Resonancias del Mensaje del Grial 1

de Abdrushin


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Contenido



¡La sabiduría
  de Dios gobierna el Universo!
  ¡Luchad, criaturas humanas,
para presentir en el reconocimiento
  su grandiosidad!


1. La Palabra Sagrada

¡Sagrada es la Palabra! ¡Tan sagrada, que tengo ganas de sacarla nuevamente de la humanidad terrena, porque le hace falta toda la noción, sí, incluso un presentir de la grandeza de esa Palabra! Me siento impulsado a, protegiéndola, ocultar la Palabra, para que jamás entre en contacto con la presunción injuriosa o también con la indiferencia de esas almas humanas que, en su pereza espiritual, se han vuelto tan increíble y estrechamente limitadas y, por lo tanto, en su interior desproveídas de saber.

¡Qué saben ellas todavía sobre la santidad! ¡De la santidad de Dios y también de Su Palabra! ¡Es deplorable! A uno le daría ganas de desesperarse y desanimar ante ese reconocer. ¡Me siento impulsado a eligir solamente algunos entre todos los seres humanos, a quienes todavía sigo a anunciar la Palabra, diez o veinte solamente, pero tampoco esos pocos alcanzarían un concepto de la verdadera santidad y, de esa forma, tampoco una sintonización correcta en relación a la grandiosidad y al valor de mi Palabra!

Dar la Palabra Sagrada a estos seres humanos es, para mi, el más difícil que tengo que cumplir.

¡Qué eso significa, qué yace en estas palabras, eso vosotros nuevamente no podéis abarcar! De esa forma me encuentro ante vosotros, sabedor de que también los mejores entre vosotros aquí en la Tierra jamás me comprenderán correctamente, tampoco asimilarán la décima parte de lo que les e dado con mi Palabra. ¡Vosotros la oís y la tenéis en manos, sin embargo, no utilizáis su valor para vosotros! Veo como pasan desapercibidos los altos valores, las indecibles fuerzas, mientras vosotros tiráis las manos a cosas que, en relación a la Palabra que posees, no pueden ser consideradas siquiera lo más ínfimo grano de polvo.

Con este saber me encuentro ante vosotros. Cada vez resistiendo espiritualmente, doy a vosotros acceso a las elevadas Solemnidades del Grial, cuyo significado, cuya seriedad y purísima fuerza, sin embargo, vosotros jamás comprenderéis. ¡Muchos siquiera se esfuerzan sinceramente para al menos imaginar su sentido de modo cierto! ¡Además, los elevados actos del Selamento y de la Cena! ¡El Selamento! ¡Vosotros, temblando, os tiraríeis al suelo, si pudieseis reconocer, ver concientemente una ínfima parte de la inconmensurable vivacidad en esos actos!

Tal vez alguna alma humana sea tocada, ahí, por un intuir bien-aventurado a ella desconocido, que hace presentir la fuerza de la Luz de la proximidad de Dios. Sin embargo, rápidamente todo eso se borra nuevamente con la afluencia de las pequeñas preocupaciones cotidianas, alegrías cotidianas y placeres.

Solamente cuando la alma humana penetra en el reino de la materia fina, entonces a ella le adviene, poco a poco, un nuevo reconocimiento de todo aquello, que pudo co vivenciar aquí en la Tierra.

¡A pesar de que eso sea también solamente una sombra de la vigorosa grandeza del verdadero acontecimiento, es suficiente para sacudir cada alma humana del modo más profundo! Mal puede creer que le ha sido permitido vivenciar todo aquello, tal es la gracia de Dios que ahí se manifiesta a ella. Tomada de eso, a ella le gustaría sacudir, despertar esos seres humanos terrenos, a fin de que rompan con la superficialidad y se empeñen para ya ahora intuir esas gracias más intensamente de lo que hasta entonces.

¡Sin embargo, esfuerzo inútil! El ser humano terreno, por si propio, se ha tornado demasiado embotado para eso. Se ha tornado incapaz de eso, por haber hecho los mas asiduos esfuerzos en sus caminos falsos. Por lo tanto, con el corazón sangrando, cada alma despierta en el reino de la materia fina se aleja nuevamente, sabiendo con profundo remordimiento que ella propia no ha sido diferente aquí en la Tierra, y seguramente tampoco podrá esperar más de los que todavía se encuentran aquí en la Tierra.

