En la Luz de la Verdad

Mensaje del Grial de Abdrushin


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Contenido


El tercer mandamiento
¡Santificarás el día feriado!

¿Dónde está la persona que se tome el trabajo de vivir un mandamiento en la intuición? Al mirar la frivolidad con que niños y adultos acostumbran a tratar los mandamientos de su Dios, toda persona que razone con seriedad no puede menos que sentirse horrorizada. Los mandamientos son aprendidos en la escuela y discutidos superficialmente. Mientras exista el riesgo de que se le haga preguntas sobre el particular, el individuo se contenta con haberse aprendido el texto y con poder dar alguna información al respecto. Una vez que él sale de la escuela e inicia su vida laboral, el texto queda pronto en el olvido y, con el mismo, también el significado. La mejor prueba de que al individuo en cuestión en absoluto le había interesado de verdad lo que su Dios y Señor exige de él. Mas Dios ni siquiera está exigiendo algo con ello, sino que les está dando con amor a todos los seres humanos lo que estos necesitan con urgencia. Desde la Luz se percibió lo mucho que los hombres se habían descarriado. Así que, con la fidelidad propia de un educador, Dios les mostró el camino que los conduce a una existencia eterna en el Reino Luminoso del Espíritu, o sea, el camino que los lleva a su felicidad. Mientras que el no acatamiento ha de conducir inevitablemente a la desdicha y la perdición de los hombres. Es por esa misma razón por la que en realidad no está correcto el hablar de mandamientos. Se trata más bien de consejos muy bienintencionados, de la indicación del camino correcto por la materia, la cual los propios espíritus humanos han deseado conocer. Mas ni siquiera esta hermosa idea causa efecto alguno en el hombre. Éste está demasiado aferrado –en sentido literal– a sus propios razonamientos y no desea ver ni oír nada fuera de lo que él mismo se ha construido en la forma de opiniones que conforman su exiguo saber terrenal. Y no se percata de cómo la materia lo va arrastrando todo el tiempo hacia el límite donde le tocará escoger entre lo uno o lo otro, en lo que constituye una decisión que resultará decisiva para toda su existencia y después de la cual tendrá que seguir el camino escogido hasta el final, sin que se le dé de nuevo la oportunidad de volver sobre sus pasos. Así llegue por último a alcanzar la comprensión. Ya ahí será demasiado tarde y dicha comprensión no hará entonces más que contribuir a aumentar los tormentos del sujeto en cuestión.

A fin de ayudar aquí para que, pese a los extravíos, los hombres puedan alcanzar la comprensión a tiempo, Dios les ha dado a estos el tercer mandamiento, el consejo de santificar el día feriado. Con el cumplimiento de este mandamiento, en todo ser humano hubiera poco a poco despertado con el tiempo el anhelo de encaminar sus pasos hacia la Luz, y con este anhelo, se le hubiera mostrado por último el camino que lo conduce a la realización de sus deseos, los cuales, al volverse cada vez más fuertes, se habrían condensado en una plegaria. En tal caso, la situación del hombre hoy día, en la hora del viraje cósmico, sería otra. El hombre estaría espiritualizado, estaría maduro para ese reino que ahora ha de llegar.

Así que prestad oídos, que es a vosotros a quienes estas palabras van dirigidas, y actuad para que el cumplimiento de este mandamiento os prepare el camino. Santificarás el día feriado. ¡Tú! Ahí dice bien claro que eres quien ha de consagrar el día feriado, que eres tú quien ha de hacer de este día algo sagrado para ti. El día feriado son las horas de fiesta, o sea, cuando descansas del trabajo que tu camino en la Tierra te ha impuesto. Mas no estás consagrando el día feriado, el día de descanso cuando aprovechas la ocasión sólo para cuidar de tu cuerpo. Tampoco lo consagras buscando distracción en el juego, la bebida o el baile. Las horas de fiesta han de llevarte a hacer introspección sosegada en tu pensar y tu sentir, a contemplar la vida terrenal que has llevado hasta ese momento, sobre todo lo que has vivido en los días laborales de la última semana, y a sacar de ahí aplicaciones prácticas para tu futuro. Lo ocurrido en seis días siempre se puede recordar; lo que de ahí pasa se olvida con facilidad. Con ello resulta inevitable que tu sentir comience a elevarse poco a poco y que devengas en buscador de la Verdad. Una vez que te conviertes en un verdadero buscador, se te muestra también un camino. Y así como aquí en la Tierra tú recorres un camino nuevo y hasta ese momento desconocido para ti sólo con cuidado, tanteando y explorando, del mismo modo has de recorrer los nuevos caminos espirituales que se abran, poniendo cuidado en cada paso que des, a fin de siempre pisar terreno firme. No debes andar a toda prisa, ya que ahí el riesgo de caer se hace mayor. Con semejante pensar y sentir en las horas de fiesta de tu existencia terrenal jamás perderás nada; al contrario, no harás sino ganar.

Con ir a la iglesia nadie santifica una hora de fiesta si no aprovecha también las horas de descanso para reflexionar sobre lo que allí ha oído, a fin de así asimilarlo debidamente y vivir en consecuencia. El sacerdote no puede santificarte tu día si tú no lo haces por ti mismo. Pondera una y otra vez a ver si el verdadero significado de la Palabra de Dios armoniza por entero con tu labor. Es de esa manera que santificas el día feriado, ya que, por medio de una tranquila introspección, éste ha recibido ese contenido que se buscaba que tuviera cuando fue instituido. Todo día feriado se convierte así en un hito en tu camino que, de manera retroactiva, les da a los días de tu actividad físico-material ese valor que los mismos han de tener para la madurez de tu alma. En tal caso, éstos no habrán sido vividos en vano y siempre estarás avanzando. Santificar no quiere decir desaprovechar. En el momento en que desaproveches esto, estarás desaprovechando ese tiempo que se te ha dado para tu maduración, y después del viraje cósmico, cuyos rayos ya os están rodeando poco a poco, sólo queda un corto tiempo para recuperar lo perdido, siempre y cuando hagáis uso aquí de toda la fuerza de la que aún disponéis. ¡Así que santificad el día feriado! Ya sea en vuestra casa, o mejor aún, en la naturaleza, la cual os ayuda a manteneros despiertos en el pensar y el sentir. Cumplid así el mandamiento del Señor. Es por vuestro bien.

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