Resonancias del Mensaje del Grial 1

de Abdrushin


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55. Decepciones

¡Cuándo es que el ser humano aprenderá a buscar en sí propio cada error, cada causa de fracasos y frustraciones! Parece que nunca lo logrará. Demasiado grande es su consideración por sí mismo, sin embargo, demasiado pequeño y limitado su pensar obstinadamente rígido.

¡Según las experiencias de hasta ahora, nunca lo aprenderá, porque no lo quiere! Permanece en su alma, aunque con la mejor y más bien-intencionada voluntad, siempre aún una reserva, y esa reserva es, en ultima análisis, siempre su querido “yo” con alguna particularidad, la cual además busca conservar con una tenacidad, que supera incluso la fuerza de la mayor buena voluntad.

Ese “yo” se mantiene profundamente oculto, tan profundo, que muchos seres humanos lo juzgan ni más siquiera existente. Sin embargo, él todavía se encuentra allí, y envía sus hilos de modo nocivo desde su escondrijo en tales momentos, en que el ser humano menos lo espera. ¡Se intromete en muchas cosas, y, en decisiones especiales, que tienen que ser tomadas con inesperada rapidez, el querido “yo”, por veces, se coloca incluso muy abiertamente adelante del deber del sagrado cumplimiento!

Caso, ante la fuerte voluntad hacia el cumplimiento, eso también solamente sea posible temporalmente, incluso así debilita el efecto de la voluntad de cumplimiento y retrasa muchas victorias, las dificulta o las convierte completamente imposibles.

Así el ser humano ha sido juzgado en el ultimo examen. Voluntariamente, él jamás renuncia totalmente a sus particularidades o deseos, ni siquiera bajo la acción del mayor dolor. El “yo” siempre tiene todavía algo a decir y se manifiesta, principalmente en el amor, que nutre por alguna persona prójima, y que él coloca encima de todo, sin que esa debilidad alcance correctamente la conciencia del ser humano.

Por lo tanto, el ser humano tiene que ser despedazado en su intimo, con el objetivo de, así, lograr las posibilidades de erigir dentro de si una nueva construcción en alabanza a Dios, la cual, únicamente, conduce el ser humano a la verdadera felicidad. Los ídolos de hasta ahora habrán que doblarse conjuntamente o ser exterminados por el golpe de espada, que será forzado por los propios seres humanos.

¡Seres humanos, cuan fácilmente podíais tener todo, y cuan difícil lo convertís para vosotros!

No podéis, por lo menos una vez, elevar vuestro pensar un poco que sea por encima de esa forma rígida, que criasteis para vosotros en el decurso de los milenios, para cuya evolución sacrificasteis voluntariamente periodos enteros, como si dispusieseis de ellos en abundancia, mientras las leyes eternas, tejiendo en la Creación, no os pueden conceder un único minuto siquiera para ser desperdiciado.

¡Cómo imagináis entonces aquello, que debe ocurrir ahora! Además, reflexionad alguna vez sobre eso, sin que os coloquéis de nuevo cuidadosamente al lado, para que no seáis alcanzados por vuestra mirada examinadora, como siempre lo hicisteis hasta ahora, porque vuestro habito no os dejó actuar o pensar diferente.

Moveos espiritualmente una vez de modo un poco más vigoroso, libraos de todas las formas rígidas, que os oprimen y devalúan.

¡Al ciclo de vuestro pensar hace falta la vida! Como os obligáis con eso a ser insignificantes en la buena fe, a perjudicar, con la mejor buena voluntad hacia el bien, a vosotros y a los demás, sí, incluso a profanar aquello, que a vosotros es realmente sagrado, quiero mostrar a vosotros una vez, solamente con un ejemplo:

Suponed que una persona llegue a un sabio para, pidiendo, ser informada si ella sigue su camino también correctamente, para donde éste conduce. Tal persona siempre está repleta de deseos y de preguntas. Y siempre se puede contar con seguridad que, de todas las preguntas, solamente muy pocas son realmente objetivas. En la grande mayoría son solamente de naturaleza puramente personal y terrena.

Aunque a ningún sabio le guste contestar tales preguntas, porque en el Mensaje está contenido todo cuanto cada ser humano necesita para sí, puede ocurrir que, cediendo a la solicitud, levante un poco el velo del camino, que además podrá surgir al indagador en la tejedura de las leyes. Este acoge ávidamente la respuesta, y busca, luego, orientarse por ella del mejor modo que le sea posible, sin embargo, siempre solamente de la manera como él propio lo imagina.

