En la Luz de la Verdad

Mensaje del Grial de Abdrushin


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Contenido


36. La astrología

La llaman el arte real, y no sin razón. Pero no es que sea la reina de todas las artes, como tampoco que esté reservada solamente a los reyes, sino que aquel que sea verdaderamente capaz de ejercerla pudiera ocupar un rango real en lo espiritual, ya que con ello devendría en guía de muchos aconteceres habidos y por haber.

Mas no hay ni un espíritu humano al que le hayan sido confiadas semejantes dotes. Por consiguiente, todo trabajo en este campo está condenado a quedarse en deplorables tentativas, poco fiables cuando quienes las realizan lo hacen con intenciones serias, criminales cuando, en lugar de esta profunda seriedad, concurren el engreimiento y la fantasía enfermiza.

La sola calculación estelar puede, si acaso, servir de muy poco; puesto que entre las irradiaciones de las estrellas se cuenta obligadamente, como la verdadera fuerza detrás de los efectos, la viva materia etérea en toda su actividad, como, por ejemplo, el mundo de las formas mentales, del karma, las corrientes de las tinieblas y de la Luz en la materia, así como muchas cosas más. ¿Qué ser humano puede jactarse de tener una visión panorámica clara y nítida que lo abarque absolutamente todo, desde lo más bajo hasta lo más elevado en la materia?

Las irradiaciones estelares no hacen más que constituir los caminos y canales por los que puede llegar hasta el alma humana de manera más concentrada toda la vida etérea, a fin de trabajar allí. En sentido figurado se puede expresar así: Las estrellas dan la señal para los períodos en que los efectos recíprocos de carácter regresivo pueden, a través de la guía estelar, fluir hacia los hombres de manera más concentrada y compacta. Las irradiaciones estelares desfavorables u hostiles se suman a los efectos retroactivos perniciosos que le tocan a la persona en cuestión, y que se encuentran flotando en el plano etéreo; las favorables, por su parte, se suman únicamente a los efectos retroactivos favorables, de conformidad con la afinidad de especies. De ahí que las calculaciones en sí no carezcan completamente de valor. Pero, al mismo tiempo, es condición obligada que en los períodos de irradiaciones desfavorables para una persona hayan también efectos recíprocos de naturaleza desfavorable que retornen a ella, o efectos recíprocos favorables en los períodos de irradiaciones favorables. De lo contrario, no puede tener lugar repercusión alguna. Por otra parte, empero, hay que decir que las irradiaciones estelares no son algo nebuloso, no son una cosa aparte que, de no tener conexión con otras fuerzas, permanece inoperante, sino que tienen su repercusión de manera independiente también, al ejercer un cierto bloqueo. Si una persona solo tiene operantes y pendientes en el mundo etéreo efectos retroactivos de carácter pernicioso, la actividad de éstos en los días y las horas de irradiaciones estelares favorables queda bloqueada, refrenada o, al menos, fuertemente contenida, como corresponde a la naturaleza de las irradiaciones. Como es lógico, lo mismo sucede a la inversa, de modo que cuando hay efectos retroactivos buenos y llega el turno de las irradiaciones desfavorables, éstas paran lo favorable por el tiempo que corresponde según las irradiaciones.

O sea que cuando, por falta de efectos afines, los canales de las irradiaciones estelares no transportan nada, al menos, sirven para bloquear temporalmente los efectos recíprocos activos de otra naturaleza, de modo que jamás se quedan sin repercutir de alguna manera. Eso sí: las irradiaciones buenas no siempre pueden traer cosas buenas, como las irradiaciones malas no siempre pueden traer cosas malas, si la persona en cuestión no tiene efectos retroactivos de la misma naturaleza que hayan de retornar a ella.

Pero los astrólogos no pueden decir ahora: «Entonces teníamos razón después de todo.» Puesto que, si algo de razón tienen, ese algo es muy limitado y depende de muchas cosas, y no justifica sus a menudo presuntuosas aseveraciones ni sus comerciales ponderaciones. Cuando los canales de irradiaciones estelares no transportan nada, ello puede traer períodos de interrupción, pero nada más, ni cosas buenas ni malas. Por otra parte, hay que reconocer que, en cierto sentido, la temporal interrupción de los efectos retroactivos malignos es, de por sí, algo bueno. A fin de cuentas, le da un respiro a la persona seriamente acosada por lo malo y le proporciona así fuerzas para seguir aguantando.