Así, también en mi todo ahora se opone, cuando pienso que tengo que permitir la divulgación de este sagrado Mensaje a través de mis discípulos; ¡pues yo sé que siquiera un único entre los seres humanos jamás sabrá realmente lo qué recibe con eso, cuan inmensa y elevada gracia de Dios reside en el hecho de les ser permitido oír ese Mensaje! ¡A esa ignorancia, a esa indiferencia, a ese querer saber mejor de tales seres humanos, debo mandar ofrecer algo que, en pureza, viene de los escalones del trono de Dios! ¡Me cuesta una lucha, me cuesta un gran esfuerzo! ¡A cada hora nuevamente!

¡Ahí, sin embargo, algo me consola! Es satisfacción en cada burla, en cada mofa, en cada observación despectiva o en cada señal de indolente indiferencia de los seres humanos: mi saber, que cada uno de esos seres humanos, por su actuar y pensar, encuentra su juicio en la Palabra, cuya grandeza él no quiere ver, por la cual todavía pasa sin atención. ¡Me es consuelo saber que el ser humano, con cada palabra que pronuncia sobre mi Mensaje, se da a sí, él mismo, su propia condena, que lleva en si destrucción o vida para él!

¡Este saber me permite soportar todo, superar todo! Ninguna alma podrá ahora huir de él. ¡Como tal espada que juzga lanzo ahora la Palabra para vosotros en los cumplimientos del Juicio Final! ¡Eso hace la tristeza desprenderse de mi! Que los seres humanos resbalen en ella como quieran, ellos se hieren solamente a si propios, que burlen, mofen o sacudan la cabeza... ¡todo alcanzará a ellos mismos en la más rápida reciprocidad!

Años han pasado, cuando por la primera vez sentí horror al observar los espíritus humanos, y ver mi conclusión sobre el destino para ellos de acuerdo con la ley primordial de la Creación.

Sentí horror, porque he visto que era imposible auxiliar los seres humanos aún de otra forma, sino mostrarles aquél camino que ellos tienen que seguir, para escapar a la destrucción.

Eso me ha dejado indeciblemente triste; pues en el actual estado de la humanidad sólo puede haber un fin: ¡la certeza de que la mayor parte de toda la humanidad tendrá que perecer incondicionalmente, en cuanto le es dejada la libre decisión para cada decisión!

¡El libre-arbitrio de la decisión, sin embargo, según la ley en la Creación, nunca puede ser sacado del espíritu humano! Eso reside en la especie del espíritu! ¡Y por este motivo, es decir, por si propias, las grandes masas irán, en lo sucesivo, sucumbir en el presente Juicio!

Cada decisión individual del ser humano le traza los caminos, que tendrá que recurrir en la Creación, también aquí en la Tierra. Las pequeñas cosas de su profesión y de la necesaria vida cotidiana constituyen ahí solamente cosas secundarias, que muchas veces aún resultan de consecuencias de decisiones muy remotas y voluntarias. ¡Sin embargo, solamente la decisión es libre para un espíritu humano! ¡Con la decisión empieza a actuar la palanca automática que provoca la actuación de las leyes de Dios en la Creación, de acuerdo con la especie de decisión! ¡Así es el libre arbitrio, de que dispone el espíritu humano! Él reside solamente en la libertad incondicional de la decisión. La decisión espiritual, sin embargo, desencadena inmediatamente una hasta entonces misteriosa y espontánea actuación en la Creación que, sin que el espíritu humano sepa, sigue a desarrollar la especie del querer inherente a la decisión, hasta la madurez y, con eso, a un rescate final, que algun dia súbitamente se presenta, de acuerdo con la fuerza de la decisión original y de la nutrición que tal especie incluso recibió a través de la especie igual durante su trayecto por la Creación.

