Resonancias del Mensaje del Grial 1

de Abdrushin


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Contenido


43. Peregrina un alma...

Expliqué en las dos ultimas disertaciones los acontecimientos ligados directamente a la existencia terrena de los seres humanos en los planes de la materia gruesa mediana, denominada hasta ahora de plan astral por aquellos, que de esto tienen conocimiento.

Además de los acontecimientos allí mencionados, existen todavía muchos otros, que también pertenecen a los campos de actividad de los enteales. Pero como esos tipos de actividades sólo entran indirectamente en contacto con las almas humanas, queremos por hoy además silenciar a ese respecto y tratar primeramente de lo que está más cercano: la propia alma humana en ligazón con lo que ya fue explicado.

Seguidme, por lo tanto, en un breve trecho en el camino, que un alma tiene que peregrinar después que se desprende de su cuerpo terreno. En eso, vamos a observar los primeros pasos.

Nos hallamos en la materia gruesa mediana. Ante nosotros vemos los hilos del destino con espesuras y colores diversos, de los cuales hablamos en las ultimas disertaciones, cuando observamos la actuación de los pequeños enteales. Desliguemos una vez todo lo demás; pues en la verdad, muy cerca y entrelazándose, existe mucho más en el trayecto de lo que solamente esos hilos. Todo en la más rigurosa orden, vibrando en acuerdo a las leyes de la Creación. Sin embargo, no miremos hacia la derecha tampoco hacia la izquierda, pero, sí, permanezcamos solamente con esos hilos.

Aparentemente, esos hilos se mueven solamente sutilmente, sin actividad especial; pues son aquellos que han sido hilados ya hace tiempo. De repente, uno de ellos empieza a estremecer. Estremece y se mueve más y más, infla, intensifica el color y comienza a volverse más animado en todo... Un alma se desprendió del cuerpo terreno, a lo cual está ligada a ese hilo. Se acerca del sitio donde estamos aguardando.

Es una escena que se parece a una manguera de bombero, en la cual de repente es bombeada el agua. Uno puede observar exactamente el trayecto del agua que se acerca, como ella sigue avanzando más y más en la manguera. Así es el proceso con los hilos del destino que llegan al rescate, cuando el alma tiene que peregrinar por el camino así trazado. La irradiación del espíritu en el alma se adelanta a ella y vivifica el hilo de su camino, aunque tal hilo hasta entonces haya actuado solamente de modo débil. En esa vivificación se refuerza la tensión y tira el alma más energéticamente hacia el punto, donde se halla el prójimo anclaje de este hilo.

En ese sitio de anclaje hay un hormiguear de especies congéneres de esos hilos, que están ligados a almas, que todavía se hallan en la Tierra en cuerpos terrenos de materia gruesa. Otras almas, a su vez, ya se encuentran en ese sitio, después de haberse desligado de la Tierra y ahora deben saborear aquí en este sitio los frutos, que maduraron por la actuación y por los cuidados de los pequeños enteales, según las especies de los hilos, que actúan como cordones de semillas.

Las formas de eses frutos son, en este sitio, de una especie muy determinada y uniforme. Supongamos que sea un sitio de envidia, que en la Tierra es tan difundida y que tiene entre los seres humanos terrenos un suelo excelente.

Por eso también el sitio de anclaje de esos hilos es inmensamente grande y variado. Un paisaje junto al otro, ciudades y aldeas con las correspondientes actividades de toda la suerte.

En toda parte, sin embargo, acecha de modo repugnante la envidia. Todo está impregnado de eso. Ella tomó formas grotescas, que se mueven y actúan en esas regiones. Actúan en todas las almas, que son atraídas para ese sitio de modo más acentuado y fuerte, para que las almas allí vivencien en sí más fuertemente aquello, con lo que importunaron sus prójimos aquí en la Tierra.

No nos vamos a ocupar con descripciones pormenorizadas de ese sitio; pues es constituido de especie tan múltipla, que una imagen fija de eso no es suficiente para proporcionar siquiera la sombra de una noción. Pero la expresión repugnante es una denominación suave y mucho atenuada para todo eso.

Hacia aquí conduce el hilo que estábamos observando y que vimos convertirse de repente más móvil, de color más intenso, más vivo, con el acercarse del alma que se desligó de la Tierra.

Mientras el alma se traslada ahora para aquél sitio, también allá, en un muy determinado punto, donde el hilo está firmemente anclado, todo se convierte gradualmente más móvil y colorido, denominemos calmamente de más animado. Todo relampaguea.