Las calculaciones de los astrólogos podrían, pese a todo lo mencionado, ser acogidas con beneplácito si no se le hiciera caso al discurso altisonante y a la propaganda de muchos. Pero, aparte de eso, existen también otros factores importantes que hacen que las calculaciones sean muy poco fiables, de manera tal que, en realidad, éstas, por lo general, ocasionan más daños que beneficios.

Y es que no sólo se ha de tomar en cuenta las pocas estrellas de las que los astrólogos hoy en día disponen para sus cálculos. Falta un sinnúmero de estrellas que ni siquiera son conocidas por los astrólogos y que, al aminorar, fortalecer, cruzar y aplazar los efectos, juegan un papel tan importante que, muchas veces, el cuadro final del cálculo puede ser diametralmente opuesto a lo que el mejor astrólogo de la actualidad podría predecir.

Por último, hay otro punto más que resulta decisivo, el más importante y más difícil de todos: éste es el alma de cada persona. Sólo aquel que, además de todos los otros requisitos, sepa calibrar a cada una de estas almas, con todas sus aptitudes, sus atributos, con todas las implicaciones de su karma, así como con todas sus aspiraciones, en suma, sólo aquél que sepa calibrarla con extrema precisión de acuerdo a la verdadera madurez o inmadurez etérea que el alma en cuestión tenga en ese momento podrá, si acaso, atreverse a hacer un cálculo. Por muy favorables que sean las irradiaciones estelares para una persona, nunca podrá alcanzarle nada luminoso, es decir, bueno, si, por razón de la condición de su alma, está rodeado de demasiada oscuridad. Ahora, en lo que es el caso opuesto, a la persona cuya condición del alma solo permita alrededor suyo la pureza y la luz, ni las irradiaciones estelares más desfavorables podrán oprimirla a tal punto que ello le acarree daños graves; al final todo siempre habrá de redundar en algo bueno. La omnipotencia y la sabiduría de Dios no son así de sesgadas como los discípulos de la astrología se las imaginan a la hora de hacer sus cálculos. Dios no ajusta el destino del hombre, o sea, la suerte de éste, únicamente a las irradiaciones de las estrellas. Cierto es que éstas tienen una participación vigorosa, no solo en el caso del individuo, sino también en todo el acontecer cósmico. Pero de todos modos no dejan de ser meros instrumentos cuya actividad no solo guarda conexión con muchos otros, sino que justo por ello resulta dependiente en las posibilidades de todos sus efectos. Y así muchos astrólogos crean trabajar apoyándose en la contemplación interior, en corazonadas, en inspiración, ello de todas maneras no puede contribuir al ahondamiento tanto como para que uno pueda confiar mucho más en que los cálculos se acerquen a la realidad.

Sus inspiraciones no pueden venir de elevadas atalayas: esas regiones permanecen como cubiertas por un velo para el espíritu humano, por causa del inconmensurable abismo que se abre entre ese Espíritu que posee una visión panorámica de todo y la humanidad. Las calculaciones no pasan de ser una obra fragmentaria de carácter tendencioso: son insatisfactorias y defectuosas, en suma, imperfectas y, por tanto, erróneas. Causan desasosiego entre los hombres. El desasosiego, empero, es el más peligroso enemigo del alma, puesto que estremece los muros de la protección natural y, muchas veces, le permite así la entrada al mal, el cual, de otro modo, no hubiera encontrado acceso. Muchas personas que, en un momento dado, se imaginan bajo la influencia de irradiaciones malignas son presas de la inquietud, mientras que cuando están convencidas de encontrarse bajo la influencia de irradiaciones buenas suelen volverse demasiado confiadas y, por ende, imprudentes. Teniendo en cuenta la deficiencia de todos los cálculos, con ello no están haciendo otra cosa que cargarse de preocupaciones innecesarias, en lugar de mantenerse siempre de espíritu libre y alegre, el cual puede hacer acopio de más fuerzas para la defensa que lo que las corrientes malignas de mayor intensidad puedan vencer. Los astrólogos, en caso de que no pueden hacer otra cosa, deberían continuar con su trabajo tranquilamente y tratar de perfeccionarse en él, pero en silencio y para sí mismos, como, de hecho, ya están haciendo aquellos de ellos que verdaderamente se toman en serio. No deberían molestar a otros con sus imperfecciones, dado que éstas no hacen más que traer la perdición y arrojan como fruto la sacudida de la seguridad en uno mismo y la atadura de espíritus libres, atadura que debe evitarse a como dé lugar.

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