Resonancias del Mensaje del Grial 1

de Abdrushin


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Contenido


4. Desconfiados

El ser humano, que pasa sus días terrenos cavilando sobre si, jamás puede ascender, pero permanece retenido.

Tantos seres humanos, sin embargo, viven en la opinión de que precisamente ese cavilar y observarse sea algo extraordinariamente grande, con lo que progresan rumbo al alto. Emplean muchas palabras para eso, las cuales esconden el verdadero núcleo. Uno cavilla en el arrepentimiento, el otro, en la humildad. Todavía existen aquellos, que en intenso cavilar buscan descubrir sus defectos y el camino para evitarlos, y así por delante. Permanece un constante cavilar, que raramente o jamás les permite llegar a la verdadera alegría.

De esa forma no es lo deseado. El camino es errado, no conduce nunca hacia el alto, hacia los reinos luminosos, libres. ¡Pues con el cavilar el ser humano se ata! ¡Mantiene la mirada forzosamente dirigida solamente hacia si, en lugar volverla hacia uno albo elevado, puro y luminoso!

Una sonrisa alegre, afable, es el mayor adversario de las tinieblas. ¡Sólo no debe ser el reírse de una alegría maliciosa!

Al contrario, el cavilar deprime. Sólo ahí reside una aclaración que él retiene abajo y también tira hacia bajo. —

¡El verdadero núcleo del cavilar constante tampoco es un buen querer, pero solamente la vanidad, ambición y presunción! ¡No es nostalgia pura de la Luz, pero sí manía de auto presunción, que da el motivo para el cavilar, lo incentiva siempre de nuevo y lo nutre continuamente!

Con auto suplicio un tal ser humano medita siempre y siempre de nuevo sobre si, observa con ahínco los pros y contras, que se alternan en el proceso de su alma, se irrita, se consuela, para finalmente, con un profundo suspiro de reposada auto satisfacción, él mismo verificar que una vez más “ha superado” algo, y avanzó más un paso. Digo aquí intencionalmente, “verificar él mismo”; pues en la verdad solamente él verifica la mayor parte, y esas verificaciones propias son siempre solamente auto ilusiones. En la realidad no ha progresado ni siquiera un paso, al contrario, comete siempre de nuevo los mismos errores, a pesar de considerar que no más sean los mismos. Pero son ellos, siempre los antiguos, solamente la forma se altera.

De esa forma, tal ser humano jamás progresa. Sin embargo, en la auto observación considera superar un error tras el otro. Ahí gira siempre en circulo al rededor de si propio, en cuanto el mal fundamental, en él inherente, permanentemente cría solamente nuevas formas.

Un ser humano, que siempre se observa y cavilla sobre si mismo, es la personificación del luchador contra la serpiente de nueve cabezas, en la cual cada cabeza crece de nuevo, apenas cuando sea descepada, por lo que la lucha no llega a un fin y tampoco se verifica progreso alguno del lado del luchador.

De esa forma es realmente también aquello que sucede en la materia fina en la actuación del desconfiado, lo que, en la antigüedad más reciente, las personas aún podían ver, cuando antaño consideraban todo que no fuese de materia gruesa como dioses, semi dioses o otras especies de entidades. —

Solamente quién, libre, con voluntad alegre, visa un albo elevado, por lo tanto, conduce la mirada hacia el albo, sin embargo, sin mantenerlos vueltos siempre hacia si mismo, ése progresa y asciende rumbo a las alturas luminosas. Ningún niño aprende a caminar sin sufrir muchas caídas, pero casi siempre se levanta nuevamente sonriendo, hasta adquirir firmeza en los pasos. De esa forma hay que ser el ser humano en el camino a través del mundo. No debe desanimar o quejarse lamentando, si caerse alguna vez. ¡Levantarse con coraje y experimentar de nuevo! Apropiarse al mismo tiempo de la enseñanza de la caída, sin embargo, en la intuición, y no con el pensar observador. Entonces llegará un dia, totalmente repentino, también el momento en que para él no mas teme cualquier caída, por haber asimilado todo lo que así lo ha aprendido.

Asimilar, sin embargo, él sólo puede en el propio vivenciar. No en el observar. Un desconfiado jamás llega al vivenciar; pues por la observación se coloca siempre fuera de cada vivencia, y mira disecando y decomponiendo hacia si mismo como para un extraño, en lugar de intuir plenamente para si mismo. Pero si él mira hacia si, tiene que quedarse al lado del intuir; eso ya está en la expresión: ¡mirar hacia si, observarse!

Con eso, también está explicado que él solamente sirve al intelecto, lo cual no solamente tulle, pero sí excluye completamente todo verdadero vivenciar en la intuición. Él no permite que el efecto de cada fenómeno externo de la materia siga más allá de lo que hasta el cerebro anterior, que lo recibe primero. Allí es retenido, es presuntuosamente disecado y decompuesto, de modo que no alcanza el cerebro de la intuición, solamente a través de lo cual el espíritu podría asimilarlo para el vivenciar.