La imagen de las palabras, que pedió por ocasión de la visita, permanece ante él, de modo inabalable él se apega a ella hasta la hora, en que él imaginó el cumplimiento. El pensar, sin embargo, es construido en la mayoría de las veces por sobre sus deseos, moldado en acuerdo a sus conceptos enteramente personales, los cuales él siempre quiere tener considerados para sí como correctos.

¡Sin embargo, un momento así imaginado frecuentemente pasa, sin que alcance el cumplimiento! Tratándose de un ser humano de buena índole, luego él, meneando la cabeza, perplejo, tal vez resignado, preguntará a si mismo cómo eso es posible, visto creer firmemente en lo que fue dicho y que todo, lo que un sabio dice, tiene que realizarse, si éste realmente sea tan sabedor.

Entrará en conflicto consigo mismo, tal vez se consuele con la idea de, mientras tanto, esperar para ver lo que todavía acontecerá. En todo caso, sin embargo, en primer lugar su fe sufrirá algun enfriamiento y quedará abalada, si no sea capaz de encontrar un motivo, que le posibilite rehacerse de la decepción.

Tratándose, sin embargo, de un ser humano de mala índole, luego él pasará a escarnecer y a investir contra todo, lo que pueda estar relacionado a ese sabio, quien lo decepcionó y, naturalmente, también contra lo mismo personalmente. Envolverá incluso mi Mensaje, aunque con eso compruebe que él jamás la comprendió o que él no es capaz de depositar confianza en su propia convicción, en suma, que él propio, espiritualmente, nada es y que permanece sujeto a todas las oscilaciones de exterioridad terrena. Es el joyo, a que una tal personal se califica.

Luego no más se acuerda de que ya anteriormente hubiera poseído la convicción de la Verdad de mi Mensaje y hubiera podido intuir sus valores en sí y dentro de sí propio. Con eso, coloca también el Mensaje al lado, aunque él mucho le haya proporcionado.

Intentará insinuar dudas a todos los seres humanos. Aquello, que él propio hubiera reconocido como siendo bueno y que, tal vez, también ya hubiera experimentado en sí, él deja de mencionar y busca incluso torcerlo para el contrario. En eso, ningún ser humano se acuerda de, primeramente, examinando, observar una vez a sí mismo y investigar si los motivos de la no-realización de lo que fue dicho no estarían en él mismo y en su actuar.

¡Precisamente eso, sin embargo, sería lo más acertado! Pues toda la no-realización es siempre solamente la culpa de aquél así tan decepcionado.

Él puede cambiarse, sí, ya en la hora siguiente a la entrevista, con lo que convierte los cumplimientos imposibles. Luego que él propio no alcance aquello, que le aguarda en el camino, por lo tanto, lo que le está previsto, tampoco podrá cumplirlo integralmente. En lugar de eso, lo aguarda una otra vivencia; pues la vivencia en sí vendrá infaliblemente, solamente las formas para eso se alteran debido al propio comportamiento. Así, puede surgir sufrimiento en lugar de alegría, o el sufrimiento puede convertirse en alegría, ambos, sin embargo, traerán la vivencia de su espíritu, prevista para él.

Los bien determinados marcos de la peregrinación terrena se cumplen para cada espíritu. Sin embargo, la apariencia externa para eso, los motivos, que dan el inicio para eso, se orientan y se modifican en acuerdo a la vida interior de la referida persona.

¡El peregrino terreno, sin embargo, pone atención ahí solamente para todas las exterioridades, para la forma, a aquello, que queda sujeto a las alteraciones! Y por esa razón cría para sí decepciones y dudas.

Imaginad el siguiente cuadro: una persona camina por una carretera, que la conduce a Viena, apenas mantenga siempre la misma dirección.

Si ella luego preguntase a alguien, quien conozca exactamente la región:

“¿Dónde llegaré en esta mi caminata?”

El indagado, luego, evidentemente, habría que contestar:

“¡A Viena!”

Podrá, también, mencionar además algunas ciudades intermediarias, que el peregrino irá encontrar.

Sin embargo, si el peregrino, en el camino, aún antes de los lugares citados, por un motivo cualquiera, cambie su dirección, no llegará a Viena, a pesar de la verdad de lo que le hubiera sido dicho, pero, sí, a otro lugar cualquiera. Tal vez llegue a Paris, a Zurich o a Roma.

Apenas cambie de dirección en la carretera, se irá modificar con el menor cambio de dirección también el destino, y con eso los cumplimientos en su forma original, así, como hubieran sido previstos en la primera dirección del camino. Él, sin embargo, luego no tiene ningún motivo para considerar aquél, que le dio la información, un ignorante o incluso una persona que propositadamente solamente busque aparentar un saber. —

Tan sencillo como es el acontecimiento en esto, así también pasa con cada peregrinación del ser humano a través de su existencia terrena.

