En la Luz de la Verdad

72. ¡Vivid el presente!

Si uno observa a los hombres, encontrará diferentes categorías de individuos. Una parte vive exclusivamente en el pasado. O sea, comienzan a entender las cosas una vez que ya han sucedido. De ese modo, se les hace imposible alegrarse de verdad por algo sucedido o percibir toda la gravedad de una cuestión. Es después de que el suceso ha tenido lugar que comienzan a hablar de él con entusiasmo o a lamentar que haya ocurrido. Y con esa actitud reiterada de hablar del pasado y de regocijarse con éste o lamentarlo, pasan por alto una y otra vez lo que ocurre en el presente. Solo cuando se convierte en historia pasada y deja de ser parte del presente es que entonces se ponen a valorarlo.

Otra parte, a su vez, vive en el futuro. Todos sus deseos y esperanzas están centrados en el porvenir, con lo cual olvidan lo mucho que el presente tiene que ofrecerles y olvidan también trabajar por que muchos de sus sueños puedan hacerse realidad.

Ambas categorías, a las cuales pertenecen la gran mayoría de las personas, prácticamente no han vivido en absoluto su vida en la Tierra: esa es la realidad. El tiempo que tienen en la Tierra lo están desperdiciando.

Estarán también las personas que tomen el llamado, «¡vivid el presente!», por algo completamente falso; puede que lo tomen como que con ello yo quiero incitar a disfrutar y gozar al máximo cada momento, como que de esa manera estoy animando a llevar una vida algo casquivana. A fin de cuentas, bastantes de esos ya hay que andan trastrabillando por la vida de esa manera, dando, con su desatinado proceder, señal de aprobación de este tipo de conducta.

Ciertamente, con ese llamado estoy pidiendo un absoluto disfrute de cada minuto, pero un disfrute interior, y no un disfrute superficial y de índole exterior nada más. Todo momento del presente tiene que convertirse en verdadera vivencia para el hombre. Tanto los momentos de sufrimiento como los de gozo. El hombre debe estar abierto con todo su pensar y su raciocinio, con todo su sentir intuitivo, a toda situación del presente, lo que significa que ha de estar despierto. Sólo así le reportará la existencia terrenal el provecho que está previsto que la misma le traiga. Ni en los pensamientos en el pasado ni en los sueños de lo que el futuro le pueda traer podrá encontrar verdaderas vivencias, vivencias tan intensas que le impriman a su espíritu un sello que él se pueda llevar consigo al más allá como algo ganado.

Si él no vive lo que acontece, no podrá madurar; la maduración depende únicamente de la vivencia.

Si durante su vida terrenal no vive continuamente en su interior el presente, regresará con las manos vacías y se verá obligado a recorrer una vez más ese período que ha desperdiciado por no haber estado despierto y no haber hecho nada suyo a través de las vivencias.

La vida terrenal es como un escalón en toda la existencia del hombre, un escalón tan grande que al hombre le resulta imposible saltárselo. Como no ponga el pie de manera firme y segura en él, se le hace completamente imposible entonces subir al próximo, toda vez que para ello necesita del escalón anterior como base y apoyo. Si el hombre se imaginara su existencia entera como algo que, partiendo de la Tierra, regresa a la Luz en un ascenso escalonado, no podría menos que darse cuenta entonces de que sólo le es posible pasar al escalón siguiente cuando ha cumplido debidamente el anterior y se encuentra parado en éste firmemente. De hecho, se puede expresar de manera más drástica aún. Sólo a partir del cumplimiento absoluto del escalón vivencial de turno es que entonces puede tomar forma el escalón inmediato superior. Si el hombre no cumple por medio de las vivencias –que es lo único que puede traerle la maduración– el escalón en que se encuentra, el próximo escalón no se le hace visible entonces, ya que para ello necesita de las vivencias del escalón anterior. Sólo con los pertrechos que le traen estas vivencias es que obtiene la fuerza para reconocer el escalón inmediato superior y subir a él.

Y este mismo proceso se repite de escalón a escalón. Si el hombre sólo quiere tener la vista puesta en la elevada meta y no le presta la debida atención a los diferentes escalones que lo llevan allí, jamás conseguirá alcanzar esta meta. En tal caso, los escalones, que tienen que ser construidos por él mismo si es que quiere ascender, serían demasiado efímeros y también muy endebles e inevitablemente se romperían cuando el hombre tratara de hacer uso de ellos para su ascensión.

Ahora, este riesgo se evita por medio del hecho natural de que el escalón siguiente sólo puede desarrollarse a partir del cabal cumplimiento del escalón actual. Así que quien no quiera pasarse la mitad de su existencia en un escalón y verse obligado a regresar a éste una y otra vez, que se obligue a sí mismo a siempre formar parte enteramente del presente, que se obligue a sí mismo a comprender el presente, a vivirlo, a fin de que el mismo le reporte provecho espiritualmente.

Al mismo tiempo, esto no dejará de reportarle ganancia terrenal también; ya que la primera ventaja que obtiene de ello es que entonces no esperará de los hombres y de su tiempo nada que no sea lo que éstos verdaderamente le puedan ofrecer. De esa manera, jamás sufrirá desencantos y permanecerá así en armonía con su entorno.

Pero si se limita a arrastrar el pasado consigo y a abrigar sueños de lo que puede depararle el futuro, es muy fácil que entonces, en sus expectativas, busque más allá del marco de su presente, con lo cual entra inevitablemente en desarmonía con éste. Y él no es el único que entonces acaba sufriendo bajo esta desarmonía, sino también su entorno más cercano. Cierto es que uno debe pensar en el pasado, para así sacar lecciones de éste, y soñar con el futuro, a fin de recibir estímulo, pero es en el presente únicamente en el que se debe vivir, y ello de forma plenamente consciente.

[Mensaje del Grial de Abdrushin]  [Resonancias del Mensaje del Grial]