En la Luz de la Verdad

Mensaje del Grial de Abdrushin


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Contenido


El séptimo mandamiento
¡No robarás!

El ladrón es visto como una de las criaturas más despreciables. Ladrón es todo aquel que toma algo ajeno sin el consentimiento del dueño.

Ahí tenemos la definición. Para acatar este mandamiento debidamente, el hombre no necesita más que estar siempre claro en cuanto a qué cosa es propiedad del prójimo. Eso no es difícil, se dirá todo el mundo. Y con ello ya dan el asunto por cerrado. Ciertamente, no es difícil, como, en principio, tampoco es difícil cumplir los diez mandamientos si uno tan solo se lo propone debidamente. Pero el requisito aquí siempre va a ser que el hombre los conozca correctamente. Y es eso lo que les falta a muchos. ¿Alguna vez os habéis puesto a analizar debidamente, con miras a cumplir el mandamiento, qué constituye en realidad propiedad del prójimo, al que no debéis cogerle nada?

Están su dinero, las joyas, la ropa, quizás también casa y hacienda, además de ganado y todo lo otro que pueda haber. Pero en ninguna parte del mandamiento dice que éste sea aplicable sólo a bienes terrenales, a bienes físico-materiales. A fin de cuentas, hay valores que son mucho más preciosos aún. Entre lo que se cuenta como propiedad de una persona está también su reputación, su prestigio, sus pensamientos, su individualidad, la confianza que le tienen otras personas, si bien no todas, al menos una que otra. Habiendo llegado hasta aquí, de seguro ya hay unos cuantos en cuyo caso el orgullo interior que sentían con respecto al mandamiento habrá dado paso a una sensación de apocamiento. Sí, porque pregúntate a ti mismo si alguna vez no has tratado, quizás de buena fe, de quebrantar o hasta de menoscabar la confianza de la que una persona goza llamando a la cautela al individuo que ha depositado en ella esta confianza. Con ello le has robado literalmente la confianza a esa persona que gozaba de ella. Puesto que se la has quitado. O al menos has hecho el intento.

También le has robado al prójimo cuando, teniendo conocimiento de sus circunstancias, pasas esta información a otros sin su anuencia. De ahí puedes darte cuenta cuán enredadas en las redes de culpa se encuentran todas esas personas que tratan de comerciar con estas cosas o que de alguna manera hacen negocio con este tipo de cuestiones, como las llamadas agencias de crédito y otros empeños por el estilo. Por medio de todos lo fenómenos acompañantes de la actividad de estas constantes transgresiones de la ley de Dios, esos embrollos en los que el propio individuo se ha metido traen consigo una red tan grande que semejantes sujetos ya no son capaces de soltarse y quedan a merced de la condenación; ya que todos ellos están más lastrados que ladrones y rateros físico-materiales. Y aquellos que apoyan y alientan a semejantes comerciantes en su pecaminosa ocupación están actuando como receptadores de objetos robados y son tan culpables como los primeros. Toda persona correcta y honrada, ya sea una persona privada o un hombre de negocios, tiene el derecho y el deber de exigir explicación y hasta pruebas, de ser necesario, directamente del individuo que se le acerque con alguna petición, a partir de lo cual podrá decidir qué tanto puede confiar en él y en qué medida puede satisfacer sus deseos. Todo lo demás es malsano y reprobable.

El cumplimiento de este mandamiento tiene, al mismo tiempo, el efecto adicional de que la intuición va despertando cada vez más y las facultades de ésta son cultivadas y liberadas. El hombre obtiene así el debido conocimiento de la naturaleza humana, conocimiento que había perdido sólo por causa de su comodidad. Poco a poco va perdiendo lo muerto y mecánico que hay en él y vuelve a ser un ser humano vivo. Surgen individuos con verdadera personalidad, mientras que el borrego de hoy día queda condenado a desaparecer.

Tomaos el trabajo de reflexionar profundamente al respecto y velad porque al final este mandamiento no aparezca transgredido sobremanera en vuestro registro de culpas.

Mensaje del Grial de Abdrushin


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