Ese reanimar parte de modo totalmente inconciente del espíritu del alma; proviene de su irradiación, aunque esa alma, como en la mayoría de los casos, recorra el camino con los ojos todavía cerrados. En el local, ella despierta entonces allá, donde con su aproximación, a causa de la irradiación, el ambiente ha recién vuelto más animado; pues son los frutos de aquel hilo, o tal vez también de diversos hilos, que se halla o se hallan ligados a esa alma, toda vez que fueron generados por ella.

Debido al volverse vivo del alma en cuestión en la propia irradiación, el espíritu inherente a esa alma imprime a su nuevo ambiente, que ya lo aguardaba, un determinado cuño muy personal, que es siempre diferente de lo de las otras almas. Es, con eso, por así decir, siempre para cada alma un muy determinado mundo para sí, aunque todo esté entretejido conjuntamente, recíprocamente también se moleste hasta el fastidio y todo pueda ser considerado como un único, enorme plan común.

¡Desde eso también transcurre que el vivenciar, que en ese sitio tantas almas tienen simultáneamente y en ultima análisis también de forma idéntica es, a pesar de todo, vivenciado y experimentado por cada alma individual siempre solamente según su propia especie! Que, por lo tanto, cada alma recibe desde eso una impresión completamente diversa de lo que las otras almas, las cuales tienen que experimentar la misma cosa junto a ella. Sí, además, también lo verá de manera diferente de lo que una segunda o tercera alma, que tiene ante sí el mismo cuadro.

Imaginad una vez lo que sigue. Un alma despierta en tal sitio. Ese sitio o ese plan presenta una imagen muy determinada en su formación y en todo, cuando en él se mueve. También los acontecimientos en él pueden ser denominados de homogéneos, porque también ellos están sujetos a una única, grande ley, y en ella se efectúan.

Esta alma por nosotros imaginada ve ahora las otras almas, que ya se hallan allá o las que están llegando allá tras ella, vivenciar la misma cosa que ella propia es obligada a vivenciar. Ella, sin embargo, ve eso de si y de las otras de una muy determinada manera, propia solamente a ella, y lo vivencia también de modo correspondiente.

Desde eso no se debe sacar la conclusión de que también las otras almas vean y vivencien todo exactamente como esa una alma mencionada por nosotros; ¡pues no es así, sin embargo cada una de esas almas lo ve y vivencia de acuerdo a su propia manera personal, muy diferente de lo que las demás! Ven los acontecimientos de manera diversa, así como los colores y los paisajes.

Eso ocurre porque la irradiación del propio espíritu da al ambiente allí también la expresión personal, correspondiente solamente a ese determinado espíritu, lo animando, por lo tanto, en acuerdo con su especie. A la primera vista, eso os debe parecer muy extraño.

Pero, puedo, tal vez, os dar algunos ejemplos semejantes, aunque más groseros de la pesada materia gruesa de la Tierra, que os proveerán con una noción de eso para mejor comprensión.

Tomemos dos personas y las hagamos visitar un bonito parque. Será raro que ambas, sin especial combinación, señalen el mismo punto como siendo el más bello, aunque paseen juntas por el parque. Cada cual cree bella para sí una cosa distinta. Una de ellas tal vez tampoco encuentre nada bonito, aunque lo diga solamente por cortesía, mientras prefiere la selva al bosque bien cuidado.

Uno resuelve eso simplemente al decir que una de las personas no tiene “sensibilidad” para aquello, que la otra declara ser bello. En eso, sin embargo, reside una cierta sabiduría. ¡La “sensibilidad” de una sigue simplemente hacia otra dirección! Por eso también el cuadro a ella le parezca distinto de lo que a la su acompañante.

Para el reconocimiento de un cuadro, en la manera como se mira, es decisivo el sentido puramente personal o la dirección del sentido de aquél, que lo observa, y no el cuadro contemplado o el paisaje en sí. Uno lo vivencia de manera distinta que el otro.

Eso, que aquí en una tal manera se manifiesta de modo lento, en las capas fácilmente móviles de la materialidad es más animado, más intenso. Y así pasa, que un mismo sitio con acontecimientos similares provoca un vivenciar distinto de las almas individuales, conforme su manera peculiar.

Podemos, sin embargo, penetrar más profundamente en este tema.

