En la Luz de la Verdad

Mensaje del Grial de Abdrushin


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66. Materia física, materia etérea, irradiaciones y tiempo y espacio

Han llegado muchas preguntas sobre el concepto de mis expresiones «materia física» y «materia etérea». La materia física es todo lo que el hombre puede ver con sus ojos terrenales, todo lo que él percibe y oye terrenalmente. Como materia física se cuenta también aquello que el hombre ve con la ayuda de adminículos terrenales y lo que verá cuando se realicen nuevas invenciones. Como ejemplo tenemos todo lo que se ve con un microscopio. Lo físico-material no es más que una especie específica de materia. Ahora, el gran campo de la materia en su conjunto comprende varias especies que básicamente son completamente diferentes entre sí y que, por tanto, no pueden mezclarse jamás.

Las diferentes especies de materia se encuentran agrupadas una arriba de la otra en lo último de la Creación, en su región inferior. Como en toda la Creación, la materia también empieza con la especie más ligera arriba, a la que le siguen en sentido descendente especies cada vez más pesadas y densas, y se acaba con la especie más pesada y densa de todas. Todas esas especies de materia sirven meramente de medios para el desarrollo de todo lo espiritual, que como germen se hunde en ella como si lo hiciera en un fértil terreno de cultivo. Es exactamente igual que en el caso de una semilla, que necesita de la tierra para germinar y crecer.

La materia, con sus diferentes capas, es por sí sola inactiva e incapaz de valerse. Sólo cuando es penetrada y enlazada por lo sustancial que se encuentra encima de ella es que entonces obtiene calor y vitalidad y sirve de envoltura o cuerpo a las más diversas formas y especies.

Como ya he dicho, las diferentes especies de materia no pueden ser mezcladas, pero sí que pueden ser ligadas y conectadas reiteradas veces, por medio de lo sustancial. En esa ligazón y conexión se origina calor e irradiaciones. Aquí cada especie de materia genera su irradiación particular, irradiación esta que se mezcla con las irradiaciones de las otras especies conectadas con ella; juntas, todas estas irradiaciones producen un halo de irradiaciones que la gente hoy día ya conoce y al que sin más ni más le dan el nombre de «efluvio» o también de «irradiación». Es así como toda roca, toda planta, todo animal tiene su irradiación, irradiación esta que puede ser vista por el hombre y que, en dependencia del estado del cuerpo, o sea, de la envoltura o la forma, puede variar muchísimo. Por eso es por lo que es posible también notar alteraciones en el halo de irradiaciones y reconocer en ellas puntos enfermos.

De modo que el halo de irradiaciones le da a toda forma un entorno especial que constituye una protección en la defensa, pero también un puente hacia ese entorno que le rodea. Pero, además de eso, este halo repercute también en el ser interior y toma parte en el desarrollo del núcleo, en el sentido más basto. Ya que en realidad hay muchas otras cosas más que llegan a ejercer un verdadero efecto en la Creación, cosas que sólo puedo ir desarrollando muy lentamente y paso a paso, para facilitarles así a quienes buscan en serio el adentrarse en las leyes de la Creación.

La materia no es nada si no está penetrada de lo sustancial. Lo que nosotros hemos contemplado ahora, empero, fue tan solo la conexión de lo sustancial con las diferentes especies de materia. Y ello, por su parte, es lo que viene a ofrecer el terreno de cultivo para el espíritu. Lo sustancial enlaza, aglutina y anima lo material; el espíritu, empero, asume el control sobre lo material y lo sustancial también. En el momento en que el espíritu, o sea, lo espiritual entra en el aglutinamiento animado por lo sustancial con el fin de desarrollarse, este aglutinamiento, por ley natural, queda subordinado así sin más a lo espiritual, y lo sustancial con él.

Con ello el dominio le es traspasado a lo espiritual de la manera más natural. Resulta trágico cuando lo espiritual hace un uso malo o incorrecto de este dominio. La verdadera herramienta del espíritu para su desarrollo en la materia es proporcionada por las irradiaciones de las que acabamos de hablar. El suelo para el desarrollo del espíritu ya ha sido cuidadosamente preparado por lo sustancial cuando el espíritu se hunde en él. Las envolturas se cierran automáticamente alrededor del espíritu de forma protectora y la tarea de este entonces es usar debidamente la herramienta que le ha sido concedida de esa forma, para su bien y su ascensión, y no para su perjuicio y su caída.

