En la Luz de la Verdad

Mensaje del Grial de Abdrushin


1.LIBRO ◄ ► 2.LIBRO
Deutsch
English
Francais
Português
Русский
Український
Italiano
Magyar
Česky
Slovensky
Contenido


11. Dios

¿Por qué será que los hombres se andan con tanta timidez con esta palabra, la que, a fin de cuentas, debería serles más familiar que cualquier otra cosa? ¿Qué será lo que les impide reflexionar sobre ella con profundidad y tratar de sentirla, a fin de entenderla cabalmente?

¿Será respeto? No. ¿Acaso se puede en realidad ver esa peculiar falta de osadía como algo grande, digno de aprecio o profundo? Jamás; reflexionad pues: Vosotros Le oráis a Dios y, al hacerlo, no sois ni tan siquiera capaces de formaros una idea correcta de Ese a Quien oráis; al contrario, estáis desorientados, puesto que ni de la escuela ni de la iglesia habéis recibido jamás una información clara al respecto que saciara la sed de verdad que lleváis en vuestro interior. Lo que de verdad es la Trinidad continuó en el fondo siendo un enigma para vosotros, un enigma al que finalmente tratasteis de resignaros lo mejor posible.

¿Acaso puede la oración, en semejantes circunstancias, ser tan sentida y tan llena de confianza como corresponde? Es imposible. Pero cuando conocéis a vuestro Dios, con lo cual Se os hace más familiar, ¿acaso no viene la oración entonces acompañada de un sentir intuitivo más profundo, no resulta la plegaria en tal caso más directa y más sentida?

¡Y vosotros estáis en el deber y la obligación de acercaros a vuestro Dios! No debéis manteneros a distancia no más. Cuán necio es decir que podría estar mal el que uno se ocupe tanto de Dios. ¡En su pereza y su comodidad hay quien incluso sostiene que equivale a un sacrilegio! Ahora, yo os digo: esto es algo que Dios desea. Esta condición del acercamiento yace en la Creación entera. Por eso no es humilde aquel que se resiste a ello, sino que, al contrario, está demostrando una presunción desmedida. Al fin y al cabo, está exigiendo así que Dios se acerque a él para que él pueda entenderlo, en vez de él tratar de acercarse a Dios para conocerlo. ¡Hipocresía y comodidad adondequiera que uno dirige la mirada y allí donde uno presta oídos, y todo bajo el manto de una falsa humildad!

Mas a vosotros que no queréis seguir sumidos en el sueño y que buscáis con fervor y aspiráis a la Verdad, os tengo noticias; tratad, pues, de entender lo que es correcto:

¿Qué cosa es tu Dios? Tú sabes que Él dijo: «Yo soy el Señor, tu Dios; no tendrás otros dioses aparte de Mí».

¡No hay más que un Dios, y no hay más que una fuerza! ¿Y qué es entonces la Trinidad? ¿La Trinidad? ¿Dios Padre, Dios Hijo y Dios el Espíritu Santo?

Cuando la humanidad se aisló ella misma del Paraíso al no dejarse guiar más por la intuición –la cual es puramente espiritual y, por ende, está cerca de Dios–, y, en su lugar, optó porfiadamente por cultivar en exceso el intelecto y someterse a éste, convirtiéndose así en esclava de su propio instrumento –instrumento este que le había sido dado para que hiciera uso de él–, se fue alejando cada vez más y más de Dios, de conformidad con el orden natural de las cosas. La separación acabó consumándose a través del hecho de que la humanidad se inclinó preponderantemente hacia lo terrenal nada más, que está absolutamente atado a tiempo y espacio, lo que Dios en su especie no conoce y con lo que, por lo tanto, Él jamás podrá ser comprendido tampoco. Con cada nueva generación, la separación fue haciéndose mayor y los hombres se ataban cada vez más a la Tierra exclusivamente. Estos devinieron en los intelectuales atados a lo terrenal, los cuales se hacen llamar materialistas, haciéndolo incluso con orgullo, dado que no tienen ni idea de sus ataduras; pues al atarse ellos firmemente a tiempo y espacio, tuvo lugar simultáneamente un estrechamiento de su horizonte, conforme al orden natural de las cosas. En semejante situación, ¿cómo podía volver a encontrarse el camino a Dios? ¡Imposible!

