Resonancias del Mensaje del Grial 1

de Abdrushin


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48. Sonidos navideños vibran exhortando por el Universo

¡Las campanas de Navidad anuncian de esta vez el inicio del fin de una era universal! La humanidad deja que los sonidos actúen por sobre ella de modo confortador, con la idea de que ellos anuncian al respecto de la existencia de su Redentor, que antaño vino a la Tierra y por ella luchó, por ella sofrió y murió.

Los seres humanos oyen un consuelo en eses sonidos, una satisfacción interior, a la cual buscan entregarse, por que juzgan que en eso reside fe.

Todo eso, sin embargo, nada más es de lo que un estado difuso de la indolencia espiritual humana, que los quiere hacer pasar dormitando hacia la muerte espiritual, que los extermina de esta Creación como imprestables.

¡Y muchos de los seres humanos terrenos ya están dormitando! Otros son azotados por la aflicción. No pueden sentir ninguna alegría con esos sonidos, que dejan los terrenalmente saciados en un estado de agradable satisfacción. Para ellos ese tocar significa nuevas preocupaciones, nueva pena y nuevo rencor contra el destino, que, aparentemente con injusticia, así los negligencia y los tortura. En eso la exasperación aumenta en ellos lentamente contra los prójimos, los cuales, según su opinión, están pasando mejor de lo que ellos propios.

Existen también muchos que, postrados por una enfermedad, reclaman contra aquella inevitabilidad de la providencia, que justamente les quitó una pura alegría de la fiesta.

Y otros, a su vez, metidos en el trabajo, no piensan en nada, sino en los logros, que pretenden aferir con su trabajo.

¡Siquiera uno, entre todos los seres humanos, oye en ese tocar aquél sonido angustioso que en él vibra, que enteales temerosos buscan emitir así como la ultima advertencia antes de la funesta tormenta! ¡Ellos anuncian el fin repentino de una era universal!

Los seres humanos, sin embargo, nada oyen de eso, están demasiado ocupados consigo mismos. No tienen tiempo para otras cosas, aún menos para una profundización interior y para el auto-reconocimiento, que sería tan urgentemente necesario en esas horas. Así permanecen sordos al peligro, y no dan atención a las olas que se acercan tempestuosamente, cuya fuerza aplastadora los enteales, presintiendo, ya intuyen.

Cuando entonces la grande desgracia se lance sobre esta Tierra, no más habrá ningún parar tampoco retroceder. El fin habrá que ser saboreado, por más amargo que sea el gusto.

¡Escuchad el sonido de las campanas y reconoced lo que él los quiere decir de esta vez! Hay algo en él que hasta ahora nunca hubo. Desaprendisteis, sin embargo, de oír algo en eso. Os cerrasteis contra todo el tejer en la Creación, ya desde largo tiempo, y por esa razón no más lográis percibir todas las advertencias, pero, sí, tambaleáis, desatentos, a la orilla del mortífero abismo, donde cada paso inseguro os puede traer la destrucción.

Y en eso todavía mantenéis los ojos bien cerrados, porque no más podéis soportar la Luz, pues ella os ofusca, provoca dolor, en lugar de os confortar y fortalecer.

Míseros, vosotros quienes, por esa razón, no más podéis recibir la Luz, y solamente las tinieblas os parecen benéficas; id, reunid toda vuestra fuerza y escuchad dentro de vosotros, alrededor de vosotros, hasta que descubráis el peligro amenazador; pues al contrario él caerá por sobre vosotros de modo totalmente inesperado. Sin embargo, ya os debéis apurar; pues poco tiempo resta a vosotros para eso.

¡Tampoco ahora os será más facilitado, porque no quisisteis oír las advertencias de Dios, pero vosotros os mantuvisteis, sí, cerrados a cada exhortación proveniente desde la Luz, así que en eso fuese esperado y exigido que finalmente deberíais despertar del estado de indolencia espiritual, con el objetivo de espiritualmente vibrar junto en a ley del movimiento!

Y esa exigencia proviene siempre desde la Luz, mientras todos los artificios de las tinieblas permanecen dirigidos para la comodidad espiritual. El diferenciar ahí no es tan difícil para vosotros, si apenas tengáis la voluntad para eso. Pero es precisamente eso que os hace falta.

Comodidad quedará siempre contra la ley de la Creación, que contiene la voluntad de Dios y exige el movimiento; pues la comodidad del espíritu humano se convierte en indolencia, que conduce al sueño letal, y, con eso, al fallar en la Creación y a la destrucción. No existe un camino, que sería capaz de desviar de tales consecuencias. Inteligencia habilidosa no es movimiento espiritual.