No es difícil de entender que aquella especie de la materia de las envolturas del espíritu que más representada esté habrá de ser determinante también para la naturaleza que habrá de tener la mixtura de irradiación; puesto que, en dicha mixtura, la irradiación que va a predominar siempre será la de la especie de materia que más representada está, como es natural. Ahora, lo que más predomine habrá de resultar también lo más influyente, tanto hacia adentro como hacia afuera.

La mixtura de irradiación, empero, tiene una significancia mucho mayor de lo que la humanidad ha podido descubrir hasta ahora. De su verdadera función no se tiene idea de la décima parte siquiera.

La constitución del halo de irradiación es determinante para la intensidad de onda, la cual ha de captar las vibraciones del sistema de irradiaciones del Universo entero. Los oyentes y lectores no deben pasar esta idea por alto, sino que han de profundizar en ella, y de ese modo, verán súbitamente en su imaginación todas las prolongaciones nerviosas en la Creación, prolongaciones estas que deben aprender a usar y a aprovechar.

El hombre puede formarse una idea de cómo la fuerza primordial, con todo su resplandor, es vertida sobre la obra que es la Creación, la cual se ve entonces permeada por ella. Toda región y toda especie es penetrada por esta fuerza primordial. Y cada una de estas regiones y especies transmitirá modificada la irradiación de la fuerza. Es la diversidad de constitución de las regiones de la Creación lo que causa la modificación en la irradiación primordial, modificación que también altera el color de esta irradiación. Es así como toda la Creación representa un tan maravilloso cuadro de los más espléndidos colores-irradiaciones que ningún pintor sería capaz de reproducirlo. Y toda región de la Creación, toda estrella, incluso todo cuerpo individual, no importa cuán pequeño y diminuto sea, se asemeja a un prisma finamente pulido que todo rayo que recoge lo refleja en múltiples rayos de un color diferente al original. Los colores, a su vez, traen consigo un sonoro retintín que resuena cual fragoroso acorde. No son los tonos los que tienen colores, sino que son los colores los que tienen tonos. O sea, los colores de las irradiaciones, no los colores aplicados por manos humanas, los cuales están muertos; muertos en comparación con los colores de las irradiaciones.

De modo que por un lado tenemos este imponente reino de irradiaciones y por el otro tenemos al espíritu humano con esa herramienta suya que son las irradiaciones de las envolturas que se le ha dado. Hasta el momento del despertar de la fuerza sexual, lo que tiene lugar es lo mismo que lo que sucede en el caso de un lactante. Las envolturas materiales absorben por medio de las irradiaciones únicamente aquello que les es necesario para madurar. La entrada de la fuerza sexual, empero, encuentra al espíritu plenamente pertrechado, y con ello, las puertas que conducen a él son abiertas de par en par y se establece la conexión directa. El espíritu entonces obtiene de varias partes un contacto intensificado con las fuerzas de las irradiaciones en el gran Universo.

Según el hombre, o sea, el espíritu, desarrolle y gobierne los colores de sus irradiaciones, tal estará ajustando también sus ondas –igual a como sucede con un radio– a los colores afines, los cuales captará entonces del Universo. Dicha captación también puede ser denominada atracción o fuerza de atracción de especies afines. Comoquiera que se le llame, el suceso sigue siendo el mismo. A fin de cuentas, los colores no hacen más que denotar la especie, y la especie da el color. En ello también reside la llave perdida de ese arte real que es la astrología, la verdadera astrología, así como la llave del profundo arte de curar con hierbas medicinales, como también la llave de ese controvertido arte de sanación corporal y espiritual que es el magnetismo terapéutico, al igual que la llave del arte de vivir, así como la llave de los peldaños de la ascensión espiritual. Puesto que, con esos peldaños, o sea, con la llamada escalera del cielo, uno no se está refiriendo a otra cosa que a una simple herramienta de la que el hombre debe servirse. Las mallas de esta red de irradiaciones en la Creación son los peldaños de dicha escalera. Ello lo encierra todo, todo el saber y el último enigma en la Creación.