Tomemos nuevamente dos personas como ejemplo. En la niñez les es mostrado un color y explicado que ese color es azul. Cada una de esas dos personas considera entonces este muy determinado color por ella visto siempre como siendo azul. ¡Pero con eso no queda probado que ambas vean a ese determinado color también de la misma manera! El contrario es el caso. Cada persona ve en la realidad ese color, por ella nombrada de azul, de modo distinto de lo que la otra persona. ¡También aquí, en el cuerpo de materia gruesa!

Si también examinéis exactamente los ojos de materia gruesa y los consideréis totalmente iguales en su constitución, entonces esta constitución igual no es decisiva para la determinación de la manera de ver a los colores. ¡Para eso participa también el cerebro y, además, como el principal, la manera personal del propio espíritu humano!

Voy a intentar ampliar esta explicación. Continuemos con el color azul. Vosotros propios tenéis ante vosotros un muy determinado color, que antaño os fue mostrado como siendo azul, con todo sus matices. Y si vuestro prójimo, que fue instruido de la misma forma, al ser interrogado por vosotros al respecto, indiquéis también entre todos los colores siempre el mismo color, que vosotros propios nombráis de azul, entonces eso no es ninguna prueba de que él vea ese color, a que él también nombra de azul, precisamente como vosotros!

Pues para él justamente esa muy determinada especie es azul. Cómo ella en la realidad le parece, no sabéis. Él naturalmente considera y tiene que definir como azul todo cuanto presenta ese color por él vista y designada como tal, como también designaría el blanco de negro, si así le hubiese sido indicado desde el inicio. Dirá siempre que un determinado color es azul, el cual también vosotros denomináis de azul. ¡Pero, a pesar de eso, él no lo ve de la misma manera que vosotros!

No es diferente con el sonido. Un determinado sonido, que oís, es para vosotros, por ejemplo, un “mi”. ¡Para cualquiera! Porque aprendió a oírlo y nombrarlo así. Lo reproducirá así también con la boca. Pero siempre en acuerdo a su propio sentido, que naturalmente siempre producirá el mismo sonido para aquello, que también para vosotros es un “mi”. Pero de forma alguna queda con eso afirmado que él realmente lo oye así como vosotros lo oís. Sin embargo, en la realidad, lo escuchará siempre según su especie espiritual, diferente que su prójimo.

Alcanzo ahora aquello, que deseaba explicar. El color es en sí establecido en la Creación y cada uno por si inalterable, igualmente el sonido. Pero el vivenciar de ese color y del sonido es diferente en cada ser humano, en acuerdo a su propia especie. ¡Eso no es uniforme!

Y a la vivencia pertenece también el ver, sea de materia gruesa, en sus especies diferentes, o de materia fina, enteal o espiritual. Como con el color y el sonido, así también es con la forma.

Cada uno de vosotros vivencia su ambiente de manera diferente, lo ve y escucha diferente de su prójimo. ¡Vosotros solamente os acostumbrasteis a encontrar denominaciones uniformes para eso, a las cuales, sin embargo, hace falta vitalidad! ¡Comprimisteis con eso lo que es móvil en formas fijas y pensasteis que con esas formas fijas del vuestro idioma ha que paralizar para vosotros también todo el movimiento en la Creación!

Eso no es así. ¡Cada ser humano vive y vivencia totalmente en acuerdo a su propia manera! Así, él también un día verá y reconocerá el Paraíso de manera diferente de lo que su prójimo.

Y, sin embargo, si uno de ellos delinease un cuadro de aquello, así como él lo ve, entonces los demás pronto reconocerían y verían en el cuadro como cierto aquello, que ellos propios vivenciaron como siendo el Paraíso; pues ven el cuadro nuevamente a su propia manera y no así como aquel, quien lo reproduzco.

La cosa en sí es siempre la misma, sólo el modo de ver de los espíritus humanos es diferente. Color es color; pero él es captado diferentemente por los espíritus humanos. Sonido es sonido, y forma es forma, en toda la Creación de una manera muy determinada; los espíritus humanos individuales, sin embargo, los vivencian de modo diverso, siempre de forma correspondientemente diferente en acuerdo a su madurez y su especie.

Así pasa también que una persona puede de súbito vivenciar la primavera y todo el despertar de la naturaleza de manera totalmente diferente de lo que ocurrió durante decenios, de tal modo, como si hasta entonces nunca la hubiese observado bien o “desfrutado”. ¡Eso ocurre especialmente cuando el ser humano tuvo que pasar por algun momento critico incisivo, que lo hizo madurar interiormente!

La naturaleza y la primavera ya siempre fueron así; ¡pero él se transformó, y en acuerdo a su maduración las vivencia ahora de manera diferente!