Y que debéis quedar incondicionalmente sujetos a esas gravísimas consecuencias es lo que las tinieblas quieren. El llamado proveniente desde la Luz siempre exigirá la vivacidad; pues al contrario ocurre con cada espíritu humano en la Creación como con el nadador en la corriente. Si no se mantenga ante constante movimiento en la posición que ocupó, entonces la corriente lo arrastrará apenas quiera descansar, y él tendrá entonces que multiplicar los esfuerzos, para finalmente volver, muy cansado, para la misma posición, que con pocos esfuerzos podría tener mantenido como que jugando. Y con la reconquista de la posición antigua, tampoco ganó algo más, a pesar del grande esfuerzo.

¡Convertíos una vez, con un único movimiento, realmente espiritualmente libres! Entonces, reconociendo, encontraréis por toda parte solamente un grande e indecible amor de Dios, para dondequiera que miréis. Estáis, pues, cubiertos por él y no ponéis atención, tal como niños regalones, sentados de malo humor ante la mesa puesta, por no sentir más atracción por golosinas, que pueden comer a diario, cuando quieran.

¡También vosotros estáis sentados ante la mesa puesta de esta Creación y os acostumbrasteis siempre solamente a tomar de ella inescrupulosamente! Entre el tomar exigiendo, sin embargo, y el poder recibir con voluntad pura existe una grande diferencia.

Anduvisteis demasiado bien en la Creación. Vuestro libre poder querer os convirtió en seres humanos arrogantes. ¡Jugasteis con eso en la arrogancia y — ahora, en el final, perdisteis ese juego! Ahora, pronto llegará a vuestra conciencia cuál el valor que tuvisteis en las manos con el libre poder querer, al cual jamás pusisteis atención; sobre todo, tampoco pensasteis que tal valor también resulta en obligaciones, que se encuentran en el reconocer de la responsabilidad por ese grande feudo.

Livianamente lidiasteis con el poder querer, por esa razón él ahora tendrá que ser quitado de vosotros, hasta que antes vosotros os mostréis dignos de, por su vez, recibirlo nuevamente. El ser humano, con su manera extraña, lamentablemente sólo logra apreciar aquello, que tuvo que adquirir penosamente para si, o solamente cuando repentinamente le es quitado algo, al cual hace mucho esté habituado. ¡Solamente lo que fue quitado despierta en él el concepto de valor!

¡Todo eso también está contenido en las torsiones de su ser, en las cuales encontró la presunción y en eso desaprendió por completo de recibir verdaderamente!

Reside en la capacidad de recibir algo tan inestimablemente grande, como hoy todavía no sois capaces de comprender, al contrario no o pisotearíais continuamente tan desdeñosamente con los pies, tampoco lo dejaríais desapercibido. ¡Reside en eso la verdadera condición humana! ¡Recibir conciente y verdaderamente las gracias de Dios, solamente eso hace del ser humano un ser humano!

En eso, sin embargo, la presunción debe estar totalmente eliminada, al contrario no existe un verdadero recibir. Con presunción al fondo no podría ser posible. Y quién aprendió primero una vez a recibir de modo acertado, éste también distribuirá de buen grado de forma correcta. Con eso él cumple entonces la predominante ley básica del puro amor, que perfluye de modo luminoso, irradiante y victorioso la Creación: ¡que solamente en el dar también reside el verdadero recibir!

El proceso está firmemente anclado en cada acontecimiento espiritual, sin embargo él se efectúa también hasta la materia gruesa. ¡Ved la fiesta de Navidad!

¡Cuán pocas personas existen, que saben dar de manera acertada o simplemente dar! Una señal de la propagación de la ilimitada superficialidad; pues un regalar impensado es hecho superficialmente, lo que constituye solamente una consecuencia de la indolencia espiritual, adquirida por muchos seres humanos. Entonces tampoco es de se sorprender que tal regalar frecuentemente sólo traiga poca alegría.

¡Sin embargo, si regaláis ponderadamente, con comprensión intima, entonces ese dar también está mezclado con legitima alegría y con amor, que, a su vez, dejará que vosotros donadores sean ricamente regalados en ese dar por medio de la alegría que despertáis, aunque sea solamente una palabra cierta en el momento cierto!