¡Si un ser humano pregunte para dónde su camino lo conduce, luego, bien podrá ser dicho por un conocedor con cuáles puntos él se deparará, sí, habrá que deparar en un camino, en lo cual él se encuentre en el momento de su pregunta!

Otra cosa jamás podrá ser dada a un ser humano. Siempre solamente información conforme la respectiva posición y la respectiva dirección del indagador, visto que éste, como todos saben por el Mensaje, conserva siempre su libre albedrío para decisiones propias. Él puede, por lo tanto, ya pocos minutos tras la pregunta, realizar interiormente un cambio, lo cual inmediatamente, de modo natural, también habrá que alterar el camino y sus destinos.

Si alguien dirigió, primeramente, sus pasos hacia Viena y, súbitamente, se vuelva en dirección a Roma, luego naturalmente llegará a Roma y no a Viena.

Con los caminos espirituales ocurre exactamente lo mismo. ¡Y éstos también se efectúan en la materia gruesa! Pues son determinantes para eso.

Yo dije muchas veces que ni siquiera un Hijo de Dios puede obligar un ser humano a volverse bien aventurado, visto que el libre albedrío de cada espíritu humano, con relación a sus decisiones, no será abolido.

Algunos se consideran especialmente grandes en su fe, cuando piensan que su camino terreno pueda ser visto por mí perfectamente, que entonces aquello, que yo les diga al respecto, en respuesta a la pregunta de ellos, impreteriblemente también habrá que venir para ellos. Y algunos seres humanos, por su vez, se muestran también tan indescriptiblemente pequeños en su suposición, de que, cuando algo de aquello no se realice, entonces yo, en la opinión de ellos, tampoco pueda ser un enviado de Dios.

Ambos los casos muestran solamente el desconocimiento de aquél, que así piensa sobre el actuar en la Creación en acuerdo a las sagradas leyes de Dios, que constantemente están en movimiento y que absorben inmediatamente cada voluntad de un ser humano, para atarlo a su efecto.

Incluso en el Juicio no es posible prever con exactitud cómo ese sagrado acontecimiento se cumplirá en cada uno individualmente. También en eso reside el movimiento hasta el ultimo instante. Muchos, que ya son considerados como perdidos, podrán ser salvos, y otros, que se juzgan firmes, todavía podrán caer.

La hora está precisamente determinada al ser humano, la especie de los efectos, sin embargo se orienta en acuerdo a su manera de ser en el momento del Juicio. La manera de ser se caracteriza al efecto retroactivo a través de la voluntad de su espíritu con todo, lo que todavía penda en él.

Quién, sin embargo, pecó nuevamente contra el Espíritu del Señor, para éste la sentencia ya fue pronunciada y ésta ya impele hacia su cumplimiento, de modo que para él la salvación no más es posible.

Mientras todavía estoy pronunciando estas palabras, ya sé que éstas, por su vez, solamente serán asimiladas limitadamente por los seres humanos, que lo asimilado será también por ellos comprimido inmediatamente en una forma rígida. Con eso, es quitada de lo que fue dicho, sin más ni menos, nuevamente toda la movilidad, y, por el pensar rígido, la Verdad ahora nuevamente regalada es rápidamente torcida, incluso antes de que pueda producir vida en vosotros.

Así se da conmigo en relación a todas mis palabras. ¡Los seres humanos no las asimilan así, como yo lo quiero! Y saber eso ocasiona fadiga. Aunque yo me decidiera por explicar siempre de nuevo lo que ya fue dicho, no sería en ultima análisis, hecho lo suficiente, se volvería un tener que explicar sin fin, pues que los seres humanos crían siempre de nuevo algun punto no aclarado para su pensar mezquino. —

A pesar de su atamiento a todas las consecuencias de las decisiones de su libre albedrío, el ser humano todavía posee suficientes posibilidades de movimiento en los caminos de sus peregrinaciones existenciales en la Creación, por lo tanto, también en la Tierra. El Cómo, Dónde, y Cuándo, con todos sus efectos, se halla en mi Mensaje, que en su forma no puede ser interpretado erróneamente, bajo la condición de que el ser humano se esfuerce por también escrutar bien mis palabras, al aceptarlas así, como han sido dadas por mí.

