Resonancias del Mensaje del Grial 1

de Abdrushin


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37. El ser humano terreno ante su Dios

¡Criaturas humanas, cómo os mostrasteis hasta ahora ante vuestro Dios! Buscasteis hipócritamente engañarLo, aún bien como quisisteis engañar a vosotros propios con la falsa religiosidad, que siempre solamente se presentaba en vuestros labios, en la cual, sin embargo, el espíritu jamás tomaba parte. Vosotros instituisteis reglas y practicas, en vuestros templos, en vuestras iglesias, sin indagar si esa manera era del agrado de Dios. ¡Bastaba que solamente fuesen de vuestro agrado, entonces, el culto a Dios estaba, con eso, resuelto para vosotros!

No veis, pues cuánta presunción existía en todo eso. Vosotros quisisteis determinar cada manera. Por la voluntad de Dios ahí nunca preguntasteis. Lo que vosotros designasteis como grandioso, eso también debía ser acepto por Dios en la misma medida. Quisisteis imponer a Dios vuestras concepciones como justas en todas las cosas, no importando con lo que vosotros os ocupasteis.

Aquello, que vosotros considerasteis como cierto, debía ser recompensado por Dios como siendo cierto, aquello que vosotros quisisteis que fuese considerado errado, Dios debía castigar.

Jamás quisisteis investigar seriamente lo que Dios reconoce como cierto, y lo que ante Sus ojos es errado. ¡No os preocupasteis con las leyes divinas, tampoco con la sagrada e inflexible voluntad de Dios, que ha existido desde toda la eternidad y que aún nunca cambió, tampoco jamás cambiará!

En ella os despedazáis ahora y, juntamente con vosotros, toda la falsa obra humana, que para si ha criado leyes, que deben servir a vuestros deseos terrenos. Vosotros mismos, seres humanos, sin embargo, os encontráis ante Dios como servos intrigantes, negligentes, que jamás dieron atención a Su voluntad en el egoísmo, en la presunción y en el ridículo querer saber todo.

Fuisteis y aún sois servos, que se tomaban por señores y que, por orgullo y pereza espiritual, buscaban combatir y derrumbar aquello, que no podían comprender, cuando no estaba en concordancia con la obtención de las bajas finalidades terrenas, a las cuales ellos querían que fuesen consideradas como lo más elevado.

¡Desdichados, vosotros quienes pudisteis injuriar tanto! ¡Todo debía servir solamente a vosotros, incluso las leyes! Solamente lo que os servio, no importa de que forma, solamente lo que os ayudó en la satisfacción de vuestras codicias terrenas, sólo eso reconocisteis como cierto, y solamente de tales cosas quisisteis aún saber.

¡Cuando, sin embargo, una vez es exigido de vosotros que vosotros propios debéis servir con desvelo y fidelidad a vuestro Señor, a Quién debéis agradecer la existencia, entonces, quedáis muy sorpresos, pues halláis que solamente Él mismo debe servir a vosotros con Su fuerza, Su magnificencia y Su gran amor!

¡Cómo podría, de acuerdo con el alto concepto que tenéis de vosotros mismos, ser acaso diferente! Pensasteis, pues, que era suficiente para el culto a Dios, si reconocieseis Dios y, en pensamiento, pidieseis a Él auxilio para la satisfacción de todos los deseos que lleváis en vosotros. ¡Que Él, por lo tanto, expreso en palabras claras, sirva a vosotros con la omnipotencia, que a Él Le es propia, y torne la vida bella para vosotros! Otra cosa no os viene a la mente.

¡Pedir ha sido, en lo mejor de los casos, vuestro culto a Dios!

Reflexionad al respecto con todo el rigor; jamás ha sido diferente.

¿No sentís vergüenza e ira al mismo tiempo de vosotros mismos, si os examinéis una vez a ese respecto?

¡La mayoría de los seres humanos piensa que esta existencia terrena no tiene otro objetivo, que no sea la finalidad de la adquisición de bienes terrenos! ¡En el mejor de los casos, también aún la finalidad de tener una familia y hijos! ¡Quién no piensa así, ésto por lo menos actúa así! Sin embargo, qué puede valer bajo tales hipótesis una reproducción, conforme vosotros la denomináis, que en la realidad no signifique reproducción alguna, sino solamente da las posibilidades para encarnaciones de otros espíritus humanos, para que éstos de aquí por delante se perfeccionen y se deshagan de antiguos errores. Con vuestra actuación, sin embargo, aumentáis el lastre de vuestras culpas; ¡pues así impedís la ascensión de todos los espíritus que educáis como vuestros hijos para las mismas finalidades huecas!

De qué vale la construcción de un reino terrestre, si no vise a la Gloria de Dios, si no actúe según el sentido de Dios, lo Cual aún tampoco conocéis y hasta ahora tampoco quisisteis conocer, pues que para vosotros, vuestra opinión está encima de todo lo demás. ¡Solamente queréis os satisfacer, para, entonces, aún esperar de Dios que bendiga vuestra obra mal hecha! Pero, para el servir y para el cumplimiento de vuestras obligaciones para con vuestro Dios, no tenéis ninguna voluntad.

¡Destrozada será ahora la actividad excéntrica de la humanidad terrena, que, en su ilusión, osa involucrar el nombre de Dios en todo cuanto es falso, maculando así lo que hay de más sagrado!

Seréis derrumbados del trueno de vuestra sutileza intelectiva, para que al menos algunos pocos entre vosotros aún obtengan la capacidad de, con sincera humildad, recibir verdadera sabiduría de alturas divinas, la cual únicamente os puede tornar criaturas humanas; pues espontáneamente nunca madurareis para tanto.

