En la Luz de la Verdad

Mensaje del Grial de Abdrushin


1.LIBRO ◄ ► 2.LIBRO
Deutsch
English
Francais
Português
Русский
Український
Italiano
Magyar
Česky
Slovensky
Contenido


4. Ascensión

¡No os enmarañéis en una red, vosotros los que aspiráis a la comprensión!; al contrario, ¡volveos videntes!

Por ley eterna, sobre vosotros pesa una irrevocable obligación de expiación que jamás podréis echar sobre otros. Aquello que os hayáis echado a cuestas con vuestros pensamientos, vuestras palabras o vuestras acciones no puede ser redimido por nadie más que por vosotros mismos. Reflexionad: de no ser así, la justicia divina no sería más que mera oquedad retórica y, con ella, todo lo demás se vendría abajo también.

¡Liberaos, pues! ¡Ponedle un término final a esa obligación de expiación!, ¡sin desperdiciar un minuto! La sincera voluntad de hacer el bien, de hacer lo noble, la cual recibe mayor fuerza por medio de la oración verdaderamente sentida, trae la redención.

Sin la sincera voluntad de hacer el bien, no puede jamás haber expiación. Lo bajo sigue entonces nutriéndose a sí mismo de continuo, con miras a la prolongación de su existencia, y, de esa manera, hace necesarias a cada rato nuevas expiaciones, de forma constante; de suerte que eso que se va renovando continuamente se os antoja como un único vicio o sufrimiento. Mas se trata de toda una cadena sin fin a la que constantemente se le van añadiendo nuevos eslabones, aún antes de que los viejos se hayan desprendido. Y así jamás hay redención, ya que hay que estar expiando constantemente. Es como una cadena que os mantiene atados al suelo. Y el peligro aquí de que os sigáis hundiendo aún más es bien grande. ¡Así que animaos de una vez a desear el bien, vosotros que aún os encontráis en este mundo o que, según vuestros conceptos, ya moráis en el más allá! Cuando se tiene siempre buena voluntad, el final de todas las expiaciones tiene que llegar, ya que la persona de buena voluntad y que actúa en consecuencia no está proveyendo el alimento que hace que la obligación de expiación se siga renovando. Y con ello llega entonces la liberación, la redención, que es lo único que permite la ascensión a la Luz. ¡Prestad oídos a esta advertencia! ¡Para vosotros no hay otro camino!; ¡para nadie!

Mas con ello obtenéis también la certeza de que nunca puede ser demasiado tarde. Cierto que para el hecho aislado sí que lo es; ese tendréis que expiarlo, que saldarlo. Mas en el momento en que empecéis seriamente con la aspiración por el bien, estaréis fijándole un término a vuestras expiaciones y podéis estar convencidos de que ese fin tendrá que llegar algún día; y con ello comenzará vuestra ascensión. Ahí podéis poneros a trabajar jubilosos en función de la liquidación de todas vuestras culpas. Lo que entonces se os cruce en vuestro camino es por vuestro bien y os acerca más a la hora de la redención, de la liberación.

¿Entendéis ahora lo valioso de mi consejo cuando os digo que hagáis acopio de todas vuestras fuerzas y comencéis ya con la buena voluntad y el pensar puro, y que no os apartéis de ello, sino, al contrario, que os aferréis a ello con todas vuestras ganas y toda vuestra energía? ¡Ello os encumbra bien alto!, ¡os cambia a vosotros y a vuestro entorno! Tened presente que toda trayectoria terrenal es una breve escuela y que el abandonar la carne no supone el fin para vosotros mismos. Vosotros viviréis o moriréis de continuo; disfrutaréis o sufriréis eternamente. Aquel que crea que con el sepelio terrenal todo se acaba para él, todo queda saldado, que se dé la vuelta y siga su camino; pues con ello no pretende más que engañarse a sí mismo. Terror le va a dar cuando entonces se vea ante la verdad... y tenga que comenzar su calvario. Su verdadero yo, desprovisto de la protección de su cuerpo físico, cuya hermeticidad lo rodeaba como una muralla, se verá entonces atraído, rodeado y retenido por lo que es afín a él.

El animarse a desear con seriedad lo que es más noble, lo cual puede liberarlo y llevarlo más arriba, se le hará más difícil; por largo tiempo, imposible; puesto que estará sujeto exclusivamente a la influencia de su entorno, el cual no tiene ningún tipo de pensamiento luminoso que lo pueda despertar y servirle de sostén. Tendrá que sufrir doblemente bajo todo aquello que él mismo ha creado para sí.

Por esa razón, la ascensión en tales circunstancias se hace mucho más difícil que en carne y hueso, donde lo bueno y lo malo andan lado a lado, cosa que resulta posible debido únicamente a la protección del cuerpo terrenal; … ya que esta vida terrenal es una escuela, donde a cada «yo» se le ofrece la oportunidad de continuar su desarrollo según su libre albedrío. ¡Así que espabilaos de una vez! Los frutos de todo pensamiento recaen sobre vosotros; ¡aquí o allá tendréis que paladearlos! Ningún ser humano puede sustraerse de esta verdad. ¿De qué os sirve tratar, como el avestruz, de esconder espantados la cabeza en la arena ante esta realidad? ¡Afrontad los hechos con coraje! Con ello no hacéis más que facilitaros las cosas, pues aquí en la Tierra se puede progresar con mayor rapidez. ¡Comenzad ya! Mas hacedlo conscientes de que todo lo viejo tiene que ser saldado. No esperéis, como muchos necios, que la felicidad entonces os va a caer del cielo y que la fortuna os lloverá a mares. Puede que muchos de vosotros tengáis aún una larga cadena que saldar. Mas aquel que se amilane por ello se perjudica sólo a sí mismo, ya que nada le puede ser excusado o exonerado. Con vacilaciones no hace sino dificultárselo todo, quizás imposibilitándolo por largo tiempo. De acicate debería servirle para no perder ni un minuto más, pues con ese primer paso es que entonces comienza a vivir. Bienaventurado aquel que saque fuerzas de flaqueza con este fin; su cadena se desprenderá de él, eslabón por eslabón. A pasos agigantados podrá volcarse al avance, acometiendo también los últimos obstáculos con júbilo y gratitud, pues ello le trae la liberación.

