En la Luz de la Verdad

Mensaje del Grial de Abdrushin


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49. La diferencia entre el origen del hombre y el del animal

Para dejar en claro cuál es la diferencia de origen entre el hombre y el animal, se requiere de una disección de la Creación más detallada de la que se ha hecho hasta ahora. Ya no basta con las socorridas frases de «almas-grupo» para referirse al animal y de «“yo” personal» para referirse al hombre, pese a que en sí son totalmente correctas. Lo que pasa es que con ello se está meramente bosquejando a grandes rasgos lo general y lo más próximo a lo terrenal, y no se está nombrando la diferencia propiamente dicha.

Aquí hay que tener conocimiento del desarrollo de la Creación que es explicado en la disertación «Desarrollo de la Creación»30.

En aras de facilitar una visión de conjunto, vamos a reproducir una vez más los niveles principales desde arriba hacia abajo:

1. Divino:Divino-Insustancial
Divino-Sustancial
2. Espiritual-Sustancial:Espiritual-Sustancial-Consciente
Espiritual-Sustancial-Inconsciente
3. Sustancial:Consciente-Sustancial
Inconsciente-Sustancial
4. Material:Etéreo
Físico-Material

El hombre tiene su origen espiritual en lo inconsciente-espiritual-sustancial. El animal, en cambio, tiene su origen sustancial en lo inconsciente-sustancial. Entre estos dos niveles hay una diferencia enorme. El núcleo vivificador del hombre es espíritu. En cambio, el núcleo vivificador del animal es meramente sustancial.

El espíritu está muy por arriba de lo sustancial; por consiguiente, el origen del ser interior del hombre es mucho más elevado que el del animal, mientras que ambos sólo tienen en común el origen del cuerpo físico-material. Con el tiempo, empero, el espíritu del hombre ha llevado el desarrollo de su cuerpo, originalmente de naturaleza puramente animal, más lejos de lo que el núcleo sustancial del animal pudo hacerlo.

Es por eso por lo que la doctrina de la evolución natural del cuerpo físico-material desde el más inferior cuerpo animal hasta el cuerpo humano es totalmente correcta. Dicha doctrina muestra el progresivo operar de la voluntad divina en la naturaleza y cómo éste es completo en todo respecto; un símbolo de la perfección.

En esta doctrina se ha cometido un solo error, si bien se trata de un error garrafal. El error consiste en no haber ido más allá de lo físico-material. Cuando se dice que el cuerpo humano, o sea, el manto físico-material del hombre, proviene del cuerpo animal que ya existía antes de la aparición del hombre, ello está correcto. Este cuerpo, empero, no hace ni al hombre ni al animal, sino que meramente constituye algo indispensable en la materia física. Ahora, si de ahí se pretende inferir que la vida interior del hombre también proviene de la del animal, ello constituye un desacierto imperdonable y desorientador que por fuerza había de suscitar un conflicto. Y es de este conflicto que en muchos hombres dimana esa sana intuición contra semejante asunción incorrecta. Por una parte, se sienten atraídos por lo correcto de la suposición en lo tocante al cuerpo, y, por otra parte, sienten rechazo por esa burda negligencia que así sin más quiere incluir en ello el origen del ser interior.

Desde luego que la ciencia hasta ahora no ha podido decir sino que según el desarrollo natural el hombre tiene que descender del animal, y en específico, de un animal simiesco, que en su forma es el que más se acerca al cuerpo humano, puesto que la ciencia hasta ahora no ha sido capaz de ocuparse de otra cosa que de lo material; incluso se ha ocupado predominantemente de lo físico-material nada más, que constituye una parte muy pequeña de la Creación. Y de esta esfera físico-material conoce tan solo las más bastas exterioridades; o sea, en realidad, muy poco, prácticamente nada. Cierto es que hoy en día le es posible hacer uso de diferentes cosas valiosas, mas no conoce la esencia de lo que emplea, sino que se ve obligada a conformarse con algunos términos extranjeros que han de suplir lo que le falta en saber. Esas palabras significan meramente la clasificación temporal de un algo existente que ya está siendo usado y cuya verdadera naturaleza no se conoce, por no hablar de su origen.

Ahora, lo sustancial, y mucho más todavía lo espiritual, están por encima de todo lo material y, mirando desde la Tierra hacia arriba, son la continuación hacia el origen de todo lo existente o, lo que es más natural, mirando desde arriba hacia abajo, son lo que precede a lo material en el proceso de desarrollo.

Hay que tener presente que todo lo sustancial necesita, por lógica y obligado por la ley natural del desarrollo, el manto de un cuerpo físico-material tan pronto, en obediencia a las leyes evolutivas, hace su entrada en lo físico-material como factor formador y núcleo viviente. Cuando por fin la gente o bien penetre más allá en sus investigaciones, es decir, más allá de la materia, o sean capaces de seguir desde arriba hacia abajo el curso evolutivo, toda controversia quedará inmediatamente dirimida. Ya ha llegado el momento en que hay que ponerse a trabajar en esa dirección. Pero al hacerlo hay que ejercer la mayor cautela, a fin de que el saber espiritual, el cual lleva en sí la lógica de manera inequívoca, no sea inadvertidamente degradado a fantasía ignorante. Uno debe tener presente que a lo sustancial y a lo espiritual solo se les puede entrar con espíritu claro y libre, y no con balanzas, escalpelos y probetas, como en la materia.

Como tampoco con espíritu constreñido o con parcialidad, como sucede a menudo. Es que de por sí las leyes existentes en la Creación no lo permiten en absoluto. Y una insignificante criatura humana, por muy presuntuosa que sea, no puede torcer en lo más mínimo la perfección de la diamantina voluntad de su Creador en este respecto.

De modo que la diferencia propiamente dicha entre el hombre y el animal está meramente en el ser interior de ambos. Tras haber abandonado su cuerpo físico-material, al animal sólo le es posible regresar a la esfera de lo sustancial, mientras que el hombre regresa a lo espiritual, que se encuentra en un plano mucho más alto.

Y si bien al hombre le es posible degradarse al nivel del animal en ciertos respectos, no obstante, no deja por ello de ser un hombre, al cual no le es posible sustraerse de la responsabilidad que su simiente tiene en virtud de su origen espiritual; en cambio, el animal, con su origen meramente sustancial, no podrá jamás elevarse al nivel del hombre. Ahora, la diferencia entre los cuerpos reside meramente en la forma y en el desarrollo más noble que ha tenido el cuerpo del hombre, desarrollo que fue suscitado por el espíritu después de que éste hizo su entrada en el cuerpo físico-material31.

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