En la Luz de la Verdad

Mensaje del Grial de Abdrushin


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Contenido


8. El hombre en la Creación

El hombre en realidad no debe vivir de acuerdo a los conceptos que han imperado hasta ahora, sino que ha de ser más hombre intuitivo. De ese modo, constituiría un eslabón necesario para la evolución progresiva de la Creación entera.

Dado que en él convergen lo etéreo del más allá y lo físico-material de este mundo, le es posible tener una visión panorámica de ambos, experimentar ambos simultáneamente. Encima, cuenta con un instrumento que lo coloca a la cabeza de toda la Creación físico-material: el intelecto. Con este instrumento, se le hace posible guiar, esto es, dirigir.

El intelecto es lo más noble de todo lo terrenal y ha de ser el timón a través de la vida terrena, mientras que la fuerza motriz es la intuición, que proviene del mundo espiritual. De modo que la base del intelecto es el cuerpo; la base de la intuición, empero, es el espíritu.

El intelecto, como todo lo terreno, está atado a los conceptos terrenales de tiempo y espacio y, por ende, no pasa de ser un producto del cerebro, el cual forma parte del cuerpo terrenal. Aquél jamás podrá desempeñarse fuera del marco de estos conceptos. Si bien, de por sí, es más etéreo que el cuerpo, no obstante, resulta demasiado denso y pesado como para elevarse por encima de los susodichos conceptos terrenales de tiempo y espacio. De modo que está completamente atado a lo terrenal.

En cambio, la intuición (que no la sensación) no conoce tiempo ni espacio: proviene, pues, de lo espiritual.

Así equipado, el hombre podía estar en estrecha conexión con lo más sutil de la esfera etérea e incluso mantener contacto con la esfera puramente espiritual y, no obstante, vivir y trabajar en plena esfera terrenal, en pleno plano físico-material. Sólo el hombre está dotado de esta forma.

Al ser el único puente entre el plano etéreo, las cumbres luminosas y el plano físico-terrenal, sólo él estaba en el deber y en capacidad de proveer la sana y vigorosa conexión. Solo por mediación de él, dada su especial constitución, le era posible a la pura vida de la Fuente de Luz descender, pulsante, hasta las profundidades de la esfera físico-material, para de ahí remontarse de nuevo, en el más regio y armonioso efecto recíproco. El hombre está situado entre ambos mundos a manera de enlace, a fin de que, por su mediación, aquéllos queden empalmados en uno solo.

Sin embargo, no cumplió su cometido; en lugar de mantener estos dos mundos firmemente unidos, los separó. ¡Y es eso lo que constituyó la Caída del Hombre!

Debido a esta constitución especial que acabo de aclarar, el hombre, en realidad, estaba destinado a convertirse en una especie de señor del mundo físico–material; ya que éste depende de su mediación, pues, según la condición del hombre, se verá obligado a padecer con él o podrá ser encumbrado gracias a él, dependiendo de si las corrientes provenientes de la Fuente de Luz y Vida pueden fluir a través de los hombres de forma pura o no.

El hombre, empero, interrumpió el flujo de esta corriente alterna, tan necesario para el mundo etéreo y el mundo físico-material. Pues, como una buena circulación sanguínea mantiene el cuerpo fuerte y sano, asimismo es en la Creación con esta corriente alterna. Una interrupción debe, por fuerza, traer confusión y enfermedad, resultando a la larga en efectos catastróficos.

Ese grave fracaso del hombre fue posible porque éste no se limitó a usar el intelecto –el cual es meramente un producto físico-material– como el instrumento que es, sino que se sometió a él por entero y lo puso como dueño y señor de todo. De ese modo, se volvió un esclavo de su instrumento y devino meramente en hombre intelectual, que con orgullo acostumbra a llamarse a sí mismo materialista.

Al someterse completamente al intelecto, el hombre se ató a todo lo físico-material. Como el intelecto no puede entender nada que esté por encima de los conceptos terrenales de tiempo y espacio, es natural que tampoco pueda hacerlo quien se ha sometido por entero a él. El horizonte del hombre, o sea, su capacidad de entendimiento, se estrechó conjuntamente con la limitada capacidad del intelecto. Así, se produjo una ruptura de la conexión con lo etéreo, y se levantó un muro que fue haciéndose cada vez más compacto. Y como quiera que la Fuente de Vida, la Luz Primordial, Dios, está muy por encima de tiempo y espacio, e incluso bien por encima de lo etéreo, era natural que, por causa de esta atadura del intelecto, quedara interrumpido todo contacto. Por esta razón, al materialista le resulta completamente imposible reconocer a Dios.