Vosotros los que buscáis, echad mano de las mallas de esta red de irradiaciones; con conocimiento de causa, pero al mismo tiempo armados de una buena volición y en humilde reconocimiento de vuestro Dios, que ha dado esta maravillosa Creación que a vosotros os sería posible controlar como si fuera un simple juego de niños si os lo propusierais de una vez con seriedad y os deshicierais de toda presunta erudición. Primero tenéis que arrojar de vuestros hombros, de vuestro espíritu esa carga falsa; de lo contrario, no podréis erguiros con libertad.

También en la mixtura de irradiación del cuerpo humano tiene obligadamente que reinar la armonía, a fin de ofrecerle al espíritu un medio de pleno valor para su protección, su desarrollo y su ascensión, medio este que de hecho le corresponde en el desarrollo normal en la Creación. Ha sido en particular con el tipo de alimentación, de actividad corporal, así como, en general, con todas las condiciones de vida en muchas cosas, que estas irradiaciones han sido alteradas de forma unilateral, lo cual requiere de un equilibrio si se quiere que una ascensión sea posible. Hoy día todo adolece en este sentido. No hay nada que pueda considerarse sano.

El hombre puede imaginarse qué repercusión tiene en el sistema de irradiaciones el tipo de comida nada más. Por medio del tipo de comida por el que se opta para alimentar el cuerpo, al hombre le es posible ayudar compensando, reforzando, debilitando algunas cosas y alterando lo que predomina cuando tiene efectos favorables o entorpecedores, de manera que adquiera el papel predominante aquella irradiación que es favorable para él y, por ende, normal; puesto que sólo lo favorable es un estado normal.

Pero todo esto no puede por sí solo causar u ocasionar la ascensión, sino que tan solo ofrece un suelo sano para la plena actividad del espíritu, a cuya voluntad le queda reservado el decidir si toma el camino que conduce a las alturas, el que conduce a un lado u otro o el que conduce a las profundidades.

Ahora, el cuerpo no puede menos que fortalecerse, al igual que el espíritu, en el momento en que uno sea capaz de poner cuidado en ello. Hoy día, empero, en casi todas partes se peca gravemente en este respecto, por ignorancia. –

Cuando hablo de materia física y materia etérea, no se debe suponer, pues, que la materia etérea constituye una refinación de la materia física. La materia etérea es una especie totalmente diferente, de otra constitución. Ésta jamás podrá convertirse en materia física; antes bien, constituye el escalón de transición en sentido ascendente. Asimismo, por materia etérea –exactamente igual a como es el caso con la materia física– se debe concebir meramente una envoltura, envoltura que tiene que ser aglutinada por lo sustancial, a fin de poder ser animada por éste.

Y ahora que estoy tocando estas leyes, me siento obligado a apuntar que ni remotamente se han mencionado todas las subdivisiones. Por eso quiero dar a conocer ya desde ahora que, además de lo espiritual consciente e inconsciente y lo sustancial, también hay corrientes de fuerza de diversos tipos que recorren la Creación a fin de animar las diferentes especies de la materia y que, de conformidad con su diversidad de especies, contribuyen también de forma diversa al desarrollo y la ascensión. Las corrientes de fuerza son lo que se une inmediatamente a la actividad de los elementos espirituales y los sustanciales, o mejor dicho, son lo que, saliendo antes que ellos, les prepara el terreno de su actividad. Y a esto le siguen más cosas, muchas más, a medida que vamos desglosando y entrando en detalles.

Es como una cadena en la que cada nuevo eslabón se une al anterior para, en conexión con éste, engendrar nuevas subdivisiones. Pero todo puede ser aclarado de una manera consecuente; puesto que después de la primera Creación sólo podía surgir lo que resultaba consecuente. Otra cosa no hay. Y este hecho ofrece sin falta la garantía de una solución sin lagunas, la garantía de una clara visión de conjunto. Con mis disertaciones estoy ofreciendo la llave. Con ésta puede todo oyente abrir la Creación para sí mismo.