El regalador, que da correctamente, sin embargo, es severo en su elección. Jamás, por ejemplo, tendrá la idea de dar dinero como regalo a una persona liviana, que lo utilizará siempre conforme su manera liviana, en perjuicio de si propia y tal vez todavía de otros, aunque sea solamente en perjuicio de la salud de si propia y tal vez incluso la de otros, aunque sea solamente en perjuicio de la salud de su cuerpo terreno, al ocuparse con el fumar, beber u otras extravagancias, para lo que vosotros, entonces, ha proporcionado la ocasión por medio del regalo mal empleado.

Es increíble cuánto precisamente en eso muchas veces se peca por superficialidad en el dar, al cual hace falta todo el amor. Eso muestra, entonces, claramente, que el regalador solamente se empeña en se ver libre rápidamente de una costumbre incomoda ante cumplimiento.

Por esa razón, todo, lo que quieras dar, deis con ponderación y amor; pues esto ya os hará intuir lo que es lo cierto.

Los seres humanos podrán reconocer su propio estado torcido más fácilmente en el modo, como se encuentran en la Creación. Todo es, pues, amor purísimo, que desde ella florece a su encuentro, aunque contemplen solamente la propia Tierra. Con excepción de aquello, que proviene desde los seres humanos.

Los propios seres humanos, sin embargo, no más logran recibir, pero, sí, quieren encarar de modo autoritario y exigente todas las dadivas con aquello, que ellos propios crearan para si: ¡con el dinero!

Lo consideran mucho más de lo que todos los objetos, que con él pueden comprar, para que con él alegren a si propios así como a otros. ¡Se torturan a causa de ese dinero, se persiguen, se atacan y se engañan, calumnian, roban, asaltan, matan, no a causa de la belleza y de las dadivas de esta Creación, que les son ofertadas espontánea y fácilmente, pero, sí, solamente a causa del dinero, de los bienes que con él se compra, y también a causa de los placeres, que con él pueden proporcionar a sí mismos, placeres, que su intelecto crió!

¡En todo eso vosotros no encontráis ningún anhelo por una vida terrena con trabajo sereno de un ser humano que, en silencioso agradecimiento a Dios, todavía se alegra con las bellezas de esta Creación! Tal ser humano, con una sonrisa, es denominado de muy extraño, que no posee impulso hacia algo “superior”. Con ese superior, sin embargo, se entiende todo lo que es bajo, que consiste en la insensata acumulación de bienes terrenos, solamente para poseerlos, para con eso proporcionar a sí propio, y talvez a algunas personas que les son más cercanas, un estilo de vida aún más opulento, que infaliblemente traerá grande daño espiritual de múltiplas maneras; ¡pues la permisión de ser rico compromete, no solamente ante los seres humanos, sino también ante el Criador!

¡Muchos de esos seres humanos terrenos progresarían mejor espiritualmente, si no pudiesen usufructuar sus vidas terrenas cómodamente! Como es en todo, igual también debe ser en relación a la riqueza: ella permanecerá en el futuro solamente con aquél, quien sepa lidiar con ella del modo deseado por Dios, que, por lo tanto, la conduce para bendiciones. En tales manos ella crecerá continuamente.

Ese ídolo se convertirá, ahora en el Juicio Final, destrucción para los seres humanos terrenos, para que en el vivenciar reconozcan esa correría desorientada como aquello, que ella es: ¡indigna de la humanidad, que tiene deberes ante su Criador!

¡Si la Palabra Sagrada del Hijo de Dios, Jesús, tuviese sido asimilada correctamente por la humanidad hace dos mil años, entonces todo hoy hubiera que tener un aspecto diferente de lo que lamentablemente tiene!

¡Al ser humano, antiguamente como también hoy, hace falta para eso, como en toda parte, la voluntad para el verdadero recibir! Él no más logra recibir, porque su presunción envenenó totalmente el suelo necesario para eso. Y por eso también asimiló la Palabra de modo torcido desde el principio. En eso nada fue mejorado o reparado en este ínterin, pero, al contrario, además alterado por el querer humano, que solamente conoce un blanco: interpretar todo de tal manera, que le traiga provecho del modo más cómodo y, antes de todo, no lo inquiete de ninguna manera.

El ser humano no considera ahí que fue la Palabra de Dios y no una palabra humana, que ella, por esa razón, tampoco debe ser interpretada conforme el sentido humano. Vino desde arriba hacia abajo, hasta la Tierra, y no partió de esta Tierra.