Todo solamente depende de él mismo. Y así es con toda la grande Creación. ¡Vosotros, seres humanos, sois quien mudáis, no la Creación! Por eso también podríais tener el Paraíso ya aquí en la Tierra, si vosotros en vuestra madurez estuvieseis en acuerdo. La Creación puede permanecer la misma, vosotros, sin embargo, vosotros y siempre de nuevo solamente vosotros tenéis que os transformar, para verla diferentemente y con eso vivenciarla diferentemente. Pues el ver, oír y sentir pertenece al vivenciar, es una parte de eso.

Así, sucede también que el mundo es visto y vivenciado por los espíritus humanos de millones de maneras diferentes. Tales diferencias, sin embargo, son solamente introducidas por los seres humanos; pues la propia Creación tiene en sí formas básicas muy sencillas, que se repiten siempre, que son formadas según una ley uniforme, maduran y se descomponen, a fin de resurgir nuevamente en las mismas formas. Todo cuanto realmente existe es simples, sin embargo ese simples es vivenciado por los seres humanos en miles de maneras.

Con tal saber ahora ya os acercáis más del acontecer, por lo que pasa el alma, cuando está separada de la materia pesada de la Tierra. Conforme ella está constituida en sí, de esa manera vivencia el así nombrado más Allá; ¡pues ella vivifica a través de su propia irradiación las formas, que a ella hubieron que ser ligadas, las vivifica a su propia manera, la cual en ese tiene que agotar!

Que ella pueda alcanzar con eso el reconocimiento, si aquello, que crió para sí, fue cierto o errado, es decir, que caminos recurrió, permanece un acto especial de gracia por sí. Uno de aquellos actos, que el Creador incluyó en todo, para que el alma, que lucha, disponga siempre de anclas de salvación, en todos los lugares y en todos los tiempos, a fin de nuevamente salir de las confusiones y, ante legitima buena voluntad y oportuno reconocimiento, no haber que perderse.

El múltiplo valor de necesidad de todo aquello, que existe en la Creación, provee de alguna manera, incluso en el mayor caos causado por los seres humanos, siempre la posibilidad de volver a acender. Si el alma reconoce y utiliza esas posibilidades es tema de ella, exclusivamente. ¡Los flotadores de salvación están ahí! Basta con que ella los agarre con buena voluntad, para en ellas volver a erguirse. —

Con la modificación de su modo intimo de ser el ser humano, por lo tanto, también ve todo de modo diferente, así ya afirma la voz del pueblo. No se trata, sin embargo, de mero dicho, pero, sí, el ser humano entreve entonces también de hecho realmente todo de modo diferente. Con la modificación interior se altera en cierto grado su ver y su oír; pues el espíritu ve, escucha y siente a través de los respectivos instrumentos en los diversos planes individuales, y no el ojo de materia gruesa o de materia fina en si. Si el espíritu se transforma, se transforma con él la manera de ver y con eso también la manera de vivenciar. Los instrumentos no ejercen ningún papel en eso; son meros intermediarios.

La irradiación del espíritu absorbe las resistencias, con que se depara, y las conduce de vuelta al espíritu en una especie de reciprocidad. La reconducción en esta materia gruesa pesada ocurre a través de los órganos de materia gruesa para eso creados, como los ojos, los oídos, el cerebro. El cerebro es en eso el punto de concentración de las informaciones de todos los órganos subordinados.

Solamente más tarde hablaremos sobre esto aún con más pormenores.

¡Hoy busco solamente a vosotros aclarar con eso que la especie de impresión del mundo exterior, por lo tanto del ambiente, depende del propio respectivo espíritu! Por ese motivo, una misma forma actúa siempre diversamente sobre los espectadores individuales, aunque ellos sean unánimes en relación a su belleza. Y si una persona ve una determinada forma de modo diferente de lo que su prójimo, entonces, al diseñar, la forma vista por aquella tiene que resultar para el otro en una imagen exactamente igual a la propia forma.

En ese punto, por lo tanto, todo debe convergir nuevamente en uno; pues solamente el modo de ver es diferente, no la forma real.

Los seres humanos criaron para cada forma una denominación uniforme. ¡Pero sólo la denominación para eso es uniforme, no, sin embargo, el modo del reconocer o del ver!