Los efectos de cada una de sus decisiones el ser humano debe entonces soportar. Eso él no puede y no debe sentir como injusto; pues, en el último efecto, es siempre solamente lo que estaba inserido en la decisión. Sin embargo, en el efecto final alcanza siempre exclusivamente el autor de la decisión, aunque esta haya sido destinada o otro. Muchas veces, por ocasión de un efecto final, la decisión original ya ha sido olvidada hace mucho tiempo por su autor, su querer y sus decisiones son tal vez en esa época ya completamente diferentes o incluso el contrario que antes, pero las consecuencias de las decisiones de antaño, aunque sin su conocimiento, siguen tranquilamente su curso natural hasta el fin, de acuerdo con la ley.

El ser humano se encuentra siempre en el medio de las consecuencias de todas sus decisiones, muchas de las cuales él ni más reconoce y en las cuales no más piensa, y por eso entonces siente frecuentemente como injusticia, cuando eso o aquello lo alcanza inesperadamente como último efecto. Cuanto a eso, sin embargo, puede estar tranquilo. ¡Nada lo alcanzará, sino aquello para lo que él mismo, un dia, haya dado el motivo, aquello, que él mismo, por cualquier decisión, alguna vez haya literalmente criado, por lo tanto, que haya “sometido” bajo las leyes en la Creación para realización! ¡Que sea a través del pensar, hablar o actuar! Para tanto, él ha movido la palanca. ¡Para todo es necesario, originalmente, su querer, y cada querer es una decisión!

¡Sin embargo, por el no reconocimiento de las leyes de la Creación, los seres humanos siempre gritan en relación a la injusticia y preguntan donde estaría el tan famoso libre-arbitrio del ser humano! ¡Eruditos escriben y hablan al respecto, mientras, en la realidad, todo es tan sencillo! En cualquier hipótesis, un libre-arbitrio sólo puede existir en la capacidad de libre decisión, nunca diferente. Y esta es y siempre será mantenida al espíritu humano en la Creación para su camino. Sin embargo, él olvida o no se da cuenta siempre solamente de un hecho importante: ¡que, a pesar de todo, él es y permanece solamente una criatura, un fruto de esta Creación posterior, que ha surgido de sus leyes eternas e inmutables y por lo tanto también jamás podrá desviarse de esas leyes o despreciarlas! Ellas se realizan, quiera él o no, le parezca conveniente o no. Ahí él es un nada, es como un niño que, de paseo sólo, puede enveredar por sus caminos de acuerdo con su voluntad, y en seguida, sin embargo, queda sujeta a la especie del camino, no importando si es fácil o difícil recurrir, si conduce a un albo bello o a uno abismo.

Con cada nueva decisión de una persona surge, por lo tanto, un nuevo camino y, con eso, uno nuevo hilo en la alfombra de su destino. Sin embargo, los caminos antiguos, hasta entonces todavía no resueltos, siguen, y a pesar de eso, adelante de los más nuevos, hasta que sean completamente recurridos. Por lo tanto, con uno nuevo camino, ellos aún no están cortados, pero si tienen que ser vivenciados y recorridos aún hasta el fin. Ahí se cruzan también, a veces, antiguos con nuevos caminos, provocando, con eso, nuevos rumbos.

¡Todo eso el ser humano tendrá que rescatar en la vivencia, y ahí se admira muchas veces de como le puede advenir esto o aquello, porque no quedó conciente de sus decisiones anteriores, mientras está sujeto a las respectivas consecuencias, hasta que se hayan agotado y, con eso, “extinto”! No es posible eliminarlas del mundo de otra forma, que no sea por el propio generador. Él no puede desviarse de ellas, toda vez que permanecen firmemente ancladas en él hasta el completo rescate.

Es necesario, por lo tanto, que todas las consecuencias de cada una de las decisiones, hasta su termino, alcancen el rescate, sólo entonces se sueltan del generador y dejan de existir. Si, sin embargo, los hilos de nuevas y buenas decisiones se cruzan con rastros de antiguas y malas decisiones aún pendientes, entonces, a causa del cruce con las nuevas y buenas, los efectos de esas consecuencias antiguas y malas serán correspondientemente debilitados y podrán incluso, caso esas nuevas y buenas decisiones sean muy fuertes, ser completamente disueltas, de tal forma, que las consecuencias malas deben ser rescatadas solamente aún simbólicamente en la materia grosera. También eso está totalmente de acuerdo con la ley, según la voluntad de Dios en la Creación.