Se convierte difícil para mi, decir mucho sobre eso, porque es demasiado desagradable enfocar la rigidez limitadora, con que las sublimes palabras de Jesús todavía hoy son enseñadas y, además de eso, interpretadas según los deseos de la humanidad, mientras ellas eran de comprensión universal.

Los seres humanos de esta Tierra, que, hoy, en su bajo nivel con relación al verdadero reconocimiento de Dios, se superan en muchas cosas, para las cuales ellos propios miran con asco, cuando deparan con algo análogo en el lejano pasado de los pueblos terrenos, sólo que bajo forma diferente, formaron del sublime significado de las palabras de Cristo caricaturas, que corresponden exactamente a su comodidad espiritual y a su pender por pose terrena e influencia terrena, sí, que lo apoyan y facilitan extraordinariamente su realización. En esa dirección fue cambiado el maravilloso sentido de muchas palabras de Cristo.

El Juicio divino hablará así a tal respecto pronto, mejor y más nítidamente de lo que palabras terrenas lo logran, y solamente lo que realmente fue legitimo y es legitimo permanecerá todavía de aquello que existe. —

Así, fue completamente en vano el grande sacrificio de amor, que Jesús trajo, cuando la Estrella de Belem anunció su nacimiento terreno a la humanidad. Los seres humanos ya en aquél tiempo no más fueron capaces de recibir esa inaprensible dadiva del amor de Dios de modo verdadero y con pura humildad; ¡pues su presunción ya era demasiado grande!

¡Sí, los seres humanos están mal acostumbrados! Por eso no más entreven, en la superabundancia de todas las dadivas que pueden agotar, el grande amor de Dios, pero en la arrogancia se convierten autoritarios o porfiados. En ambos los casos ellos mismos estragan las alegrías, que podrían sentir, porque así envenenan en sí mismos cualquier placer puro, que solamente un verdadero poder recibir ofrece.

La consecuencia de eso, a su vez, es desanimo, apenas no más puedan agotar de la abundancia. ¡Quedan entonces recelosos, porque no poseen la confianza en Dios en el sentido cierto, como es necesario a aquél, que valientemente quiere enfrentar tormentas! No es un capitán de pleno valor aquél, que todavía no pudo conducir su navío a través de fuertes tormentas.

¡En la confianza en Dios reside, si observes bien, obediencia a Dios! Y obediencia a Dios el ser humano ya desaprendió totalmente. Eso a él no le gusta, en su ilusión de ser el soberano de esta Tierra. En eso, no reconoce que se convirtió solamente en una pésima caricatura de un verdadero soberano, como él, por toda parte bajo la presión del intelecto, crió caricaturas estrechamente delimitadas en lugar de aquello, que debería criar.

Así no se convirtió en un sabio soberano en la Creación, pero, sí, en un déspota *(Tirano, opresor) ignorante y obstinado, contra quien se rebela ahora todo, lo que vibra y quiere vibrar correctamente en la voluntad de Dios.

¡Autoritario y porfiado! Esas son características de los seres humanos, que se elevaron por sobre las masas espiritualmente indolentes, que trotan por su camino. Entre esos seres humanos espiritualmente indolentes se encuentran naturalmente muchos especialmente inteligentes, una vez que intelecto y espíritu no pueden ser considerados la misma cosa. Existen personas inteligentes muy activas, quienes, sin embargo, dormitan espiritualmente, o cuyo espíritu se encuentra firmemente emparedado, restricto de la peor forma.

Por otro lado, existen seres humanos espiritualmente fuertes, que son extremamente valiosos para y en la Creación, sin que los prójimos, grueso-materialmente, noten algo de eso. Esto ocurre, porque los seres humanos no consideran todos los frutos indirectos y ricos de tales maravillosas irradiaciones como consecuencias de la constitución espiritual de tales personas, a las cuales ellos terrenamente no dan grande valor, por no haber se destacado con actividades del intelecto.

Lo que realmente es más elevado, el ser humano de hoy no sabe apreciar, porque no lo conoce más. Y, sin embargo, espíritu e intelecto podrían se llevar muy bien, sí, el trabajo conjunto debe existir en la Tierra, si el ser humano, como consecuencia inmediatamente visible, quiera realizar algo de grande en la materia gruesa. Pero, en eso, el espíritu tiene que estar encima del intelecto y guiarlo.