Por lo tanto, poned atención a mis palabras: así como el espíritu humano tiene que canalizar su actividad desde dentro hacia fuera, de modo lógico, a través del cerebro de la intuición hacia el cerebro del intelecto, de la misma forma, fenómenos externos solamente pueden actuar retroactivamente por el mismo camino, si hayan que ser recibidos por el espíritu humano como vivencia. La impresión de fenómenos externos, provenientes de la materia, debe pasar, por lo tanto, siempre desde afuera, por el cerebro anterior del intelecto, a través del cerebro posterior de la intuición, hacia el espíritu. No diferente. Mientras la actuación del espíritu tiene que seguir el mismo trayecto en sentido inverso, en dirección hacia fuera, porque solamente el cerebro de la intuición posee la facultad para la recepción de las impresiones espirituales. El desconfiado, sin embargo, retiene obstinadamente la impresión del fenómeno externo en el cerebro anterior del intelecto, lo diseca y lo decompone allí, y no lo retransmite integralmente al cerebro de la intuición, pero solamente parcialmente, y esas partes solamente aún desfiguradas por la actividad mental forzada, por lo tanto, no tan real, como era.

Por eso, tampoco le puede advenir ningún progreso, ninguna madurez espiritual, que solamente el verdadero vivenciar de fenómenos exteriores provee.

¡Sed, ahí, como los niños! Asimilad integralmente, y lo vivenciad en vosotros, instantáneamente. Entonces refluye por su parte de vuelta a través del cerebro de la intuición para el cerebro del intelecto, y desde ahí puede o salir transformando para una eficaz y vigorosa defensa, o actuar para una aumentada capacidad de recepción, según la especie de los fenómenos externos, cuyas irradiaciones se nombran influencias o impresiones externas.

Para el aprendizaje ahí servirá también aquí, entonces, el Reino del Milenio, que deberá ser el reino de la paz y de la alegría, el Reino de Dios en la Tierra. Con eso, los seres humanos entienden en sus exigentes deseos nuevamente algo errado porque, debido a su presunción, nada más puede formarse de modo cierto y sano. Con la expresión Reino de Dios en la Tierra surge un alegre temblor por las hileras de todos los que aguardan por él. Imaginan con eso, realmente, una dádiva de alegría y de felicidad, que corresponda plenamente a su anhelo por un tranquilo querer desfrutar. ¡Se tornará, sin embargo, la época de absoluta obediencia para toda la humanidad!

¡Hoy nadie quiere admitir que haya ahí una exigencia! ¡La expresión “Reino de Dios en la Tierra” no debe ser comprendida de otra forma, sino que en él reine solamente la voluntad de Dios, totalmente incondicional e inmutable! ¡Que la voluntad de los seres humanos y su desear tengan, finalmente, que orientarse completamente de acuerdo con la voluntad de Dios!

Y surgirá paz, alegría, porque todo cuanto perturba será removido de la Tierra a fuerza y mantenido alejado en el futuro. A eso pertenece actualmente, en primera línea, la criatura humana. Pues únicamente ella ha traído la perturbación para la Creación y para la Tierra. Pero de determinada hora en adelante un perturbador no más logrará vivir en esta Tierra.

Eso será realizado por el cambio de las irradiaciones, que llegará a efectuarse a través del Hijo del Hombre y de su estrella. ¡La paz será impuesta, no regalada, y la manutención de la paz, entonces, exigida de modo riguroso e implacable!

De esa forma será el reino de la paz y de la alegría, el Reino de Dios en la Tierra, en lo cual el ser humano tendrá que ser destituido del dominio de su voluntad, que hasta ahora le ha sido concedido, toda vez que él, como espiritual entre los desarrollados en esta Tierra, también tiene que dominar como criatura más elevada, correspondiendo incondicionalmente a las leyes primordiales de la Creación. Con la manifestación de la voluntad de Dios en la Creación posterior, sin embargo, será excluido naturalmente el predominio de la voluntad de los seres humanos.

¡Solamente aquél ser humano aún podrá subsistir en el futuro, y toda la criatura, que voluntariamente orientarse por la voluntad de Dios! ¡Por lo tanto, el que vive, piensa y actúa según esa voluntad! ¡Eso, únicamente, ofrece las condiciones de vida en el venidero Reino del Milenio!

Grabad eso una vez más en vosotros, lo más claro que podéis. ¡Es el fundamento para todo, sí, para todo el vuestro existir! ¡Para que vosotros, pequeño grupo, ya desde el inicio os encontréis firmes sobre este nuevo suelo!

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