Maculáis aquello, que a vosotros no os agrada, y rápidamente levantáis las piedras para eliminar tales cosas incomodas, que os quieren impedir de continuar a homenajear a vosotros mismos.

¡Preferís aclamar los sequitos luciferinos, que lisonjean vuestras vanidades y atizan la presunción, para, en seguida, os separar tanto más seguramente de la Luz y os conservar en la indolencia espiritual, que debe conducir al sueno de la muerte de vuestra propia existencia!

Os digo a vosotros, sin embargo, que ahora seréis despiertos de la embriaguez, del torpor sofocador, que ya os envuelve férreamente. ¡Tendréis que despertar contra vuestra voluntad, aún que sea solamente para, con el más terrible desespero, reconocer aún en el ultimo momento lo que abandonasteis voluntariamente con vuestra injuriosa tibieza, antes que seáis tirados al pantano, que os parece deseable!

¡Purificada será ahora la Tierra y todo el Universo! Nada más deberá restar de la suciedad, para que en paz y alegría las criaturas puedan servir a su Señor, al Dios Todo-Poderoso, que en Su amor les concedió a vosotros antaño el usufructo conciente de todas las bendiciones de la Creación.

Quien nuevamente quisiere traer turbación, al desdeñar las leyes de Dios en la Creación o incluso al actuar en contra ellas, será inexorablemente excluido; ¡pues con tal procedimiento él solo trae envidia, odio, sufrimiento, enfermedad y la muerte para vosotros!

¡Toda esa aflicción solamente podrá quedar lejos de vosotros, si buscareis realmente reconocer y respetar la Palabra del Altísimo! ¡Para eso, sin embargo, ella tiene que ser primeramente comprendida, en su verdadero sentido! ¡Hasta ahora, sin embargo, sólo la tenéis interpretado como agradaba a vosotros propios! ¡Y, no, como os fue dada por Dios para vuestro auxilio, vuestra salvación de las aflicciones más serias!

¡Vosotros, sin embargo, no retrocedisteis de hacer incluso la propia Palabra Sagrada de esclava de vuestra soberbia, para que, ante deformación de su verdadero sentido, solamente sirva a vosotros, en lugar de vosotros servir a ella para vuestra propia salvación, en aquél sentido, como ella a vosotros os fue dada!

¡Qué hicisteis de la Palabra de Dios en vuestras explicaciones y ya en su transcripción! ¡Sólo el hecho de poder pelear a respecto, de, como seres humanos terrenos, os reunir para debatir sobre la misma, eso por si ya testifica la base insegura y la falta de clareza de aquello, que osasteis presentar como siendo la pura, sublime Palabra de Dios! La Palabra del Señor es intocable, simple, clara, y férreamente entallada en la Creación.

¡Allí, donde no es empañada y alterada, no hay un sofismar tampoco un debatir! Es comprensible a cada criatura.

¡Para vosotros, en vuestra presunción ridícula, sin embargo, la grandiosidad de esa simplicidad era aún demasiado insignificante! Trabajasteis en ella penosamente en la obscuridad de la oficina de vuestro cerebro, hasta que pudisteis deformarla tanto y formarla conforme vuestro gusto, de tal modo que correspondiese a vuestros pequeños deseos terrenos, a vuestras debilidades y también al alto concepto que tenéis de vosotros y de vuestra importancia.

Criasteis con eso una configuración, que debía servir a vosotros, que satisfizo vuestra vanidad.

Pues nada más sino la más baja vanidad es también aquella humildad, que mostráis cuando habléis de vuestros grandes pecados, para los cuales un Dios trajo el sacrificio de la remisión. ¡Por vosotros, un Dios! ¡Cuán valiosos vosotros os debéis juzgar! ¡Y vosotros no necesitáis hacer nada más de lo que, complacientemente, después de muchas solicitaciones, solamente os dignar a pedir la remisión!

En este curso de los pensamientos, incluso lo más pretencioso, en su humildad hipócrita, debe sentirse un tanto sofocado.

Esta es, sin embargo, solamente una cosa entre muchas cosas. ¡Deformasteis de esta forma todo, lo que debe clarificar vuestra relación de criatura autoconsciente ante el grande Criador!

Nada de eso permaneció puro y sublime bajo la presunción de esta humanidad terrena. Por eso, se desplazó también por si sola la sintonización cierta con Dios y se convirtió falsa.

¡Presuntuosos, esperando buena recompensa, o mendingando de modo despreciable, solamente así estuvisteis ante vuestro Señor, cuando, además, una vez dedicasteis el esfuerzo y el tiempo para realmente pensar en Él, forzados por alguna aflicción, que os tuvo que alcanzar en la reciprocidad de vuestro actuar!

¡Pero ahora, finalmente, tenéis que despertar y tomar la Verdad tal como ella realmente es, no como vosotros la imagináis! Colapsa con eso el falso, las lagunas del querer-saber-mejor hipócrita se convierten visibles. Nada más puede ocultarse en las tinieblas; ¡pues por voluntad de Dios se hará Luz de ahora en adelante, para que las tinieblas caigan y extínganse!

¡Luz habrá, entonces, también sobre la Tierra y por toda la inmensa materia! ¡Ella irradia inflamando en todas las partes, desintegrando y cremando todo el mal y también todo el querer malévolo! ¡El errado tiene que mostrarse, donde quiera que busque ocultarse, tiene que colapsar ante el rayo de la Luz de Dios, que ilumina ahora toda la Creación! ¡Todo, lo que no esté y que no quiera vivir de acuerdo con las maravillosas leyes de Dios, hundirá hacia el circulo del aniquilamiento, desde dónde nunca más podrá resurgir! —

¡La sacrosanta voluntad de Dios, exclusivamente, reinará todavía sobre esta Tierra!

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