El consumo del fruto del árbol del saber no fue otra cosa que el cultivo del intelecto. La correspondiente ruptura con lo etéreo trajo consigo, como consecuencia natural, la pérdida del paraíso. Los propios hombres se excluyeron de él al inclinarse por completo hacia lo físico-material, ello por mediación del intelecto, rebajándose de esa manera y avasallándose voluntariamente o por decisión propia.

Ahora, ¿adónde condujo esto? Los pensamientos puramente materialistas, es decir, ligados a lo terrenal y de muy baja condición, conjuntamente con todos sus fenómenos acompañantes de afán de lucro, avaricia, mentira, latrocinio y opresión, etc., no podían menos que traer el inexorable efecto recíproco de las especies afines, el cual, en primera instancia, se manifestó espiritualmente y, de ahí, pasó a repercutir en lo físico también. Dicho efecto recíproco forma todo en consecuencia, deviene en el motor de las acciones de los hombres y, por último, acabará descargándose sobre ellos… con la destrucción.

¿Os dais cuenta ahora de que los sucesos de estos últimos años eran algo inevitable; y de que sucesos así habrán de seguirse produciendo hasta culminar en la destrucción? Un Juicio Universal que, según las leyes kármicas existentes, resulta ineludible. Igual a como sucede con una tormenta, la cual se va concentrando y, en un final, ha de traer descargas y destrucción; ¡pero, al mismo tiempo, también purificación!

El hombre no cumplió con su función de eslabón de enlace entre las esferas etérea y físico-material de la Creación como era menester. No facilitó el paso de esa necesaria corriente alterna de efecto siempre vigorizante, refrescante y pujante; antes bien, separó la Creación en dos mundos sustrayéndose de su rol de enlace y atándose completamente a lo físico-material. Por consiguiente, ambas partes del Universo hubieron de enfermar gradualmente; mucho más gravemente, claro está, la parte que hubo de verse privada por completo del flujo de Luz o que, gracias a esos pocos hombres que aún proveían la conexión, lo recibía muy débilmente. Me refiero a la parte físico-material que, por causa de ello, va camino de una terrible crisis y, dentro de poco tiempo, se verá sacudida por violentas convulsiones hasta que todo lo malsano en ella sea destruido y, bajo un nuevo y vigorizante flujo procedente de la Fuente Primordial, pueda sanar por fin.

Ahora, ¿quién será destruido en este proceso?

La respuesta a tal pregunta se encuentra en el orden natural de las cosas. Debido a la fuerza creadora que vive en todo pensamiento sentido, éste asume enseguida una forma etérea que se corresponde con su contenido, y permanece siempre conectado a su artífice como por un cordel; mas, al mismo tiempo, se separa de este artífice, alejándose de él, producto del efecto de la fuerza de atracción de las especies afines que está presente en todo lo etéreo, siendo entonces llevado por el Universo por las corrientes que continuamente Lo recorren en constante pulsar y que, como todo en la Creación, se desplazan describiendo una elipse. Así, llega el momento en que esos pensamientos que han cobrado vida y se han hecho realidad en lo etéreo revierten sobre su origen y punto de partida, conjuntamente con las especies afines que han atraído por el camino, ya que aquéllos, pese a su peregrinación, se han mantenido conectados con este origen, a fin de ahora descargar y aliviarse allí.

De modo que la destrucción inherente en esos efectos concentrados finales que ya se avecinan alcanzará en primer lugar a aquellos que, mediante su pensar y sentir intuitivo, fueron causa de ello y lo fomentaron constantemente, o sea, a los materialistas. Resulta inevitable, empero, que esta perniciosa fuerza que revierte sobre el origen describa círculos cada vez mayores y llegue a alcanzar también a personas que solo guardan cierta afinidad con esta gente.

Pero después los hombres cumplirán aquello que en la Creación les corresponde hacer. Serán el eslabón conector y beberán de la esfera espiritual mediante sus facultades, es decir, se dejarán guiar por la intuición purificada y la aplicarán en lo físico-material, o sea, en lo terrenal. Al hacerlo, se valdrán del intelecto y de las experiencias acumuladas como instrumento y nada más, a fin de, tomando en cuenta todo lo terrenal, realizar en la vida físico-material estos sentimientos intuitivos de pura naturaleza, por medio de lo cual toda la Creación físico-material progresará constantemente, purificándose y encumbrándose. De ese modo, las corrientes que en el efecto recíproco retornan a la esfera etérea provenientes de lo físico-material podrán ser más sanas también, y surgirá un mundo nuevo, unitario y armonioso. Por la rectitud de su proceder, los hombres llegarán a ser los seres humanos a carta cabal y de espíritu noble tan anhelados; pues también ellos, al haber ajustado su actividad en conformidad con la gran obra de la Creación, obtendrán fuerzas muy diferentes a las que habían tenido hasta entonces, fuerzas estas que les harán sentir continuo contento y felicidad.

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