Las piedras que su errada actividad pasada ha apilado ante él a manera de muralla, impidiendo inevitablemente el avance, no le son necesariamente apartadas del medio, sino, al contrario, le son puestas delante, una por una, a fin de que las reconozca y las supere, ya que está obligado a saldar todas sus culpas. Pero basta con que demuestre su buena voluntad, y enseguida percibirá, asombrado y maravillado, el amor que le rodea. El camino se le facilita con delicada consideración, tal como una madre hace con su hijo en los primeros intentos de andar de éste. Que hay cosas de su vida pasada que le horrorizan en angustioso silencio y que de buen grado dejaría tranquilas para siempre..., pues bien, cuando menos lo espere, se verá ante ellas cara a cara. No le quedará otro recurso que decidir y actuar. Los hilos que lo atan le instarán a ello de modo inequívoco. Si entonces se atreve a dar el primer paso, con la confianza puesta en el triunfo de la buena voluntad, se deshará el fatídico nudo, sus pasos lo llevarán allende este obstáculo y quedará libre de él.

Mas no bien esta culpa ha sido liquidada, se le presenta la siguiente de alguna u otra manera, como exigiendo ser saldada también. De esa forma van saltando, uno tras otro, los eslabones que lo constreñían y habían de oprimirlo. ¡Qué ligereza siente entonces! Y esa sensación de liviandad que muchos de vosotros seguramente ya han sentido alguna vez no es ninguna ilusión, sino el efecto de una realidad. El espíritu que de esa forma es liberado de una presión se vuelve ligero y, de conformidad con la ley de la fuerza de gravedad espiritual, se eleva con rapidez a la región a la que ahora pertenece en correspondencia con su ligereza. Y así tiene que ser, hacia arriba todo el tiempo, en pos de la anhelada Luz. La volición maligna hunde al espíritu y lo vuelve pesado; la buena, en cambio, lo eleva a las alturas.

El gran maestro que fue Jesús os mostró el camino simple a tal efecto, el que sin falta conduce a la meta; ya que profunda es la verdad que reside en las simples palabras: «¡Ama al prójimo como a ti mismo!».

Con ello os dio la llave de la libertad, de la ascensión. ¿Cómo así? Pues porque es un hecho irrefutable que lo que hagáis por el prójimo lo estáis haciendo en realidad por vosotros mismos. Por vosotros y por nadie más, puesto que, conforme a la ley eterna, todo se revierte sobre vosotros sin falta, tanto lo bueno como lo malo, ya sea aquí mismo o allá. ¡De que llega podéis estar seguros! Por eso se os dice que con ello se os está mostrando el más sencillo de los caminos que os permite entender qué hacer con miras a practicar la buena voluntad. Con vuestra manera de ser es con lo que debéis de darle al prójimo, con vuestro carácter. No necesariamente con bienes y dinero. Si no, los desposeídos estarían excluidos de la posibilidad de dar. Y en esa forma de ser de la que hablo, en la «entrega» que ponéis en el trato con el prójimo, en la consideración y el respeto que espontáneamente le mostráis radica ese «amar» que Jesús nos menciona; y en ello radica también la ayuda que le prestáis al prójimo, ya que por medio de ello se le hace posible cambiar o seguir avanzando en su ascensión, ya que a través de ello le es posible ganar fuerza.

Ahora, las irradiaciones retroactivas producto de ello os encumbrarán rápidamente mediante su efecto recíproco. Por medio de éste, recibiréis nueva fuerza de continuo. En raudo vuelo podréis entonces ir en pos de la Luz...

Pobres necios aquellos que todavía puedan preguntar: «¿Y qué gano con cambiar y abandonar tantos viejos hábitos?». ¿Acaso se trata de hacer un negocio? Y así sólo ganaran como personas, en una mayor nobleza de carácter, ya eso sería de por sí recompensa suficiente. Pero ¡se trata de infinitamente más! Vuelvo y repito: con el comienzo de la buena voluntad, toda persona está poniendo un término que marca el final de su obligación de expiación, obligación esta que ha de cumplir y de la que jamás le será posible sustraerse. Ningún otro puede reemplazarle en este sentido. O sea, con esa decisión, le está poniendo un final previsible a la obligación de expiación. Es tal el valor de esto que no puede ser superado por todos los tesoros del mundo. Con ello se arranca los grilletes que él mismo se ha estado fraguando. ¡Así que sacudíos ese sueño que enerva! ¡Dejad que acabe de llegar el despertar!

Abandonad esa embriaguez cuya acción embrutecedora causa la falsa ilusión de que la redención por medio del Salvador es un salvoconducto que os permite pasaros la vida entera entregándoos al cultivo de vuestro ego para, ya al final, volveros creyentes y partir de esta Tierra con la fe en el Salvador y en Su obra. ¡Mirad que sois necios si de la Divinidad esperáis algo tan deplorable, defectuoso e imperfecto! ¡Pensad en ello y liberaos!

Mensaje del Grial de Abdrushin


Contenido

[Mensaje del Grial de Abdrushin]  [Resonancias del Mensaje del Grial] 

contacto