También ahí anduvisteis errados hasta ahora en vuestras concepciones. Pero, si busquéis acercarse de esos puntos nuevos a vosotros mostrados de la vivencia en el llamado más Allá, mucha cosa se convertirá más clara a vosotros. Mucha cosa conseguiréis comprender más fácilmente, cuando yo prosiga ahora con mis aclaraciones, y muchas cosas inexplicables se aclararán.

En aquello, que os fue mostrado, reside también la razón de dos o más personas de facultades mediunicas puedan ver, oír y reproducir de forma totalmente diferente la misma cosa, sin que se tenga el derecho de censurarlas al respecto; pues la ven según su manera y por eso siempre diferente de lo que la otra. La propia cosa ahí tratada, sin embargo, es solamente de una muy determinada especie. Y solamente quien aprendió a contar con eses acontecimientos en el conocimiento de las leyes de la voluntad divina en la Creación, también sabe encontrar exactamente la correlación originaria de las diversas descripciones y con eso reconocer el cierto, como realmente es.

Vosotros, sin embargo, buscasteis comprimir a la Creación y a vosotros propios en formas rígidas y fijas a través del idioma con que os hacéis comprender. Esto vosotros jamás conseguiréis; pues la Creación es móvil, como también nuestra vida interior. ¡Si, sin embargo, busquéis meditar sobre eso, entonces pensáis con las palabras fijas de vuestro idioma!

Raciocinad, pues, cómo eso es absurdo. ¡El idioma de formas fijas nunca será suficiente para reproducir bien lo que es móvil!

En eso, el impedimento para vosotros es nuevamente el intelecto, que sólo puede actuar por medio de muy determinadas palabras y que también sólo es capaz de asimilar muy determinadas palabras. En eso veis como os encadenasteis y os esclavizasteis con eso, cuando consideréis el intelecto como el más elevado para el ser humano, mientras que él sólo es útil y utilizable en la pesada materia gruesa de esta Tierra. Y también ahí solamente en proporción restricta, no en todo. Reconocéis así poco a poco cuan pobres son, en la realidad, los seres humanos de intelecto.

¡Por esa razón ya clamé para vosotros diversas veces, para que busquéis asimilar mi Palabra, el Mensaje de la Luz, de tal forma en vosotros, que al leerlo surjan imágenes ante vosotros! Pues solamente en imágenes podréis comprenderlo, no con las pobres palabras de eses seres humanos terrenos, las cuales yo soy obligado a utilizar para os hablar de él.

Con palabras nunca aprenderéis a comprender la Creación, tampoco aquello, que está dentro de vosotros, porque todo eso es móvil y así tiene que permanecer, en cuanto las palabras solamente comprimen todo bajo formas firmas y rígidas. Y eso es imposible, un esfuerzo completamente inútil en todo y para todo lo que es móvil. ¡Con palabras no os podrá advenir una comprensión de eso!

Apenas, sin embargo, el alma se deshace de todo el peso terreno de ese cuerpo terrenal, ella entra en la movilidad de la Creación. Ella es tirada hacia dentro del fluctuar y hervir continuo y vivencia entonces de manera mucho más móvil sus ambientes, que cambian muchas veces en los rescates, que esperan por cada alma, para los cuales ella es atraída por la vivificación de todos los hilos que en ella penden.

Y todo eso nuevamente está actuando recíprocamente. Cuando el alma se retira del cuerpo terreno, cuando de él se aleja y lo abandona, por lo tanto, no más lo irradia, entonces sus irradiaciones, que con el libertarse se intensifican más todavía siguen después solamente en esa una dirección con toda su fuerza para la materia gruesa mediana, en la cual los hilos del destino se hallan anclados lo más cercano.

Con eso, éstos reciben una vivificación mucho más fuerte, provocada por la irradiación del alma, ahora dirigida para esa tal dirección, y en esa vivificación se refuerza también la capacidad de atracción de ellos que, retroactuando, alcanza el alma ligada y la atrae con mayor intensidad. Todo eso son acontecimientos espontáneos, totalmente en acuerdo a la ley y, por consiguiente, también totalmente naturales, que también por vosotros son fácilmente comprendidos, si busquéis imaginarlos.

Así el alma es tirada en su camino por los cordones que ella propia vivifica por medio de sus irradiaciones, las cuales ella no puede retener tampoco evitar. Y con eso ella va hacia al encuentro de su purificación o de su destrucción. Todo siempre nuevamente por medio de si misma. Los enteales solamente forman y construyen según la ley. La vivificación de las formas y los rescates son criados por las propias almas a través de sus irradiaciones. Y correspondiendo a esta especie de las irradiaciones, las formas, vivificadas de tal manera diferente, actúan entonces también con mayor o menor fuerza retroactivamente sobre el alma.