Todo de una vez tendría por fuerza que resultar en una obra cuyo carácter polifacético podría confundir a los hombres. Pero si, como he estado haciendo hasta ahora, voy, en las décadas venideras, presentando una cosa a partir de la otra, entonces se hace fácil entender y, por último, llegar a tener una bien clara visión de conjunto que permita contemplar todo con ecuanimidad y conocimiento de causa. Se hace fácil para aquel que quiera seguirme. Al principio voy a aclarar primero las más sólidas bases de la Creación y sólo entonces tocaré todos los pormenores.

Al oyente o lector probablemente le pase como a alguien a quien primero le muestro el esqueleto de un hombre y después le pongo al lado una persona viva y en toda su actividad y plenitud de facultades. Si aquel no tuviera noción de cómo es un hombre, no reconocería al esqueleto en la persona viva y puede que incluso diga que lo uno no tiene nada que ver con lo otro o que no son en absoluto una y la misma cosa. Exactamente igual les sucederá a aquellos que no me sigan ecuánimemente hasta el final en mis explicaciones. Aquel que no se afane seriamente desde un principio por comprender, no podrá entender la Creación entera cuando ya yo haya llegado a lo último de mis aclaraciones. El oyente o lector tiene en este respecto que tratar de seguirme paso por paso. –

Como me he visto obligado a hablar en grandes rasgos, he ido pasando a las cosas nuevas de forma pausada. De lo contrario, hubiera sido muy superficial en mis explicaciones. Así y todo, ya me han dicho varias veces que en todas las cuestiones tocadas yo sólo ofrezco la esencia, la cual no le es tan fácil de entender a una buena parte del común de las gentes. Pero otra cosa no puedo hacer si es que pretendo abordar todo lo que tengo que decir. De lo contrario, tuviéramos que quedarnos en la cuarta parte, ya que una vida terrenal apenas alcanza para más si se fuera a dar explicaciones más amplias. Ya vendrán otros que de cada una de mis disertaciones podrán escribir uno y hasta varios libros. Yo no puedo ocuparme de eso ahora. –

Ahora bien, dado que la materia etérea, como ya dije, es de otra especie que la materia física, de ello se desprende algo que no había tocado hasta ahora. Para no confundir, he estado usando expresiones populares en muchas cosas, expresiones que ahora me veo obligado a ampliar. Entre estas está, por ejemplo, la expresión: «por encima de tiempo y espacio».

Con ello siempre se ha hecho referencia a lo supraterrenal. Con miras a seguir avanzando, nos vemos obligados a de ahora en lo adelante decir: «la vida en la materia etérea está por encima de los conceptos terrenales de tiempo y espacio»; ya que en la materia etérea también hay un concepto de tiempo y espacio, pero éste es de otra naturaleza, de una naturaleza que se ajusta a la materia etérea. De hecho, el concepto de tiempo y espacio se encuentra en toda la Creación, sólo que siempre estará ligado a la especie de turno. La Creación misma tiene sus límites y, por ende, para Esta es aplicable todavía un concepto de espacio.

Asimismo, los efectos del operar de todas las leyes básicas que de manera uniforme atraviesan la Creación entera siempre estarán influenciados por la especie de turno y dependerán de las particularidades de ésta. De ahí que las consecuencias de una ley determinada en las diferentes subdivisiones de la Creación tengan por fuerza que manifestarse de manera diferente también, lo cual ha llevado a grandes malentendidos, contradicciones y dudas respecto de la uniformidad de las leyes de la Creación o de la voluntad divina, así como también ha conducido a la creencia de que el Creador realiza actos arbitrarios. En el fondo, empero, todo se ha debido y se debe únicamente a la ignorancia del hombre respecto a la Creación como tal.

Pero de estas cosas hablaré con mayor detenimiento mucho más adelante, dado que hoy no podrían menos que desviar y enturbiar la atención del oyente y del lector. Las abordaré en el momento en que se haga necesario para un mayor entendimiento. Laguna no se va a dejar ninguna. –

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