Resonancias del Mensaje del Grial 1

de Abdrushin


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Contenido


16. Jesús e Imanuel

¡El Hijo de Dios, Jesús, bien como el Hijo del Hombre, Imanuel, se originan de Dios! El Hijo de Dios, lo cual debe ser nombrado de el Intragenito, se halla, después de su regreso de la Creación, nuevamente junto a Dios-Padre, o en Dios-Padre, por eso “intragenito” en la propia Divinidad, en cuanto el Hijo del Hombre puede ser nombrado de el “Extragenito” proveniente de Dios, quien, para el bien de la existencia de todos los espíritus humanos, permanece con una parte de si separado de Dios, nascido hacia fuera, hacia la Creación primordial.

La expresión Hijo de Dios e Hijo del Hombre, sin embargo, jamás ha sido comprendida correctamente por los seres humanos, y hasta hoy todavía de manera incompleta por aquellos, que conocen mi Mensaje. El ser humano se acostumbró a pensar solamente a partir de su punto de vista y cree, por eso, que todo debe ser considerado también desde su punto de vista. Ese es el error. En este caso, él solamente debe intentar, partiendo desde arriba, encontrar una comprensión; pues la denominación hijo de Dios y Hijo del Hombre se originan de Dios, no de los seres humanos. A éstos sólo ha sido anunciada de esa forma. Por ese motivo, también el concepto tiene que ser intuido a partir de arriba, no a partir de los seres humanos.

Por lo tanto, existen en la realidad: Jesús, el Hijo intragenito, e Imanuel, el Hijo extragenito. Ambos son Hijos de Dios y, conforme conceptos humanos, hermanos.

En el divino, la denominación Hijo de Dios e Hijo del Hombre es imaginada en sentido descendiente, vuelta hacia la Creación, con lo que surge inmediatamente un concepto diferente, o alias, solamente entonces llega a la comprensión. El Hijo de Dios es el Hijo de Dios junto a Dios, el Hijo del Hombre es el Hijo de Dios enviado para los seres humanos.

¡El Hijo de Dios no ha sido dado a los seres humanos, los cuales, como muchos devotos todavía piensan, podían sacrificarlo a Dios-Padre para remisión de sus pecados! ¡Jesús, alias, jamás les ha sido dado! Él solo quería traer la Palabra, y volvió, entonces, poco a poco, después de que los seres humanos lo habían asesinado, nuevamente para Dios-Padre, como él propio ha declarado varias veces. Incluso sin ser asesinado, habría vuelto nuevamente a Dios-Padre, porque jamás hubiera estado realmente atado al mundo.

¡Sin embargo, Imanuel, el Hijo del Hombre, ha sido dado a la humanidad por Dios, para que esta pudiese existir a través de él y poseyese en él un eterno mediador, a través de cuya existencia los espíritus humanos sintonizados correctamente también pudiesen permanecer eternamente concientes de si propios!

¡Dios ha dado un Hijo para esa finalidad, sin nuevamente exigirlo integralmente de vuelta hacia Si! Éste es el gran sacrificio que Él hizo, ésta es Su dádiva. ¡Éste es Su sacrificio del Hijo prometido para la humanidad! Él no lo exige tampoco lo tira de vuelta hacia la Divinidad.

El gran sacrificio de Dios nada tiene que ver con la crucifixión y con el Hijo de Dios, Jesús. ¡Pues la crucifixión no ha sido un sacrificio, tampoco un sacrificio de Dios ni de la humanidad! ¡Pero precisamente porque los seres humanos dieron, como auto excusa, falsas interpretaciones a ese acto arbitrario cometido contra el Hijo de Dios, jamás pudieron comprender el genuino concepto de la expresión Hijo del Hombre, jamás pudieron reconocer el verdadero sacrificio de Dios como tal, que se halla en la deseada separación de Dios, necesaria para la humanidad, de Su Hijo nacido hacia fuera, hacia la Creación, cuya colosal grandiosidad jamás será y tampoco jamás podrá ser comprendida por la humanidad!

Que el Hijo del Hombre, a causa de la viva ley de la Luz, no pueda ser otra cosa sino el Rey en la Creación, representante de la trinidad de Dios, a vosotros no será demasiado difícil comprender. Colocado por Dios-Padre en la Creación, a causa de los espíritus humanos, es él, pues, el único en toda la Creación, que proviene de Dios.

La realeza es determinada por la simple y natural consecuencia del efecto de la ley de la Luz, que, debido a la existencia del Hijo del Hombre, sólo puede manifestarse de esa forma y no diferentemente. —

Ese acontecimiento, en su consumación, lleva para toda la humanidad tanto alivio, como ella propia sólo podrá comprender después de pasados decenios.

