso. Vivís según vuestros deseos y anhelos y además mendigáis que os sea concedido auxilio divino para tanto. Esperáis ese auxilio, sin embargo, nuevamente solamente de aquella forma, conforme vosotros lo queréis, por lo tanto, incluso además en eso imponéis condiciones.

Pereza y presunción, por donde miréis. Nada más. También eso es pereza del espíritu, cuando, en el inicio del despertar espiritual, incoherentemente, ya preguntáis por las ultimas cosas. Con eso queréis solamente ver, en el comienzo, si vale la pena seguir el camino, que requerirá esfuerzos de vosotros. No sabéis cuan ridículo un ser humano se encuentra con tales preguntas ante aquél, que os puede dar la respuesta. Pues tales preguntas sólo pueden ser explicadas por alguien, quien, conciente, viene desde arriba, quien estuvo en las, para vosotros, ultimas cosas, que en la verdad son las primeras y que no deben ser nombradas de las ultimas.

Y quién viene desde arriba también sabe que ni un único entre los espíritus humanos puede ni siquiera presentir tales cosas, mucho menos conseguir asimilarlas concientemente en si.

¡Yo os trajo aquel Mensaje, de lo cual los seres humanos terrenos necesitan, si quieran acender espiritualmente! ¡Profundizaos bien en él! Sin embargo, en la mejor de las hipótesis la encontráis bella... y pronto preguntáis por cosas, que jamás podréis comprender. Por eso tampoco traen provecho para vosotros.

Cuando, sin embargo, habréis asimilado bien en vosotros el Mensaje entera y vivenciado, experimentado dentro de vosotros cada palabra de él, para convertirla en acciones, como evidencia de vuestra existencia en la Tierra, entonces ella se tornará vuestra como vuestra carne y vuestra sangre, de los cuales necesitáis en la Tierra para el cumplimiento de vuestra peregrinación terrena.

Si actuéis de esa forma, luego, consecuentemente, no más haréis esas preguntas; pues entonces os habréis tornado sabedores, tan sabedores, cuanto puede tornarse un espíritu humano. Y con eso también terminará, al mismo tiempo, el desear insensato; pues en el saber os habréis tornado verdaderamente humildes, habréis colocado de lado las debilidades de vuestra vanidad humana, del orgullo, de la presunción de vuestro querer saber propio y todos los muchos defectos que un espíritu humano ha adquirido.

Por consiguiente, quien hace esas preguntas y parecidas duerme además en la indolencia de su espíritu y solamente imagina, con eso, acentuar la actividad del espíritu y el fuerte impulso para la búsqueda. ¡No es diferente de un niño, que a él le gustase realizar una corrida y, sin embargo, ni siquiera aprendió todavía a caminar!

Tampoco podéis tomar del Mensaje partes aisladas, que os convengan, interesen en el momento; pues interese no basta para el aprendizaje espiritual, es suficiente solamente para el intelecto, no para el espíritu, que exige más.

Tenéis que tomar todo o nada.

Bien puede desde el interese surgir verdadera búsqueda, sin embargo, no fácilmente y muy raramente. También el fervor sólo perjudica; pues induce a saltos, que paralizan las fuerzas. Proseguir con serenidad, palabra por palabra, frase por frase, no leer y no aprender, pero, sí, como en la vida, buscar asimilar en imágenes todo, lo que con eso di. Penetrad en todas las profundidades de mis palabras, luego, sí, sólo entonces os podrá venir un presentimiento de que poseáis la Palabra de la vida en las manos, la propia Palabra Viva, que no fue compuesta por un espíritu humano con cosas aprendidas o imaginadas.

Solamente cuando vosotros propios os obliguéis así para la vida en la ley de Dios del movimiento armonioso, entonces la Palabra podrá tornarse vida en vosotros, a fin de os hacer subir hacia las alturas luminosas, que son vuestra verdadera patria. ¡Antes, sin embargo, destruid todas las murallas, que la pereza de vuestro espíritu, durante milenios, consolidó tan firmemente alrededor de vosotros, que amarran y mantienen abajo vuestras alas espirituales, a punto de que os baste el dogma rígido, muerto, sí, de que incluso os parezca grande, con lo cual vosotros hoy, solamente de forma vacía, buscáis servir a aquél Dios, que es la propia vida! —

A pesar de eso, además os aclaré, por fin, ante descripciones, aquello que llamáis las ultimas cosas, pero que en la realidad son las primeras, de manera que ahora no más resta ninguna pregunta a ser hecha en la existencia entera. Os di eso como recompensa; ¡pues para reconocer las descripciones, os debéis antes haber sometido al esfuerzo de asimilar vivamente palabra por palabra del Mensaje entero dentro de vosotros! Quién omite ese trabajo, éste jamás podrá comprenderme, aunque lo juzgue posible.

Evitad, por lo tanto, todo lo incoherente, pero profundizaos en cada una de mis palabras, desde el inicio, y frase por frase. Ser humano alguno es capaz de agotar aquí en la Tierra el valor del Mensaje; pues él se destina a todas las partes del Universo. No toméis indiscriminadamente, por partes, pormenores del Mensaje. Él es un todo, indivisible, como las leyes de Dios en esta Creación. El espíritu humano nada puede alterar en él, nada torcer, sin que perjudique a si propio. Tampoco podéis introducir nada desde afuera, no podéis, en lugares aislados, intercalar algo extraño, que os sea más agradable, no importando, si eso se origine de una doctrina conocida o de vosotros mismo.

Inalterado, tenéis que dejar mi Mensaje desde la primera hasta la ultima palabra, si él os deba traer provecho. ¡Tenéis, primero, que vivenciarla dentro de vosotros, para, entonces, formarla externamente para vuestra vida! Si actuéis así, luego caminaréis bien, y alturas luminosas se abrirán ante vuestro espíritu, para que os deje pasar en dirección hacia el reino más elevado del alegre actuar de los espíritus humanos bien-aventurados, el cual vosotros nombráis de Paraíso. Allá iréis, luego, presentir el puro espiritual, e intuir la fuerza del divino, que os ofrecí en descripciones como recompensa. ¡Preguntar, sin embargo, no más querréis, porque en medio a vuestra felicidad estaréis sin deseos! Luego el intelecto no más os atormentará, porque vivenciaréis todo.

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