Cuando poseáis el Mensaje ante vosotros, luego tengáis que buscar os profundizar en mis palabras, exactamente correspondiendo a la disposición de las frases y de las palabras; ¡pues ésto conduce vuestro espíritu! ¡Yo utilizo vuestro idioma en su verdadero sentido, así, como él debe ser utilizado, con el objetivo de moldarlo de forma viva, no, sin embargo, como el intelecto torcido lo declara como cierto y bello!

Sabéis que cada nombre de un ser humano alcanza lo mismo todo. El ser humano es aquello, que su nombre dice, él no solamente se llama así. El nombre, sin embargo, también es una palabra. ¡Y así como ese realmente vive y actúa en sí, así vive y actúa también cada palabra de vuestro idioma por si misma!

Esto, sin embargo, todos los seres humanos torcieron, del mismo modo como a su intelecto. ¡Por eso, en primer lugar, cuando de la lectura de mi Palabra Viva, vosotros tenéis que colocar completamente al lado esas bromas nocivas del intelecto! ¡En eso, no debéis buscar pensar en aquellas formas, como vosotros las establecisteis para vosotros o como otros intentan establecer, siempre de nuevo, para vosotros, pero, sí os tenéis que obligar a dejar actuar la especie de mis palabras y también la manera de composición de mis palabras de forma influenciable sobre vosotros y a intuirlas correspondientemente!

Vivenciaréis luego milagros, si lo hagáis con seriedad; pues la especie de mis frases os da conceptos totalmente diferentes, imágenes totalmente diferentes, de lo que os darían las mismas palabras, si fuesen compuestas según vuestra especie.

¡Este trabajo todavía no tuvisteis hasta ahora! Todavía no aceptasteis aquello, que se ha convertido nuevo en mi manera de hablar, pero, sí, pensáis todavía en acuerdo a vuestros principios intelectivos usuales, que en los últimos años, e ya muchas veces, fueran cambiados, sí, vosotros los empleáis incluso en la lectura de mis palabras.

¡El idioma lleva, en la realidad, tanta vida propia en si, como también cada palabra aislada, de modo que él no puede ser modificado futilmente, sin debilitar en los efectos! Tendré, primero, que os enseñar a comprender y a emplear acertadamente vuestro propio idioma, visto que también en eso fuisteis desviados por sutilezas intelectivas.

Intuitivamente encontrasteis otra vez la expresión bien acertada para aquello, que los esfuerzos de vuestro intelecto quisieron criar hasta ahora, cuando decís que su finalidad consiste en tornar el idioma más fluente, más corriente, para que pueda ser leído más rápida y mas fácilmente.

¡Con el tornarse fluente, sin embargo, anda de manos dadas la dilución! El tornar más fluente el idioma por intermedio de los esfuerzos de vuestro intelecto nada más es de lo que la dilución del idioma, con lo que también su fuerza, lo imponente en él es debilitado, o se pierde totalmente.

La posibilidad de una lectura más rápida y más fácil, sin embargo, dice respecto únicamente al intelecto, para que a éste sea más cómodo.

¡En todo reside solamente el impulso hacia la superficialidad, que de manera tan deplorable caracteriza la época actual, como coronación de los esfuerzos de vuestro intelecto desde milenios!

La intuición, vuestro espíritu, habla de manera diferente, eso podéis notar también en cada sentencia que os es dada desde la Luz. Ya recibisteis tanto de eso, sin embargo nada aprendisteis con eso.

¡Mirad hacia mí y os orientad por mi! Así fue mi llamado desde el inicio. Yo os traigo el Nuevo; ¡pues todo debe volverse nuevo en acuerdo a la sagrada voluntad de Dios, también el empleo de la habla, que no debe ser elaborada para la conversa superficial!

Como ahora, sin embargo, la manera correcta del idioma parece extraña, muchas personas se chocan con eso. ¡Uno, la considera demasiado sencilla, otros, tal vez, forzada o, incluso, no utilizada correctamente por falta de habilidad y muchas cosas más, mientras que, en la verdad, ella os renueva la exactitud de cómo tiene que ser utilizada de hecho, para que pueda vivir y os hablar de modo vivo, para que sea capaz de tocar y abrir vuestra alma, que no solamente adule las debilidades de vuestro intelecto superficial! ¡Para que vibre en el ritmo sagrado de las leyes eternas!

Profundizaos, por lo tanto, en la manera del idioma, pero con vuestro espíritu, que exige mucho más. ¡Tened el trabajo de primero comprenderme una vez en la Palabra!

Cuando, entonces, tengáis comprendido una vez las palabras de mi Mensaje en todos sus valores, luego conoceréis también todas las leyes naturalmente actuantes en la Creación. Luego, para vosotros no más habrá ninguna decepción; ¡pues vosotros mismos os volvisteis sabios!

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