Los espíritus humanos de todas las partes de la Creación tendrán, a partir de la hora en que ahora el Hijo del Hombre comience plenamente su actuación, que es la hora de la anunciación, un auxilio mucho mayor y mucho más fuerte de lo que tuvieron hasta ahora, desde el principio primordial de la Creación. — Y por eso debe y tiene que establecerse la paz por toda la parte, la ascensión será mucho más fácil de alcanzar, pero también los castigos se efectuarán con mucho más rapidez de lo que ha pasado hasta ahora en aquellos, quienes quieren oponerse a la Luz.

¡Pasará una transformación en los acontecimientos de toda la especie, llegará ahora con el Hijo del Hombre también la transición universal! ¡Este es el motivo, porque todo, lo que aún quiera subsistir, tiene que tornarse nuevo, y no puede permanecer nada del antiguo, a menos que ya ahora conduzca sus esfuerzos de acuerdo con la ley de la Luz! ¡Entonces, podrá permanecer y solamente será purificado, para brillar igual a todo el nuevo! ¡Los seres humanos, sin embargo, no saben cuán gratos deberían ser por todo aquello, que se realiza en esta época! — —

¡Dios hizo el gran sacrificio a toda la humanidad y a la Creación, exclusivamente a través del Hijo del Hombre! ¡A mi, como Imanuel, no es debido ahí ningún agradecimiento pues estoy lleno de la mayor alegría por poder servir a Dios en Su sublime voluntad! ¡Sólo yo, puedo intuir jubilosamente Su grandeza, Su magnificencia y sabiduría, Su pureza, Su poder! ¡Qué significa, ante ese elevado saber y ante esa intuición, toda la Creación! ¡Nada! ¡Tampoco siento que estoy aquí a causa de los deseos de estos seres humanos, no, mirando hacia arriba, vivo agraciado exclusivamente para el cumplimiento de la sagrada voluntad de mi Padre Sempiterno, del único Dios y Señor!

¡Por esa razón, no os engañéis, será totalmente diferente de lo que vosotros, seres humanos, imagináis! Ante muchas cosas os encontraréis solamente maravillados, y mucho sólo comprenderéis totalmente después de años. ¡Solamente en el futuro captaréis el sentido elevado y puro de todo, de lo cual hasta ahora pudisteis vivenciar solamente caricaturas! ¡La maldición, que tenia que caer sobre la ostentación de hasta ahora, debido al pensar errado de los seres humanos, será alejada, esplendor en la forma pura se tornará belleza, y todos los tesoros de este mundo brillarán, entonces, en pureza para honor de Dios, sirven en el jubilo también a la adoración de la gran bondad, que hizo surgir todo eso y lo dio a esta humanidad para utilización! — — —

El Hijo de Dios dijo varias veces en la Tierra: “¡Mi reino no es de este mundo!” ¡Con eso, no se refería solamente a este reino terreno, pero, sí, a todo el Universo, a la Creación! ¡Él ha vuelto hacia Dios! Y en su alrededor se encuentra el reino divino, que él rige en nombre de su Padre. Su reino, por lo tanto, no era de este mundo, pero, sí, era y es el Reino de Dios. Esto significa, el reino en el divino, que existía eternamente con Dios y eternamente con Él permanecerá.

¡El reino del Hijo del Hombre, sin embargo, es el Universo, la Creación! Dios llamó de intragenito el Hijo de Dios, pues éste actúa en el reino divino; que es mucho mayor de lo que toda la Creación. Colocó el extragenito en la Creación, lo poniendo así encima de los espíritus humanos, lo ha prometido, por eso, a esta humanidad como siendo el Hijo del Hombre. Aquél Hijo, que Él separó de Si para estos seres humanos, para que él los gobierne. Por esa razón, a los agraciados, a los cuales es permitido ver imágenes del divino, será mostrado en la brevedad y con frecuencia el Trígono Divino, en cuya punta se halla el Ojo de Dios, a la derecha, Jesús, el Hijo de Dios, y entonces, desde la consumación, ahora Imanuel, el hijo del Hombre, a Su izquierda. La imagen demuestra a los videntes la actividad, en la manera como está anclada en la sagrada voluntad de Dios. Dos rayos parten de Dios, formando el Trígono en dirección descendiente. Uno de ellos va en dirección al Hijo de Dios en su actividad, el otro en dirección al Hijo del Hombre. Y la consumada ligazón, pues, del Hijo de Dios con el Hijo del Hombre establece entre ellos el rayo de conexión, que al mismo tiempo constituye el trazo de ligazón desde abajo, que cierra ahora ese Trígono.

De esa forma a vosotros interpreto ya hoy la imagen del Trígono Divino, como en la brevedad muchos de los agraciados podrán ver, apenas cuando el propio Dios haga anunciar al mundo la existencia terrena del Hijo del Hombre. Naturalmente, serán solamente imágenes mostradas por guías espirituales, toda vez que espíritus humanos jamás serán capaces de ver algo divino.

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