También aquí vale el dicho: así como gritáis en la floresta, de la misma manera resuena hacia fuera. En este caso es así: conforme irradia para las formas, así ellas serán vivificadas y actúan correspondientemente. ¡Reside en todo eso una gran simplicidad de conformidad con la ley y una justicia inmutable! —

Lo que en eso recién os describí vale tan-sólo para los espíritus humanos; pues está inserido en la actuación del libre-albedrío. ¡Con los enteales, a su vez, es diferente! —

Dejad que esos acontecimientos surjan vivos ante vuestros ojos. Esforzaos en eso; pues vale la pena y os traerá recíprocamente rica recompensa. Con eso, una vez más os convertiré concientes de una parte de esta Creación. —

Así fue el proceso de hasta ahora, que yo os relaté. ¡Ahora, sin embargo, él irrumpe como un relámpago de la Luz! Fuerza divina entra súbita e inesperadamente en los hilos del destino de todos los seres humanos terrenos como también de todas las almas, que se encuentran en los planes de la Creación posterior.

¡Debido a eso alcanza ahora todo directa e inesperadamente el remate final! Los enteales serán tonificados para inaudito poder. Se vuelven en su actuación contra todos los seres humanos, los cuales ante sus actos y comportamiento forzaran a nosotros hasta ahora a formar cosas feas, obedeciendo as las leyes de la Creación. ¡Ahora, sin embargo, la fuerza de Dios está por sobre toda la voluntad humana en la Creación entera, la voluntad de Dios, que sólo deja formar lo que es puro, bueno y bello, y aniquila todo lo demás!

¡La fuerza de Dios también ya penetró en la Creación posterior, para ahora actuar aquí mismo, y todos los enteales, apoyados por esa fuerza suprema, se apuran en agarrar con alegría y orgullo en las innumeras tramas de la tela de todos los hilos del destino de los seres humanos, a fin de, llenos de jubilo, dirigirlos hacia su fin!

¡Obedeciendo al mandamiento de la Luz, ellos rompen los hilos, que solamente están anclados débilmente en el espiritual, para que las almas queden completamente desligadas de la Luz, cuando los cordones oscuros vuelvan pesadamente sobre sus autores con todo cuanto en ellos pende!

Pero también el romper de esos hilos ocurre de una manera muy consentanea con la ley, para lo que es determinante la especie de los propios seres humanos; pues los enteales no actúan de modo arbitrario.

¡La fuerza de la Luz divina penetra ahora como relámpago en todos los hilos! Los hilos, que, correspondiendo a la especie que anhela por la Luz, llevan en si semejanzas y ante voluntad realmente fuerte de aquellos, que están ligados a esos hilos, también se convirtieron suficientemente vigorosos para soportar la repentina penetración de esa inusitada fuerza de la Luz, alcanzan con eso una enorme firmeza y vigor, de modo que las almas humanas a ellos ligadas son arrancadas en fuerte atracción de los peligros de las tinieblas, y con eso también del peligro de que sean arrastradas hacia la descomposición.

Hilos de Luz débiles, sin embargo, generados solamente por una voluntad débil, no soportan la repentina presión colosal de la fuerza divina, pero, sí achicharran y en eso son desconectados por los enteales auxiliadores, con lo que los que a eso estaban ligados quedan abandonados a las tinieblas. La causa de ese acontecimiento natural es su propia flojedad, la cual no pudo generar los hilos suficientemente firmes y fuertes.

¡Así, encontráis en todo y cualquier acontecimiento solamente justicia! Por eso está prometido que los tibios serán escupidos hacia fuera, conforme ocurre literalmente por parte de la Luz.

Todos los auxiliadores enteales, grandes y pequeños, quedan ahora liberados de, en cumplimiento a la ley, tener que producir lo que es de tiniebla bajo la presión del querer malévolo o errado de los seres humanos. Y de las tinieblas, que fueron separadas, será simultáneamente retirado además todo lo que es enteal por la fuerza de la Luz, a la cual ellos, en jubilosa alegría, se unen estrechamente, a fin de ahora formar y conservar lo deseado por la Luz. ¡En eso ellos se tonifican en nueva fuerza, a fin de, conjuntamente con toda la Creación, vibrar en el murmurante acorde en el medio de la flotante Luz de Dios!

¡Honor a Dios, Quién solamente sembra amor! ¡Amor también en la ley de la destrucción de las tinieblas!

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