Entonces la bondad espiritual prepasará y calentará vigorosamente todos los actos del intelecto terreno, con lo que también los castigos, aunque en la mayor severidad, contendrán amor. ¡Amor, que en cada castigo solamente ve el camino para la ayuda, así como es únicamente cierto de acuerdo a las leyes omniscientes de Dios! Bajo castigo no se debe entender algo, que deba compensar alguna culpa solamente en la misma moneda. ¡No encontraréis nada tan uniteralmente configurado y pensado en toda la Creación, que no sea el pensar y el actuar, que el espíritu humano crió para si!

¡En eso tenéis que reconocer inmediatamente que no pensáis tampoco actuáis de acuerdo a la voluntad de Dios, pero, si, que sois obligados a os transformar ahora completamente también en eso, si es que se deba hablar de un Reino de Dios en la Tierra!

Mucho trabajo se encuentra ante vosotros, pero primeramente el grande trabajo en vosotros propios, antes que pueda surgir una edificación en acuerdo a la voluntad de Dios, que contenga bendiciones en si y fuerza para subsistir, para lo que, pues, debéis proveer la base como firme apoyo terreno.

¡Yo sé que estáis dispuestos a hacer lo máximo para eso! ¡Trabajaríais alegremente dia y noche, sin cansar, haríais también de buen grado todos los sacrificios que os sean posibles, con la disposición de personas realmente buenas, que sois, sin embargo trabajar en vosotros propios, primero dentro de vosotros, eso se os convierte amargamente difícil! Se convierte difícil para vosotros, porque todo vuestro pensar no estaba sintonizado con eso.

Queréis, sí, hacer todo, también lo intentáis, pero siempre de nuevo resbaláis ahí para los carriles de los viejos hábitos del comportamiento humano, que, provenientes de milenios, todavía hoy pesan sobre vosotros de modo embarazador.

Vosotros, que asimilasteis mi Mensaje, sin embargo, os halláis muy cerca de eso, ya estáis en el despertar, y será necesaria solamente un pequeño arranque dentro de vosotros, con el objetivo de os convertir libres para las cosas grandes.

¡Y ese arranque, que es decisivo en eso y tan fácil, éste no sois capaces de dar! ¡En eso sois como un niño muy pequeño, ante del cual se encuentra una raya de gis, que él no quiere transponer, por pensar no poder hacerlo! Y no más de lo que una tal raya de gis se encuentra ante vosotros como obstáculo. Una raya de gis, que solamente os confunde, pero que jamás puede convertirse el menor impedimento, desde que esa hesitación no provenga de vosotros, por ser demasiado recelosos para dar ese paso tan necesario.

¡Pero tendréis que lograrlo, y ya tenéis la fuerza dentro de vosotros! La clave para eso es exclusivamente el singular y, sin embargo, tan simples secreto del verdadero poder recibir, que florece solamente de la legitima humildad.

En eso no necesitáis aprender adicionalmente siquiera lo mínimo, pero, si, solamente remover lo que todavía tenéis colgado en vosotros de cosas antiguas y gastadas, o lo que tenéis ante de vosotros, obstruyendo el camino.

¡Convertíos nuevos dentro de vosotros, vosotros que queréis seguirme, entonces también vuestro ambiente se formará nuevo en la presión, que proviene de vosotros y que irradia a través de vosotros! Pues solamente en el convertirse nuevo formaréis un pasaje puro hacia la fuerza de Dios, que os prepasa ya desde largo tiempo.

¡Se trata de un pequeño, muy pequeño paso, que todavía tendréis que dar, pero él es inevitable y tan importante, que transformará y fortalecerá todo vuestro pensar para los más maravillosos efectos!

¡Dios espera por vosotros! ¡Y Él esperó, lleno de gracias, para que no tuvieseis que sucumbir en la hora de vuestra aflicción!

¡Hay que ser criada una base firme e inabalable, de esta vez para una nueva era! Una base, que irradia de modo puro, límpido como cristal sobre todos los seres humanos. ¡No debe nuevamente poder ser convertida superficial y torcida, como ocurrió antaño, cuando Cristo Jesús vino a la Tierra y su tan grande sacrificio de amor no encontró junto a la humanidad aquel suelo, que pudiese ser capaz de recibir con pureza esa dadiva de Dios!

Tomad el recuerdo de hoy del nacimiento del Hijo de Dios, Jesús, en la Tierra como motivo para dar ese ultimo paso, que todavía os es necesario, para el cual ya hace mucho levantasteis vuestro pie. Haced el esfuerzo y caminad valientemente. No es difícil, y continuamente os acordaréis entonces de eso agradecidos.

¡Rogad a Dios para que esta fiesta ahora también pueda convertirse el dia de vuestra renovación para vuestra grande transición!

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