Resultaba algo irrealizable, a menos que Dios enviara ayuda. Es por eso por lo que de Él debía nuevamente tenderse un puente, si es que se pretendía ayudar. Y Dios se compadeció. En Su Pureza, Él ya no podía manifestárseles personalmente a los hombres, puesto que estos, debido a su obrar intelectual, ya no estaban en capacidad de sentir, ver u oír a Sus emisarios, y los pocos que aún estaban en condiciones de hacerlo eran objeto de burla, toda vez que el estrecho horizonte de los materialistas, hallándose atado a tiempo y espacio, rechazaba como inverosímil todo pensamiento que fuera más allá, por resultarle incomprensible. Por eso ya no bastaba con los profetas, cuya fuerza no era capaz de penetrar, puesto que incluso las bases ideológicas de todas las tendencias religiosas habían acabado volviéndose puramente materialistas. Se hacía necesaria, pues, la venida de un mediador entre la Divinidad y la desorientada humanidad, un mediador que poseyera más fuerza que todos los demás que le habían precedido, a fin de que fuera capaz de penetrar. Podría decirse quizás que ello se hacía por los pocos que, en medio del más craso materialismo, aún tenían el anhelo de Dios (?) Sería lo correcto, pero lo más seguro es que los antagonistas lo tildarían de presunción por parte de los creyentes, en vez de ver en ello el inmenso amor divino que, aparejado al mismo tiempo de una estricta justicia, ofrece redención de manera proporcionada, a través de la recompensa y el castigo.

Ahora, ese mediador poseedor de la fuerza para penetrar en la confusión tenía obligadamente que ser divino, puesto que lo bajo e inferior había ganado tanto terreno que ni siquiera los profetas, en su condición de emisarios, lograban conseguir algo. Fue por eso por lo que Dios, en Su amor, separó, por medio de un acto volitivo, una parte de Sí y la encarnó7 en carne y hueso, en un cuerpo humano del sexo masculino; Jesús de Nazaret; desde ese momento, la Palabra Encarnada, el Amor de Dios encarnado, ¡el Hijo de Dios!

De ese modo, esa Parte que había sido separada de semejante forma, y que, no obstante, permanecía estrechamente conectada en el sentido espiritual, se había vuelto personal. E incluso tras abandonar el cuerpo físico y volver a entrar en la más estrecha unión con Dios Padre, siguió manteniendo Su personalidad, producto de Su encarnación humana.

O sea que Dios Padre y Dios Hijo son dos y, en realidad, uno solo. ¿Y el «Espíritu Santo»? El propio Cristo dijo de Él que los pecados contra Dios Padre y contra Dios Hijo podían ser perdonados, pero jamás los pecados contra el «Espíritu Santo».

¿Será que el «Espíritu Santo» está por encima de Dios Padre y de Dios Hijo? ¡Esa pregunta ha inquietado a tantos corazones y ha turbado a tantos niños!

El «Espíritu Santo» es el espíritu del Padre, que, separado de Éste, trabaja aparte en toda la Creación y que, como en el caso del Hijo, mantiene, no obstante, una estrecha conexión con Él y sigue siendo uno con Él. Las diamantinas leyes en la Creación, las que, cual prolongaciones nerviosas, atraviesan todo el Universo y traen el incondicional efecto recíproco, el destino del hombre o su karma, son del «Espíritu Santo»8 o, para ser más precisos, son Su actuación.

De ahí que el Salvador dijera que a nadie le es posible pecar impunemente contra el Espíritu Santo, dado que, gracias al inexorable e inmutable efecto recíproco, la retribución retorna al artífice, al punto de partida, ya se trate de algo bueno o malo. Y así como Dios Hijo es del Padre, de igual modo el Espíritu Santo también es de Él, puesto que, de lo contrario, a Él Le faltaría una parte. Como los brazos de un cuerpo, que pueden realizar movimientos de manera independiente y, no obstante, son parte del cuerpo si éste ha de estar completo, y que solo pueden llevar a cabo acciones independientes estando en conexión con el Todo; o sea que obligadamente resultan inseparables de él.

Así es Dios Padre en Su omnipotencia y Su sabiduría: a Su derecha, como una parte de Él, Dios Hijo, el Amor; y a Su izquierda, Dios el Espíritu Santo, la Justicia. Ambos provenientes de Dios Padre y pertenecientes a Él como una y la misma cosa. Esa es la Trinidad del Dios Único.

Antes de la Creación, Dios era uno. Durante el proceso creador, Él cedió una parte de Su voluntad para que trabajara en la Creación de manera independiente, convirtiéndose así en dualidad. Cuando se hizo necesario darle un mediador a la desorientada humanidad, producto de que la pureza de Dios hacía imposible que, sin una encarnación de por medio, hubiera un contacto directo con los hombres, encadenados como estos estaban por culpa propia, Él separó, por amor, una parte de Sí con miras a una encarnación temporal, a fin de poder nuevamente hacérsele comprensible a la humanidad, y, con el nacimiento de Cristo, devino en trinidad.

Qué cosa es Dios Padre y Dios Hijo ya estaba claro para muchos, pero el «Espíritu Santo» continuaba siendo un concepto enrevesado. Este último es la Justicia ejecutora, Cuyas leyes eternas, inmutables e incorruptibles atraviesan, pulsantes, el Universo y hasta ahora han venido recibiendo intuitivamente el nombre de destino... karma, ¡voluntad divina!

Mensaje del Grial de Abdrushin


Contenido

[Mensaje del Grial de Abdrushin]  [Resonancias del Mensaje del Grial] 

contacto