Todo actúa de forma viva en la Creación, sin que el ser humano alguna vez consiga alterar algo ahí; pues esa es una actuación alrededor y por sobre él. De esa forma él se encuentra dentro y bajo la ley de la Creación.

¡En mi Mensaje encontraréis el camino para llegar con seguridad a las alturas luminosas a través de ese laberinto de las consecuencias de vuestras decisiones!

¡Un grave obstáculo, sin embargo, se antepone a vosotros en el camino! Es el obstáculo que a mi me ha infundido el horror: porque vosotros propios tenéis que realizar todo eso, cada uno sólo, por si propio.

¡Esa condición también reside en la ley de vuestro libre-arbitrio de decisión, y en la consecuente actuación natural de los acontecimientos en la Creación y en vosotros propios!

El querer en la decisión forma uno camino que, conforme la especie del querer, conduce hacia arriba o hacia abajo. El querer de los seres humanos en la actualidad, sin embargo, os conduce predominantemente sólo hacia bajo, y con la bajada, que vosotros propios tampoco podéis percibir, disminuye y se restringe, paralelamente, la capacidad de vuestra comprensión. Los limites de la comprensión, es decir, de vuestro horizonte, se tornan de esa forma más restrictos, y por ese motivo imagináis, a pesar de eso, estar aún en las alturas, como antes; ¡pues ese limite es para vosotros, realmente, también la respectiva altura final! No conseguís seguir hasta un limite más amplio, no podéis comprender lo que está encima de vuestro propio limite, y rechazáis todo eso, sacudiendo la cabeza o hasta os exaltando, como siendo falso o incluso inexistente.

¡Por eso tampoco abandonáis vuestros errores tan fácilmente! Vosotros bien los observáis en otros, pero no en vosotros. Aunque que yo os aclare ese hecho, no lo relacionáis con vosotros. Acreditáis en todo cuanto digo, mientras eso se refiera a los demás. ¡Sin embargo, lo que tengo a censurar en vosotros, lo que tantas veces me desespera, eso no podéis comprender, porque para tanto todos los limites alrededor del querido “yo” se volvieron demasiado angostos! Ved aquí el punto, donde tanto fracasa, donde no os puede auxiliar; pues vosotros propios tenéis que romper eses limites, desde dentro hacia fuera, con la incondicional fe en la misión que yo tengo que cumplir.

Y eso no es tan fácil, como imagináis. Con fisonomía preocupada os encontráis muchas veces ante mi, con amor en el corazón para la gran misión, y por eso entristecidos con relación a todos aquellos, que no quieren o que no pueden reconocer sus errores, y yo, yo sé que muchos de esos errores, que censuráis severamente en los demás, por cuyas acciones os desespereis, están anclados en mucho mayor grado en vosotros propios. ¡Eso es el más terrible de todo! Y eso está anclado también en el libre-arbitrio de la decisión, que tiene que quedar con vosotros, por estar anclado en el espiritual. ¡Yo incluso os puedo rechazar o aceptar, os puedo elevar o derrumbar por la fuerza de la Luz, dependiendo de como vosotros propios lo queráis sinceramente, sin embargo, nunca podré forzar alguien a enveredar por un camino en dirección a las alturas luminosas! Eso está únicamente en las propias manos de cada ser humano.

Por lo tanto muestro, advirtiendo, una vez más este acontecimiento: ¡con cada paso en dirección hacia bajo, se estrechan cada vez más los limites de vuestra capacidad de comprensión, sin que eso alcance vuestra conciencia! Por esa razón tampoco nunca lo creerían, si yo lo dijese a vosotros, porque no podéis comprenderlo y a causa de eso tampoco puedo auxiliar allí, donde no brote una nueva, grande y espontánea decisión en ese sentido, traída por el anhelo o por la fe.

¡Allá, únicamente, puedo conceder la fuerza para la victoria! La victoria sobre vosotros mismos, con lo que las paredes y los angostos limites serán rápidamente rotos por el espíritu redivivo, que quiere elevarse hacia las alturas. Yo os muestro el camino a vosotros y, habiendo un querer verdadero, os doy a vosotros también la fuerza necesaria para eso. De esa manera puedo auxiliar allá, donde existe legitimo querer, legitimo pedir.

Pero nuevamente se encuentra el ser humano ante un obstáculo en el camino. ¡Este consiste en el hecho de que la fuerza solamente podrá traerle provecho, cuando él no apenas la asimile, pero sí la utilice de la manera cierta! Él propio tiene que utilizarla de modo cierto, no permitiendo que en él permanezca inactiva, sino ella se aleja de él nuevamente, regresando al punto de partida de esa fuerza. ¡De esa forma, surge un impedimento tras otro, cuando un ser humano no quiere sinceramente con toda la fuerza! Muy pocos son capaces de vencer estos impedimentos. ¡La humanidad ya se ha tornado espiritualmente demasiado floja, en cuanto una ascensión sólo podrá ser alcanzada con continua actividad y vigilancia!

Este acontecimiento es natural, sencillo y grandioso. En él está anclada justicia maravillosamente perfecta, la cual ahora también desencadena el Juicio.

¡Ahí, sin embargo, poder ser salvo sin humildad es imposible a uno espíritu humano! Su presunción de saber se encuentra, impidiendo, en el camino de la verdadera humildad. La presunción de un saber, que no es saber ninguno; pues, en relación a las facultades, el ser humano debe ser designado, en la realidad, como la más tosca entre todas las criaturas de esta Creación posterior, por ser él demasiado presuntuoso para aceptar algo con humildad.

Sobre eso no hay qué discutir, pues de hecho es así. El ser humano, sin embargo, no lo reconoce, no quiere creer en eso, también como consecuencia de su ilimitada presunción, la cual es siempre solamente el producto cierto de la estupidez. Solamente la estupidez genera presunción; pues donde existe verdadero saber no hay lugar para presunción. Esta sólo puede originarse dentro de los limites angostos de una imaginación inferior, en ninguna otra parte.

Donde empieza el saber, termina la presunción. Y como la mayoría de la humanidad hoy vive solamente en la presunción, el saber no existe.

¡El ser humano ha perdido, además, la noción del verdadero saber! ¡No sabe más lo qué es saber! No es sin motivo que vive en el lenguaje del pueblo como sabiduría el conocido dicho: “¡Solamente en el mayor saber de un ser humano surge la sabiduría de la convicción del hecho, que él nada sabe!”

¡Ahí reside verdad! Si un ser humano, sin embargo, haya alcanzado esta convicción, entonces se extingue en él la presunción, la recepción del verdadero saber puede empezar.

¡Todo el aprendizaje adquirido por medio de estudios nada tiene que ver con saber! Un estudioso diligente puede tornarse un erudito, está sin embargo, todavía lejos de poder ser designado como sabio. Por eso también es errada la expresión ciencia, de la forma como hoy todavía es utilizada. ¡Precisamente el ser humano actual incluso puede hablar de erudición, no, sin embargo, de saber! ¡Lo que él aprende en las universidades es exclusivamente erudición, como perfeccionamiento y coronación del estudio! ¡Es algo adquirido, no algo propio! ¡Sólo lo que es propio, sin embargo, es saber! El saber sólo se puede originar de la vivencia, no del estudio!

De esa forma, en mi Mensaje, indico solamente el camino, a fin de que el ser humano, que lo recurre, alcance en él a obtener vivencias, que le brinden el saber. El ser humano también necesita en primer lugar “vivenciar” la Creación, si él quiera realmente saber de ella. ¡La posibilidad para el vivenciar, le doy a través de mi saber, ya que yo mismo vivencio continuamente la Creación!

En el futuro tendremos, por lo tanto, eruditos y sabios. ¡Los eruditos pueden y deben aprender con los sabios!

¡La presunción no más existirá en el nuevo Reino, en la próxima generación! ¡Ella es el mayor obstáculo para la ascensión, tira ahora hacia la destrucción miles de seres humanos, que no quieren o no pueden abandonarla! Sin embargo, de esa forma es bueno; pues con eso la Creación será purificada de las criaturas imprestables, que sólo ocupan lugar y alimento de los otros y que ocupan mucho espacio, sin producir lo mínimo provecho. ¡Habrá, entonces, aire fresco para los espíritus humanos útiles!

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